Nuestro Pastor de Iglesia en Plasencia: Navidad, tiempo de ‘estar cerca’

Nuestro Pastor de Iglesia en Plasencia: Navidad, tiempo de ‘estar cerca’

Así reza el lema de la campaña de Navidad de Cáritas de este año: La Navidad es el tiempo de «estar cerca», de estar cerca de los que te necesitan.

Navidad nos habla de cercanía, de encuentro. En estos días, de hecho, parece que queremos y necesitamos sentirnos un poco más cerca unos de otros, cerca, especialmente, de aquellos a los que queremos y nos quieren. Es tiempo de reencuentros, mensajes, felicitaciones, llamadas… No nos importa desplazarnos para comer con la familia y los amigos, o para sentarnos juntos, sin más, en el sofá de casa con nuestros mayores. Con nostalgia y más de alguna lágrima, echamos de menos a los que faltan a la mesa, a los que están lejos o a los que ya no están. Hay algo en lo más profundo de nuestro corazón que vincula la Navidad con este deseo y necesidad de estar cerca unos de otros.

No podía ser de otra manera, porque la Navidad es, ante todo, en su sentido más profundo, el tiempo de la cercanía, de la cercanía de Dios. Ha sido deseo primero de Dios salir a nuestro encuentro y plantar su tienda en medio de nuestra frágil humanidad, para compartir su vida con nosotros, y hacer suyos nuestros gozos y fatigas, esperanzas y sufrimientos. Somos tan valiosos para Dios que, por amor, solo por amor, ha querido hacerse pequeño, un niño, uno de nosotros, para enriquecernos así con su amor y su pobreza (cf. 2 Cor 8,9). Nunca daremos suficientes «gracias» por ello.

“¿Dónde hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como el Señor? (Dt 4,7) se pregunta el libro del Deuteronomio. Y no es mala pregunta, máxime cuando cada vez que abrazamos otros dioses, terminamos distanciándonos, destruyéndonos, haciéndonos daño unos a otros. Los dioses que nos creamos (nuestros «egos», el dinero, el afán de poder o de riqueza, ideologías que se absolutizan…) marcan y generan distancias, enfrentan y oprimen, pues se sitúan por encima de lo que sea y de quien sea. Por el contrario, el Dios vivo y verdadero rompe con su amor toda barrera y distancia, reconcilia, acoge, abraza, integra. Al enviarnos a su único Hijo, Dios mismo se ha hecho prójimo nuestro, para sanar nuestras heridas y hacer de nuestra Humanidad una familia de hermanos, hijos de Dios y hermanos todos.

La Navidad proclama que Dios es cercano, sorprendentemente cercano. No ha tenido miedo de mancharse con nuestro barro, para caminar a nuestro lado, para ser nuestro camino. Por eso, jamás estamos solos y, de su mano, nada hemos de temer. Deberemos, sí, a la luz de la Palabra de Dios, educar bien nuestra mirada para reconocer su rastro y su rostro allí donde nos quiere salir al encuentro. Cáritas nos invita como Iglesia, una Navidad más, a descubrir su rostro en todo aquel que nos necesita.
A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor (cf. EG 270), pero Dios quiere, a través nuestro, hacerse cercano a cuantos necesitan ayuda, esperanza, aliento. Pienso en todos aquellos que han tenido que dejar su hogar y su tierra, en los enfermos, en los que están y se sienten verdaderamente solos, en quienes han perdido un ser querido, en los que carecen de un hogar o reclaman una segunda oportunidad en sus vidas, en quienes sufren violencia o explotación, en los que se han cansado ya de esperar… Son muchos los rostros del dolor y de la pobreza.

El Señor nace para abrazar nuestra humanidad herida. Y nos sana de nuestros egoísmos, indiferencias, individualismos. También nosotros, no lo olvidemos, necesitamos de su amor, de su misericordia, de su cercanía. También nosotros necesitamos de los demás. Dejemos que el Señor nos encuentre, sane, restaure y nos abra al encuentro auténtico: con Él, con los demás y con nosotros mismos. La Navidad es también una buena oportunidad para «volver a casa», a la fuente que da sentido a nuestra vida. La intimidad orante con el Señor en estos días, su perdón, la Eucaristía, y el ejercicio de la caridad nos ayudarán a ello.

Que nuestra Navidad exprese cercanía y cuidado. Esta Nochebuena se abre, además, en Roma, y el 29 de diciembre en nuestra diócesis, un nuevo año de gracia del Señor en el que estamos convocados como Iglesia a celebrar el Jubileo de la Esperanza, para ser testigos y peregrinos de esta esperanza que nace del amor de Jesús a la Humanidad. Un día antes, el 28, un joven servita, Yohanes, Siervo de María, recibirá el orden del diaconado en el Santuario de la Virgen del Puerto. Es una buena noticia para todos nosotros, especialmente para su familia y su comunidad. Oremos por él y por las vocaciones al sacerdocio que tanto necesita nuestra Iglesia de Plasencia. ¡Feliz Navidad a todos!

+ Ernesto
Obispo de Plasencia

Sección Nuestro Pastor de la revista diocesana Iglesia en Plasencia, número 617 de 15 de diciembre de 2024.