La educación, una misión compartida

La educación, una misión compartida

Si hoy pudiéramos mirar al mundo de hace cinco mil años nos encontraríamos un mundo exactamente igual al actual y posiblemente similar a los de los milenios anteriores. El único cambio perceptible sería el que ha supuesto la presencia de la humanidad que evoluciona y adapta el entorno para poder vivir en cada sitio por inhóspito que pueda parecer. Su capacidad de utilizar instrumentos, crearlos y mejorarlos le permite habitar cada lugar, obtener los recursos para vivir y hacer frente a las condiciones de vida.

Ese gran despliegue de la humanidad por todo el mundo y su desarrollo se debe a su capacidad de aprender y de enseñar. Además, el ser humano tiene la capacidad de acumular el conocimiento a través de facultades humanas como la memoria o medios técnicos como la escritura. Los diversos saberes se articulan en cada sociedad y la cultura se desarrolla y se transmite de padres a hijos, de generación en generación.

Por eso, la primera transmisión de los conocimientos de todo tipo se recibe en la familia. En ella, entre quienes existe un vínculo de amor, se comparten experiencias, saberes y costumbres, habilidades que configuran a las personas en su educación. Son los padres los primeros responsables y los primeros interesados de la educación de sus hijos. Ellos les transmiten un saber y sobre todo un modo de ser y de comprender el mundo en el que viven, sus posibilidades, limitaciones, peligros y oportunidades.

Ellos son los encargados de educar para la vida, de enseñar los rudimentos de una profesión, de transmitir las costumbres del pueblo. Son los primeros protagonistas de la educación de sus hijos y esa educación es su primera misión y responsabilidad. Cuando la familia no educa, toda la sociedad sale perdiendo.

Las autoridades públicas facilitan también un sistema educativo en el que los niños y jóvenes se forman y adquieren los conocimientos necesarios conforme a su edad. Colaboran con los padres en la educación de los hijos, en especial en el área de los conocimientos. Mientras tanto, los valores y las creencias en las que los hijos deben ser educados siguen siendo decisión de los padres. Ellos deciden y eligen en qué sistema de valores o creencias religiosas se deben educar a los hijos. El estado facilita este derecho de los padres, ofreciendo a los padres los profesores adecuados en el sistema educativo

El papel de la Iglesia

Desde hace siglos, la Iglesia, consciente de la importancia de la educación para el bien de la sociedad ha creado también instituciones para transmitir el conocimiento. Así lo hicieron las antiguas escuelas monásticas, desde el siglo V, con la formación de los jóvenes que entraban en los monasterios, al menos en la lectura y en la escritura, y con el fin de conservar y difundir los manuscritos de todo tipo de materias del saber humano.

Esas escuelas monásticas y las escuelas catedralicias darían origen a las primeras universidades en los siglos XI y XII. En España, en 1218 la escuela catedralicia de Salamanca se convierte en Universidad por edicto de Alfonso X el Sabio. Su aportación fue decisiva en el ámbito del derecho de gentes y en la comprensión de los derechos humanos en especial en relación a las personas que habitaban en los territorios descubiertos en América.

Desde el siglo XVI fueron surgiendo también otras instituciones dedicadas a la educación no sólo de quienes optaban por la vida religiosa sino también de los laicos, hombres y mujeres, en la sociedad. Jesuitas, hermanos de La Salle, Maristas, Salesianos o las Hijas de la Caridad procuraban la formación elemental y la educación básica de los lugares en los que se asentaban sus comunidades religiosas. Casi siempre fueron los primeros lugares de formación que llegaban a las ciudades y los pueblos, mucho antes que las instituciones públicas organizaran los sistemas educativos.

Hoy en día miles de familia continúan confiando a la Iglesia la educación de sus hijos, conscientes de que el sistema educativo que ofrecen es coherente con los principios y valores que ellos viven y que desean también inculcar en sus hijos. La centralidad de la persona, la dimensión social de la educación, la orientación al bien común por encima de los intereses particulares y la atención a las personas más desfavorecidas son algunos de los ejes en los que se educa en los centros educativos de las diferentes instituciones eclesiales.

En España hay más de 2.500 colegios de inspiración católica que ofrecen una enseñanza de calidad y al mismo tiempo un sistema de valores y creencias que los padres eligen libremente para la educación de sus hijos. A ello se suman quince universidades vinculadas con la Iglesia. En total, casi 2 millones de alumnos estudian en centros con un ideario cristiano.

La clase de religión

El estado español asume que la responsabilidad de la educación de los hijos pertenece en primer lugar a los padres y que son ellos quienes deben decidir el modelo de educación que desean para sus hijos. Así lo recoge también la Constitución en España (art. 27.3) y en general el ordenamiento educativo de todos los países democráticos.

La asignatura de religión en el sistema educativo español es una asignatura de oferta obligatoria en los centros educativos pero de libre elección para los alumnos. Más de 3 millones de alumnos eligen cada año la asignatura de religión católica para sus hijos, que es impartida por más de 32.000 profesores de religión especialmente preparados para este fin y que cuentan con la aprobación de la Iglesia.

De este modo, la Iglesia comparte con las autoridades públicas la misión educativa que compete a los padres en primer lugar. El objetivo es ayudar a los padres en su labor y ofrecer una experiencia secular en la educación y una calidad de primer nivel en la formación de sus hijos.