06 May «‘Transitus’ como una catequesis perfecta», por don Jorge Juan Fernández Sangrador
Durante estos días, la Diócesis de Plasencia ha tenido el honor de contar con la presencia y el conocimiento de don Jorge Juan Fernández Sangrador, Vicario General de la Diócesis de Oviedo, canónigo de la catedral ovetense y profesor del Seminario, además de reputado articulista en La Nueva España.
Dentro de la Cátedra San Juan Pablo II y de la Formación Permanente del Clero, tanto los sacerdotes como todos aquellos que han mostrado interés han podido disfrutar de sus charlas, que comenzaron la semana pasada en Plasencia con la conferencia que, bajo el título Ver y creer. El camino de la belleza, llenó prácticamente el Salón de Bóvedas del Seminario Diocesano. También repitió para la Formación Profesional del clero de la Zona Norte mientras esta semana repetía en la Zona Sur. El miércoles en Don Benito para todo el público, y el jueves en Pago de San Glemente en la Formación Permanente del Clero. Las actividades están incluidas en la labor del Instituto San Fulgencio.
En medio de su actividad, don Jorge Juan Fernández atendía a Iglesia en Plasencia en una amplia entrevista que reproducimos a continuación.
Jorge Juan Fernández Sangrador (Cangas de Onís, 1958) es, en la diócesis de Oviedo, vicario general, canónigo de la Catedral y profesor del Seminario Metropolitano. En la Universidad de Oviedo es rector de la Capilla universitaria y profesor en la Facultad de Formación del Profesorado y Educación. Publica semanalmente un artículo de opinión sobre «Cultura y Religión» en el diario «La Nueva España» (Grupo «Prensa Ibérica») y ha sido galardonado con el Premio de Periodismo “Ángel Herrera Oria” 2020. Es Miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Lengua.
Ante la gran exposición que está a punto de ser inaugurada con el título “Transitus” en la catedral de Plasencia, el sacerdote asturiano ha sido invitado por el Instituto «San Fulgencio» de Estudios Teológicos-Pastorales, para que, a través de la Cátedra «San Juan Pablo II» y de la Formación Permanente del Clero, hable en ambos foros sobre “Via pulchritudinis”, el camino de la belleza en la vida de la Iglesia y en la de las personas que sienten en su interior un anhelo de elevación existencial, de trascendencia y de encuentro, en definitiva, con Dios.
En el camino de acceso a fe, ¿qué relación existe entre la Verdad, la Belleza y la Bondad?
Comparto lo que dijo, en 1970, Alexander Solzhenitsyn cuando recogió el Premio Nobel de Literatura. La idea era más o menos ésta: si del árbol del ser se van desmochando las ramas de lo Verdadero (verum) y lo Bueno (bonum), quedando podadas y cercenadas, como parece que está sucediendo, habrá de ser la de lo Bello (pulchrum) la que actúe en nombre de las tres. De ahí el que el camino de la Belleza, «via pulchritudinis», sea el que se muestre como el más adecuado hoy para llegar a apreciar el esplendor de la Verdad y la fuerza de la Bondad, y para encontrarse con Cristo, pues Él es la Verdad, Luz del Mundo, Amor que da la Vida y Maestro de Bondad.
La belleza ¿conduce al encuentro con Dios?
A Dios se puede llegar por la belleza, pues Él es Suma Belleza. No obstante, hay muchas personas que viven inmersas en un entorno de extraordinaria belleza y no son creyentes, porque el encuentro con Dios es, ante todo, obra de su gracia. Pero la belleza nos dispone siempre internamente para ese encuentro, porque eleva el espíritu a niveles que se alzan por encima de lo inmediato, lo tangible y lo útil, creándose así las circunstancias que se han de dar para acoger el don de su Presencia.
El encuentro con Dios tiene lugar principalmente por medio de Jesucristo, mientras que el acercamiento a Él por la belleza, ¿no resulta impersonal?
El escritor ruso Fiódor Dostoyevski puso en boca de uno de los personajes de su novela “El idiota” la sentencia que se ha hecho famosa: «La belleza salvará al mundo». Y luego la pregunta: «¿Qué clase de belleza será la que salve al mundo?». La respuesta se halla en el Evangelio: será la belleza de Cristo, la del “pastor bello” (kalós), como dice san Juan (10,11), la del que quedó humanamente desfigurado por la Pasión, pero manifestó antes su gloria en la Transfiguración, y al tercer día después de morir resucitó. No, no será el esteticismo impersonal lo que nos salve, sino Cristo, icono perfecto de la Belleza de Dios Uno y Trino.
¿En qué medida puede ser la exposición “Transitus” de las Edades del Hombre un cauce de evangelización?
En primer lugar, porque en ella se mostrará la belleza de la Iglesia. Hace unos meses, el Papa le dijo a la comunidad del Pontificio Seminario Lombardo de Roma: «Os invito a pedirle a Dios que soñéis con la belleza de la Iglesia. ¡La Iglesia es bella!». Lo es sobre todo por la caridad, que es epifanía en ella del Amor de Dios. Pero también por el arte. Los visitantes de “Transitus” se preguntarán: ¿Qué fe es ésta que crea tanta belleza? La exposición de Plasencia será puro kerigma. En segundo lugar, por el relato que la acompaña, no menos importante que las piezas que se exhiben. Será una catequesis perfecta. Y en tercer lugar, porque, al finalizar la visita, el “peregrino” que deambule por el espacio sagrado de la catedral saldrá de ella con paz, con una vivencia sobrenatural originada por la contemplación de las obras de arte y con un recuerdo “deuteronómico”, es decir, grato y agradecido. En conclusión, regresará a su vida cotidiana transfigurado por lo que ha visto, oído y leído en Plasencia.
¿Qué otros medios están al alcance de la diócesis o de las parroquias para llevar a cabo la misión de evangelizar siguiendo el camino de la belleza?
Si no existen centros culturales católicos, tanto a nivel diocesano como parroquial, hay que erigirlos. En ellos se estimulará la creatividad, se organizarán ciclos de conferencias y exposiciones, se publicarán libros y materiales que ayuden a conocer e interpretar correctamente el arte cristiano, se invitará a los representantes de corrientes culturales actuales, a escritores, arquitectos, músicos, cantantes, pintores, bailarines, cineastas, escultores, diseñadores, orfebres o ceramistas, para que hablen de sus ideas, propuestas o trabajos; y se organizarán encuentros de la modalidad “atrio de los gentiles”. En fin, actividades que serán de gran interés para quienes participen en ellas y que conferirán prestigio a la diócesis y a las parroquias ante la sociedad en general.