16 Mar Jacinto Núñez: «Jesús invita a formar comunidades con un modelo de vida nuevo»
Jacinto Núñez Regodón es desde 1980 sacerdote de la diócesis de Plasencia, donde ha sido párroco rural, rector del Seminario Mayor y profesor y director de otras instituciones académicas. En la actualidad es Vicario General y Moderador de Curia así como Deán-Presidente del Cabildo de la Catedral. Durante 25 años (1997-2022) se ha dedicado fundamentalmente a la Universidad Pontificia de Salamanca, donde ha sido Catedrático de Nuevo Testamento, decano de Teología, vicerrector de RR. Institucionales y Director del Colegio Mayor Sacerdotal “Santa María”. Bajo el título Importancia de la comunidad-ecclesía en el evangelio de Mateo, ha participado en la Formación Permanente del Clero y en la Cátedra San Juan Pablo II y ha atendido amablemente a la revista diocesana Iglesia en Plasencia en la entrevista que reproducimos a continuación.
-Para los que no hayan podido asistir a sus charlas, ¿nos podría hacer una pequeña ‘sinopsis’?
-En la Biblia hay una invitación permanente a la comunión. Dentro de los evangelios, el de Mateo es particularmente sensible al tema de la comunidad como signo elocuente de los discípulos de Jesús. Frente a cierta visión del judaísmo que ponía el acento en el mero cumplimiento de los mandatos de la Ley, en el evangelio de Mateo Jesús invita a formar comunidades donde se tenga un modelo de vida “superior” (“si vuestra justicia, es decir, vuestro proceder, no es mejor que el de los escribas y fariseos…”). En mis conferencias he procurado señalar y comentar los textos más importantes de esa propuesta mateana.
-Este curso pastoral nos estamos acercando al evangelio de San Mateo. ¿Cuáles serían sus núcleos teológicos principales? ¿Y cuáles las referencias más importantes de aquella comunidad para nuestro momento presente?
-Este año estamos en el Ciclo Litúrgico A, una de cuyas características es que el evangelio de referencia de los domingos y solemnidades es el Evangelio de Mateo. Por eso es bueno que tanto los que predican como los que escuchan la homilía tengan idea de los que llamas “núcleos fundamentales”, a saber: a) Jesús es el Mesías esperado en el que se cumplen las promesas del Antiguo Testamento; b) la importancia de la comunidad de discípulos como un espacio “alternativo”, con una ética nueva (bienaventuranza) y una profunda experiencia de Dios como Padre (“sed perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto”); c) la necesidad del ministerio apostólico, sobre todo en torno a la figura de Pedro; d) finalmente, una comunidad “en salida”, es decir, con una visión universal de la salvación (“anunciad el evangelio a todas las naciones”) a partir de la mediación salvífica de Israel.
-¿Por qué es tan importante llevar a cabo la confesión de fe en comunidad?
-La síntesis de nuestra confesión de fe es el Credo. La liturgia nos dice que hemos de profesarlo al menos todos los domingos. En esos dos términos (con-fesión y pro-fesión) la idea es “decir con los labios”. No hay que tener miedo a confesar nuestra fe en un contexto social en el que existe el riesgo de escondernos. A lo largo de la historia cuántos cristianos han ido al martirio por confesar la fe. Pero, como dice el apóstol, junto a la confesión de los labios está el “creer con el corazón” y habría que añadir también “testificar con la vida” lo que uno cree. Cuando uno es capaz de vivir esa unidad, tiene una experiencia muy gozosa y una fuerza especial para ser apóstol de la fe en medio del mundo.
-La sinodalidad nos habla de la corresponsabilidad de todos los miembros de la comunidad en el anuncio del Reino de Dios. ¿Qué ámbitos diocesanos hemos de revisar o potenciar para hacer realidad esa Iglesia realmente participativa y en salida que nos pide el Papa Francisco?
-Hay una unidad entre los elementos teológicos, pastorales y canónicos que invita, en primer lugar, a cumplir “lo que está mandado”. No se trata de poner las cosas “patas arriba”. Hay cosas que están mandadas y quizás no se cumplen. Por otra parte, es indiscutible que estamos en un momento en el que el Santo Padre quiere, en torno a la idea de sinodalidad, revitalizar la comunión, la participación y la misión. En nuestra diócesis, creo yo, las cosas básicas están aseguradas, pero es necesario potenciar algunas. Sería una temeridad querer enumerarlas ahora aquí. Queda mucho camino por andar. Y lo digo no como queja sino como un motivo de esperanza.
-Acaba de publicar un Pliego en la Revista Vida Nueva sobre el “Testamento Espiritual” de Benedicto XVI, donde nos advierte del riesgo de pérdida de significatividad de la verdad para el mundo de hoy. En este sentido, ¿cuáles serían algunos de los peligros, “capaces de cautivar como cantos de sirena”, la necesaria explicación razonada de la fe tan pretendida en la evangelización por Benedicto XVI?
-En mi artículo trato de explicar la importancia que para este gran papa tuvo siempre la interpretación de la Sagrada Escritura. Es urgente recuperar la idea de que Dios tiene un proyecto, una palabra, un plan y de que, en consecuencia, tenemos que volver a preguntarnos una y otra vez qué es lo que Dios quiere. Si no, sólo tendremos opiniones, pasajeras y contingentes, pero no tendremos certezas. Cuentan que el poeta alemán del siglo XIX Heinrich Heine visitó de joven la catedral de Amiens con un amigo, quien permanecía absorto ante lo que estaba viendo. Recuperado de la impresión producida por la visión de aquel templo construido entre los siglos XIII al XV, se dirigió a Heine y le preguntó si sabía la razón por la que no se levantaban en la actualidad obras como aquella. Heine respondió: “Querido amigo, los hombres, en aquellos tiempos, tenían convicciones; nosotros, los de hoy, sólo tenemos opiniones, y, para erigir una catedral gótica, se precisa de algo más que una mera opinión”. Para sostener el edificio de la fe las meras opiniones son insuficientes. Hay que recuperar las certezas que vienen de Dios.