20 Nov Sección Historia de la revista Iglesia en Plasencia: Mengabril
Dejamos atrás la ciudad de Don Benito y todo lo ocurrido en ella, y continuamos nuestro camino hacia el Este. La primera localidad que nos encontramos es la de Mengabril, que en esos momentos cuenta con unos quinientos habitantes, que tendrán que enfrentarse a los mismos sucesos ocurridos en las localidades vecinas.
Pasado el 18 de julio se establece en la localidad el comité revolucionario, que será el encargado de dictaminar las personas que habían de ser detenidas por su filiación política. El procedimiento seguido por dicho comité era solamente el criterio de sus miembros que decidían quien debía ser asesinado sin un juicio previo.
En los primeros días de la guerra la intervención del entonces alcalde socialista y el municipal de la localidad, fue crucial para que tanto la vida del sacerdote como la iglesia parroquial fueran respetadas.
El párroco en este momento era D. Alfonso Torrejón Peña, natural de Logrosán, donde había nacido el 8 de noviembre de 1899. Durante su estancia en el seminario tuvo problemas de salud, pero al final logró su deseo de llegar al sacerdocio. Su primer destino será coadjutor de Madroñera de donde pasará a ser párroco de Mengabril.
En los primeros días de la guerra unos milicianos procedentes de Santa Marta de los Barros fueron hasta el pueblo en coche con la intención de asesinarlo, pero gracias a la intervención del alcalde que no dudó en enfrentarse a los milicianos, pistola en mano, logró salvar la vida.
Poco tiempo después unos cuantos milicianos, huidos de la cercana localidad de Miajadas, y un vecino del pueblo intentarán de nuevo acabar con la vida del sacerdote. De nuevo la intervención del alcalde logró evitar el asesinato.
El mismo alcalde, viendo el peligro que corría el párroco le proveyó de un salvoconducto para que pudiese pasar a la zona nacional y refugiarse en su pueblo natal, Logrosán. Marcha a Don Benito y logra llegar a Navalvillar de Pela. Una vez allí y a punto de pasar a la zona nacional, aunque iba vestido de labriego, es reconocido por unos milicianos naturales de Logrosán que lo detienen, lo llevan ante el Comité que lo interroga y después de ser abofeteado, es conducido a la cárcel, donde será apaleado en varias ocasiones. Llegada la noche lo sacan de la cárcel junto con quienes
le acompañaban y es conducido al vecino pueblo de Casas de Don Pedro. Una vez allí, sus familiares tendrán que presenciar como es horriblemente mutilado antes de ser fusilado; después, su hermana, cuñado y la criada que lo acompañaban en la huida corrieron la misma suerte. Ocurría todo esto la madrugada del 28 de agosto de 1936. Sus cuerpos fueron enterrados en el cementerio de Casas de Don Pedro.
El 30 de septiembre, la iglesia de santa Margarita, hasta ese momento respetada, correrá igual suerte que la de sus vecinas. Los milicia nos huidos de Guareña irrumpen en ella destrozando todo lo que encuentran a su paso, convirtiéndola después en su cuartel. Las imágenes son arrojadas a un pozo cercano, los retablos destrozados y las campanas desaparecerán.
Juan Antonio Corrales Muñana
Licenciado en Geografía e Historia,
sacerdote y profesor de Historia de la Iglesia