San Francisco de Sales, el «dulce obispo de Ginebra»

San Francisco de Sales, el «dulce obispo de Ginebra»

Hoy, 24 de enero, la Iglesia católica celebra la Festividad de San Francisco de Sales, patrón de los escritores y de los periodistas católicos. Con la ayuda de don Miguel Ángel Ventanas, descubrimos su figura, su vida y su trayectoria.

San Francisco de Sales «uno de los más fieles trasuntos del Redentor», era hijo de los marqueses de Sales. Nació en Saboya en 1567 y fue educado en Annecy, en París y en Padua. En 1593 es ordenado sacerdote. Pasa largas horas de oración. «Las almas se ganan con las rodillas», confesaba. Atiende sin prisa al confesonario, predica, asiste a todos los necesitados.

Su celo apostólico no tenía fronteras. La provincia de Chablais había caído bajo el protestantismo. Hacia allí se dirige con su primo Luis para devolver aquellas ovejas al redil. Fue un trabajo paciente y costoso. Redactaba unas hojas sueltas, las célebres Controversias, que luego llegaban hasta los protestantes. Así le leerían los que no acudían a oírle, y ahí radica también su patronazgo.

A él se debe la conversión de más de sesenta mil calvinistas. El obispo Granier, que ve los frutos de la predicación de Francisco, lo recomienda como su sucesor. En 1603 es consagrado obispo multiplicando su tarea apostólica: catequesis, predicación, sínodos diocesanos. Las dificultades eran numerosas. Entre otras la situación de la diócesis, que comprendía zonas de Saboya, Francia y Suiza. Era obispo titular de Ginebra, pero desde la rebelión protestante los obispos residían en Annecy. Un día Enrique IV, rey de Francia, le ofreció un rico obispado. Francisco contestó: «Me he casado con una mujer pobre. No puedo dejarla por otra más rica».

Uno de sus más fecundos apostolados fue, sin duda, el de la pluma. Tratado del amor de Dios. El arte de aprovechar nuestras faltas. Cartas. Controversias- Y quizá su mejor libro, de perenne actualidad, Introducción a la vida devota, que comprende una serie de normas para santificarse en el mundo.

Francisco se encontró en su camino con un alma excepcional, Santa Juana Fremiot de Chantal. Entre los dos surgió una honda amistad, ejemplo típico de equilibrio afectivo entre dos almas que caminan hacia Dios. Juntos fundaron la Orden de la Visitación, que consiguió pronto óptimos frutos.

Su vida era muy intensa. En París se encontró con Vicente de Paúl, que diría después: «¡Qué bueno será Dios, cuando tanta suavidad hay en Francisco!» Vuelve a su diócesis, y al llegar a Lyon se siente desfallecer. Allí rindió su alma con la calma y serenidad de toda su vida. Era el 28 de diciembre de 1622 y tenía 56 años de edad.

Tan pronto como falleció, una verdadera multitud invadió el convento de las Visitandinas en Lyon, Francia, para besarle los pies, tocar tejidos en su cuerpo, apoyarle rosarios. Al abrir su cuerpo, los médicos constataron que su hígado se había petrificado por el esfuerzo que permanentemente hiciera para dominar su temperamento sanguíneo y conservar aquella suavidad y dulzura, aparentemente tan naturales en él, que conquistaban los corazones más empedernidos.

Su culto comenzó en el propio momento de su muerte. Y siempre fue recompensado, algunas veces con estupendos milagros.

Durante la peste en Lyon, las Hermanas Visitandinas no daban abasto para distribuir al pueblo pedazos del tejido tocado en su cuerpo. En Orleans, la Madre de la Roche sumergía una reliquia del venerado Prelado en agua y la distribuía entre la multitud mientras duró la peste: un tonel al día en promedio. En Crest y en Cremieux, los representantes de la ciudad fueron a la iglesia de la Visitación a hacer, en nombre de la ciudad, un voto solemne de ir en peregrinación al sepulcro del Obispo, en caso de que cesase la peste. Y todos fueron oídos.

Fue Santa Juana de Chantal quien inició las gestiones para el proceso de canonización de su padre espiritual. Recogió sus escritos privados, cartas, inclusive borradores no terminados, y trabajó con ahínco en ese sentido. Escribió a autoridades civiles y eclesiásticas, e incluso a Roma, pidiendo que urgiesen el inicio del proceso de beatificación.

Pero la alegría de verlo elevado a la honra de los altares sólo la tendría en el Cielo, pues la celeridad de los procesos humanos se quedaban cortos, en relación a los deseos de su ardiente corazón.

San Francisco de Sales falleció el 28 de diciembre de 1622 y fue canonizado el 19 de abril de 1665. Sus reliquias igual que las de Santa Juana Francisca de Chantal se veneran en la Basílica de la Visitación en la localidad francesa de Annecy. Su corazón incorrupto se venera en el monasterio de la Visitación de la localidad italiana de Treviso.

El Papa Pío IX lo declaró Doctor de la Iglesia el 7 de julio de 1877. Y Pío XI, en la encíclica Rerum omnium, de 1923, le atribuyó el glorioso título de patrono de los periodistas y escritores católicos.