La Vida Consagrada, camino en esperanza

La Vida Consagrada, camino en esperanza

Hoy jueves, 2 de febrero, la Iglesia celebra la Jornada de la Vida Consagrada bajo el lema ‘Caminando en esperanza’. En la actualidad, según los últimos datos ofrecidos con motivo del Día de la Iglesia Diocesana, la Diócesis de Plasencia cuenta con la presencia de 220 religiosos, 97 monjas y monjes de clausura, que desarrollan su labor en numerosos centros, ya sean monasterios, colegios, residencias, ya sea en la modalidad de vida activa o contemplativa. En palabras de don Juan José Gallego Palomero, Delegado de Vida Consagrada, estamos hablando de “una dimensión de la Iglesia muy importante para la Diócesis por la labor tan importante que realizan”, señala. Hablamos de ocho monasterios, de catorce centros escolares y varias residencias que se encargan del cuidado de ancianos, enfermos y vulnerables. En total, hasta 42 centros religiosos de vida activa pertenecientes a múltiples congregaciones.

Fue San Juan Pablo II quien instituyó, en 1977, la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. El objetivo que persigue es el de “ayudar a toda la Iglesia a valorar cada vez más el testimonio de quienes han elegido seguir a Cristo de cerca mediante la práctica de los consejos evangélicos”.

Con motivo de la celebración, nos acercamos hasta la congregación de Hijas de María Madre de la Iglesia, que tiene varias casas abiertas por toda la diócesis (Casa Nazaret en Robledillo de la Vera; Colegio Nuestra Señora del Castañar en Béjar; Colegio Sagrado Corazón y Hospital de San Antonio, en Don Benito; y Colegio Madre Matilde en Plasencia). Charlamos con Sor María Elena Hernández González, de Plasencia, y Sor Adriana Faba Delgado, de Don Benito, y ellas nos dan testimonio de una vida plena entregada a Dios y al prójimo.

Hermana Elena Hernández: “Saber que Dios está ahí, es lo que me sostiene cada día”

Canaria de la isla de La Palma, Sor Elena afronta su quinto año en su segunda etapa en Plasencia, está en el Colegio Madre Matilde, pues hizo su ‘juniorado’ en la capital del Jerte. El año pasado cumplía treinta años desde los votos perpetuos, en 1992. Los primeros los hizo en 1986 y entró en la congregación como novicia en 1983. Sin duda, toda una vida, aunque con anterioridad le dio tiempo a conocer también la vida laica. Como ella misma señala, “a los diecisiete años viví el sinsentido de la vida”. Siempre había tenido presente a Dios en su vida y ya desde pequeña descubrió su vocación religiosa, pero confiesa que, en la adolescencia, aunque siempre lo tuvo al lado, tuvo sus dudas y sus momentos de crisis, hasta que, tras dialogar con la Virgen, encontró “paz” y empezó a encontrar de nuevo “el sentido a la vida”. Su vida cambió. Dejó de estudiar, empezó a trabajar como interna en la casa de un matrimonio mayor, luego marchó a Tenerife con una de las hijas de éstos para cuidar a los hijos de ésta en la que, probablemente fuera su primera gran decisión independiente y la más importante, pues la hija a cuya casa fue a trabajar y su marido acabaron siendo sus padrinos de profesión perpetua y guarda con ellos una entrañable relación. Aun así, en Tenerife también experimentó distintas sensaciones. Al final, un día de San Roque, recibió la llamada del Señor y, tras valorar la entrada en distintas congregaciones y tras un comienzo incierto, acabó decantándose por su actual congregación. Además, estudió puericultura. Es muy devota del Cristo de La Laguna, pues allí tomó la decisión que marcó su vida.

“No me ha sido fácil la vida religiosa pues he tenido muchas experiencias en las que lo he pasado mal, pero el hecho de saber que Dios está ahí es lo que me sostiene cada día”. De hecho, confiesa que en su ‘juniorado’ en Plasencia “pasé la noche oscura”, pero al final reconoce que vive una vida plena y feliz. “Conseguí descubrir que la vida es un regalo, un don y hay que estar abiertos a lo que la Providencia te vaya guiando”.

Ahora dedica su vida a sus hermanas y a sus alumnos y profesorado en el colegio Madre Matilde sin olvidar a los antiguos alumnos y familias de los otros colegios por los que ha pasado. “A Dios no hay que temerle pues está cercano. A los niños les enseño a relacionar lo que están leyendo o viendo. Enseñar que lo que nos pasa no es algo aislado. Lo que yo les enseño en las clases de Religión, quiero que les sirva para la vida. Tú les enseñas que están recibiendo un regalo y ellos se dan cuenta”, comenta, a la vez que añade que “la vida en comunidad es un regalo también. Por muy poquito que se hace es una ayuda para otros”, por lo que en su vida cotidiana intenta también compartir el mayor número de tiempo con sus hermanas, ya sea en labores cotidianas o en la oración. “Al cabo del día tienes tantas cosas pendientes que, a veces no das abasto, pero siempre inicio mi día desde el agradecimiento a Dios por la vida y, orando junto a mis hermanas de comunidad en nuestro oratorio”.

Hermana Adriana Faba: Disfrutando del regalo de Dios

Titular del Colegio Sagrado Corazón de Don Benito, la Hermana Adriana Faba Delgado, de la Congregación de las Hijas de María Madre de la Iglesia, cuya fundadora es la Beata Matilde del Sagrado Corazón, nos traslada su alegría por haber sido elegida para seguir la llamada de Dios. “Mi experiencia como consagrada ha sido muy positiva siempre. Es un regalo un don que Dios me ha hecho inmerecidamente al que yo debo corresponder, agradecer y serle fiel. Precisamente el evangelio del –viernes, 20 de enero-, decía, “Dios llamó a los que quiso” y así es, una llamada de predilección. Y lo hizo con un fin muy claro, primero y sobre todo para estar con Él y segundo para evangelizar. En esto se cifra lo que es toda vida Consagrada “Estar en Él, vivir para Él y entregarse al servicio de su Reino”; por eso, ésta se nutre del ejemplo y las enseñanzas de Jesús, y se caracteriza por la vivencia de los Consejos Evangélicos”. Añade.

“Todo cristiano está llamado, por el bautismo, a seguir a Jesús, nadie queda excluido; sin embargo, a la persona consagrada, le invita a un seguimiento más cercano, a una vida de entrega, abandono y generosidad, haciendo de Cristo el centro de toda su vida.”

Sor Adriana deja claro que el don y el regalo que Dios hace a los consagrados, se lo hace a la Iglesia y en la Iglesia, para la extensión del Reino de Dios, así mismo el Carisma que da a los fundadores.

Señala la hermana, que su actividad dentro de la Congregación a la que pertenece, gira en torno a la educación, que la llena plenamente, porque es un medio para transmitir a los alumnos, además de amplios   conocimientos, valores humanos y religiosos, tan olvidados en estos tiempos.

Por último, quiere recordar el mensaje que San Juan Pablo II lanzó a los jóvenes “no tengáis miedo”. Si escucháis la llamada de Dios, seguidle sin dudar.