“Siempre he visto la voluntad del Señor que ha ido guiando mis pasos”

“Siempre he visto la voluntad del Señor que ha ido guiando mis pasos”

El sacerdote diocesano José Márquez Valdés celebró sus 50 años de sacerdocio en la Fiesta Sacerdotal de San Juan de Ávila.

–¿Qué valoración hace de sus 50 años de sacerdocio?

–Estos cincuenta años de sacerdocio han sido para mí una gracia abundante de Dios que ha ido haciendo una historia de salvación conmigo y a través de mi vida misionera y pastoral con muchas personas que el Señor ha ido poniendo en mi camino. He experimentado la fuerza del Espíritu queme ungía para evangelizar.

–¿Qué momento de su vida sacerdotal guarda con especial cariño?

–Durante estos años he estado dedicado a la pastoral educativa en nuestros colegios, a la pastoral parroquial y al servicio misionero itinerante. Han sido muchos los momentos que he vivido y que recuerdo con cariño: el trato con los jóvenes y las familias, el conocimiento de muchas realidades pastorales en las diócesis andaluzas, extremeñas y canarias, el conocer a muchos sacerdotes, el sentir la huella de Dios en los movimientos laicales. Pero tal vez me que daría con la experiencia misionera vivida en la diócesis de San Pedro Sula, en Honduras. Pero en todos
los sitios para mí lo más importante ha sido querer a la gente y mostrar el rostro del Dios misericordioso.

–¿Cómo va a celebrar sus bodas de oro sacerdotales?

–Si Dios quiere pienso celebrarla el 28 de junio en la parroquia de San Juan, en Don Benito, con la comunidad de misioneros claretianos con quienes comparto vida y misión, y con la comunidad parroquial, en la que he recibido el encargo de ser su pastor. Además, es posible que celebre otra Eucaristía de acción de gracias en Sevilla, donde está gran parte de mi familia y don de he ejercido el ministerio durante más de veinte años.

–¿Qué es lo mejor y lo peor de ser sacerdote?

–Lo mejor es siempre ver la acción de Dios a través de mi pobreza y mis limitaciones: la vivencia de los sacramentos, sobre todo la Eucaristía. Darme cuenta de lo que Dios ha podido hacer
en el corazón de las personas a través de la predicación. Estar abierto a los dones que el Espíritu derrama en su Iglesia. No encuentro nada que haya sido lo peor. Los cambios de lugar y de
tareas no han sido dificultades para mí, porque siempre he visto la voluntad del Señor, que ha ido guiando mis pasos. Pero si hay que poner algo, yo diría que la dificultad que hay  actualmente por llevar el Evangelio a un mundo que parece no interesarle. Como si estuviésemos en otra onda.

–¿Cómo animaría a los jóvenes a seguir la llamada de Jesús?

–Muchos jóvenes están hoy en esa otra onda, y cuesta ayudarles a vivir una experiencia de fe que pueda marcar su vida. Pero creo que hay que acercarse a ellos sin temor, acompañarles,  ofrecerles el Evangelio como una buena noticia que les pueda llevar a encontrar la alegría de sentirse amados incondicionalmente. Compartir esa fe con otras personas en libertad
y fraternidad. Y creo que hay que seguir aprovechando la religiosidad popular, el mundo de las cofradías, como un medio de acercamiento a muchos jóvenes que, sin embargo, con sus limitaciones participan en las mismas por el gran poder de convocatoria que poseen en la actualidad.