Mensaje de nuestro Obispo, Monseñor don Ernesto Brotóns: «Duele en el alma»

Mensaje de nuestro Obispo, Monseñor don Ernesto Brotóns: «Duele en el alma»

A continuación les ofrecemos un mensaje de nuestro Obispo, Monseñor don Ernesto Brotóns, con motivo de la triste noticia del robo de la corona de Nuestra Señora del Puerto y del Niño, entre otros objetos de gran valor, en nuestra SI Catedral.

Duele en el alma

Duele en el alma. No solo han robado, entre otras piezas, una joya preciada y preciosa, de incalculable valor, sino un pedacito, no pequeño, del corazón de lo placentinos. Dos coronas robadas, la de la Ntra. Sra. del Puerto y la del Niño, forjadas gracias al cariño y la devoción de nuestros mayores, ricos y pobres. Dos coronas robadas, testigos de muchas lágrimas, oraciones, súplicas… recuerdo y memoria tierna y agradecida de nuestros antepasados, de nuestros mayores.

Aun siendo consciente de que suena ingenuo, y quizá lo sea, ruego a quien nos ha arrebatado este tesoro que recapacite y lo retorne. Me uno a la invitación del Cabildo a orar por la pronta recuperación de los bienes robados, también con una plena confianza en la acción policial. Estamos a plena disposición de la investigación en curso.

Ruego a nuestra Madre, en esta tarde del Domingo de Ramos, que acepte nuestro dolor y nuestra oración en desagravio por este hecho. Haciendo suyo nuestro disgusto y dolor, y, sin que ello suponga negar un ápice de la importancia de lo sucedido, Ella nos dice hoy con amor de Madre: «vosotros sois mi corona». Lo habéis sido desde siempre y lo sois. La robada nos representa, representa a nuestros mayores, y por eso nos duele. Mas, no lo olvidemos nunca, la más preciada corona para Nuestra Señora del Puerto somos nosotros, sus hijos, y el mayor regalo que podemos seguir ofreciéndole no es otro que nuestro cariño, nuestra fe, nuestra vida entregada por los demás, una vida en fraternidad. Y Ella, por más que nos hayan arrebatado su corona, siempre será nuestra Madre y nuestra Reina.

Placentinos, en el Puerto y en nuestros corazones, fijó su trono. A Ella no dejamos de encomendarnos.

 

+ Ernesto

Obispo de Plasencia