Narciso Lorenzo Leal: «La Liturgia es la acción pastoral más importante»

Narciso Lorenzo Leal: «La Liturgia es la acción pastoral más importante»

El profesor de la Universidad de San Dámaso nos atendía con motivo de su presencia en la Formación Permanente del Clero con una charla ‘Desiderio Desideravi. La necesidad de la formación litúrgica’. A continuación reproducimos la entrevista que concedía a la revista diocesana Iglesia en Plasencia.

 

Presbítero de la Diócesis de Zamora. Licenciado en Ciencias Religiosas y Teología Dogmática (UPSA). Doctor en Teología Sacramental (San Anselmo-Roma). Delegado Diocesano de Liturgia, Canónigo prefecto de Liturgia, Párroco in solidum de Ntra. Sra. de Lourdes en Zamora. Profesor de Liturgia fundamental y de Liturgia Sacramental en el Estudio Teológico Agustiniano de Valladolid (Facultad de Teología de Burgos), Profesor de Liturgia de las Horas y Sacramento del Orden en el Bienio de Liturgia de la Universidad San Dámaso (Madrid).

«La liturgia es la acción pastoral más importante»

-¿De qué trata su intervención en la formación permanente del clero?

–En primer lugar, quiero agradecer al Señor Obispo y a esta acogedora diócesis la invitación a compartir estas dos jornadas de formación. Mi intervención tiene dos momentos, teniendo como tema la necesidad de formación litúrgica de todo el pueblo de Dios. Una realidad urgente señalada por el Papa Francisco. La primera parte es una presentación de la carta apostólica Desiderio Desideravi atendiendo a su contexto eclesial, a las grandes cuestiones teológicas que emergen en ella y dejando hablar al documento, pues ofrece textos realmente extraordinarios. La segunda parte trata los números de la carta en los que el Santo Padre se refiere a los sacerdotes, respecto de su responsabilidad como administradores de los misterios de Dios, en palabras de san Pablo (1Co 4,1).

–¿Cuál es la importancia de la liturgia en la vida cristiana?

–La importancia es tal que casi con estas palabras de Jesús queda dicho todo: “Si no coméis la carne del Hijo del hombre… no tenéis vida en vosotros” (Jn 6, 56). Sin la Liturgia, especialmente la Eucaristía, no es posible una vida cristiana suficiente y plena. Y aunque no lleguemos a comprender del todo el alcance de estas palabras tenemos que recordar que “la Liturgia es el ejercicio del Sacerdocio de Cristo” (SC 7) y “el medio por el que se realiza la obra de nuestra redención” (SC 2). Es decir, para encontrar a Jesús, hemos de ir donde él ha determinado estar. En la Liturgia, el Espíritu Santo nos vuelve contemporáneos de los acontecimientos de la salvación. Además, la Liturgia es como la antesala de la eternidad. La Liturgia supera distancias y transciende el tiempo porque nos juntamos a la Virgen María, a los santos y las almas de los fieles difuntos. Nos une a los hermanos de todos los rincones del planeta, especialmente a aquellos que más sufren. Por la Liturgia se produce en nosotros una progresiva transformación que empieza en el Bautismo y concluye en la vida eterna, de modo que podamos parecernos cada día más a Jesús. Y ser como Jesús es lo que mejora y transforma el mundo.

–¿Es fundamental la formación en el ámbito de la liturgia?

–De lo dicho se deduce que es absolutamente prioritaria la formación litúrgica. Por “cantidad” y “calidad” la Liturgia es la acción pastoral más importante. La Iglesia no ha dejado la oración y la eucaristía desde el día de Pentecostés y así será hasta el último minuto de la historia. Además, la Liturgia, precedida por la predicación y comprometida con la caridad, es de donde parte y a donde llega toda la actividad de la Iglesia, (cfr. SC 10). Pero, ¿comprendemos lo que hacemos? Se trata, insiste el Papa, de un saber que es saborear, que es conocimiento y experiencia. Que es aprender y mejorar cómo celebrar en fidelidad lo que nos ha encargado el Señor, porque es un patrimonio de todos, ni de este sacerdote, ni de esta comunidad, sino de todos. Por ello es necesaria esa formación permanente. El Papa nos urge a ello y nos ha entregado esta hermosa carta: Desiderio Desideravi. Creo que los enemigos de la formación son, sobre todo, la acedía y la rutina. Recomendaría encarecidamente algo que está al alcance de todos: conocer los libros litúrgicos y leer sus introducciones. Textos magníficos doctrinalmente que nos ofrecen pistas pastorales y nos enseñan a celebrar para mejor trasparentar a Jesucristo.

–¿Cómo se puede ayudar a una adecuada participación en la liturgia? ¿En qué habría que poner mayor interés?

–El mayor interés es volvernos conscientes de que la acción litúrgica no es algo que primariamente hagamos nosotros, sino que es Cristo, el Señor, el que está presente y volviendo actuales, por el Espíritu Santo, los acontecimientos de su obra de salvación. Todo lo que Él vivió, lo vivió por nosotros (CCE 521). En la Liturgia está realizando su eterna mediación ante el Padre, porque el Padre quiere decir de cada uno de nosotros: “éste es mi hijo, ésta es mi hija, éstos son mis hijos”. Por ello es importantísimo hacer oración las palabras de la Liturgia con las respuestas, los cantos, la escucha, incluso con la mirada. Es necesario escuchar porque el Señor se dirige a cada uno. Y realizar los ritos con piedad como acciones del mismo Señor. Es preciso saber que en la Misa Jesús se pone en nuestras manos para que podamos ofrecerlo al Padre. A la vez que Él nos ofrece a nosotros, con nuestras vidas, limitadas, con virtudes y pecados, ilusiones, y frustraciones. Dos palabras podrían resumirlo: Venite adoremus. Vamos a la Liturgia principalmente a esto: a adorarlo. Otras cosas no sirven más que para entretener o perder el tiempo.

–¿Cómo los sacerdotes han de disfrutar de la belleza de la celebración?

–Lo principal es descubrir que en el sacerdote se produce una extraordinaria identificación con el Señor Jesús, que el Espíritu Santo hace posible. Hasta el punto de que se cumple, como en ningún otro momento de la vida pastoral, aquello de: “No soy yo, es Cristo que vive en mí” (Ga 2,20). Por tanto, aún a veces agotados por muchas celebraciones, debemos celebrar con fervor, con amor a Jesús, observar lo dispuesto por la Iglesia y evitar protagonismos e inventivas porque somos: ministros, servidores, no dueños de la celebración. Este será el mayor gozo como servidores de los santos misterios, volviéndose los sacerdotes transparencia del Señor Jesús.

–Un consejo para unir la liturgia con la propia realidad.

–Me atrevo a ofrecer dos consejos. El primero: celebrar y rezar la Liturgia, sobre todo la Santa Misa, como si fuera la primera y la última vez de nuestra vida. El segundo: convencernos de que la principal prioridad, lo que más necesita nuestra gente, es al Señor Jesús como servidores del deseo que Él tiene de cada ser humano, que es la razón de ser última de la santa liturgia, y que da título a la carta del santo padre.