Revista diocesana Iglesia en Plasencia, sección Diálogos: ‘¿Y si Él no viniera?’

Revista diocesana Iglesia en Plasencia, sección Diálogos: ‘¿Y si Él no viniera?’

A continuación publicamos el artículo que, bajo el título ‘¿Y si Él no viniera?’ sale publicado en la sección Diálogos del último número de la revista diocesana Iglesia en Plasencia.

¿Y si Él no viniera?

Imaginemos que llega diciembre y Dios decide no venir este año. Que los villancicos suenan en las calles, las luces se encienden, pero nadie recuerda por qué.

Al principio, quizás sentiríamos alivio: sin obligación de aparentar alegría, sin exigencia de mirar hacia adentro. El mundo seguiría girando con luces, turrones y regalos. Navidad sin compromiso, hecha a medida.

Pero después notaríamos un vacío. Porque sin Él, ¿a quién decimos “gracias” cuando el corazón se desborda? ¿A quién miramos cuando la vida se rompe? Sin Él nos faltaría esa esperanza callada que nos sostiene en medio de la oscuridad.

Algunos, tal vez, ni lo notarían. Dirían que no necesitan un Salvador, que pueden con todo. La indiferencia les haría creer que todo está en orden, que basta con estar juntos, con regalar cosas, con “sentirse bien”.

El Adviento nos invita a no quedarnos en estas tres tentaciones: el alivio de quitarnos compromisos, el sentimiento de que Dios no nos hace tanta falta, y la indiferencia cómoda que se disfraza de fiesta. El Adviento nos recuerda que estamos esperando al Hijo que se hace pequeño para enseñarnos a vivir en grande, al Dios que rompe la distancia para quedarse a nuestro lado.

Si Él no viniera, todo perdería sentido. Pero Él viene, incluso cuando no le damos muchas razones para ello. Viene porque nos ama y transforma nuestra espera: ya no es miedo a la ausencia, sino alegría por su Presencia. El Adviento es tiempo de compromiso: abrir la puerta, limpiar el corazón y dejar espacio a la ternura.

El Adviento comienza en esa libertad sagrada del amor. En reconocer que Dios podría no venir, si no le esperamos; que podría pasar de largo, si no le abrimos. Pero también en la certeza de que basta un pequeño “sí” nuestro para que su luz irrumpa en nuestras vidas.

El Niño de Belén no quiere espectadores, quiere discípulos. Y cada uno de nosotros decide si su Navidad será solo una fiesta más… o el comienzo de algo nuevo y verdadero.