Iglesia en Plasencia: ‘Una cruz y una luz’ (sección Diálogos)

Iglesia en Plasencia: ‘Una cruz y una luz’ (sección Diálogos)

A continuación les ofrecemos el artículo correspondiente a la sección Diálogos del número 627 de la revista diocesana Iglesia en Plasencia. Lleva por título ‘Una cruz y una luz’.

Una cruz y una luz

En este tiempo de Pascua, tiempo generativo y fecundo para la Iglesia, es bueno volver la vista atrás y repasar lo celebrado. La intensidad de lo que experimentamos condensado en el Triduo Pascual hace que, a veces, pasemos por alto lo esencial del mismo. Sintetizando mucho podemos reducirlo todo a dos símbolos: la cruz y la luz. 

La cruz, signo de las personas cristianas, en la que nos gloriamos no como elemento de tortura en sí sino como testimonio del derroche de amor que lleva a Jesús a entregar voluntariamente su vida. Y la luz -que ilumina, reconforta y acompaña- como testigo de la victoria sobre la muerte y de la presencia constante de Jesús Resucitado en la vida de todas las personas. 

Tarde o temprano, en la vida de toda persona se viven ambas experiencias: la del viernes santo y la del domingo de Pascua; la oscuridad de la cruz y la luz de la resurrección; la desolación y la consolación de Dios… Quien no lo haya vivido aún, que lo espere. Y, a veces, incluso ambas en un mismo día.

Sobrecoge ver como esta ha sido también la síntesis de la vida de Francisco recogida en su sepultura. Todo un Papa que ha querido resumirnos su vida y su ministerio, como última catequesis, en estos dos elementos: una cruz y una luz.

Una cruz -su cruz pectoral- que representa sencillamente la vida y ministerio de Francisco entregada al Evangelio de Jesucristo. Una cruz que representa una vida ofrecida: “el sufrimiento que se ha hecho presente en la última parte de mi vida lo he ofrecido al Señor por la paz en el mundo y la fraternidad de los pueblos” dice Francisco en su testamento. Y una luz -la que ilumina la cruz- que nos recuerda que nada podemos hacer, nada conseguimos y nada somos sin la Luz, que es la presencia del Resucitado en nuestra vida y acción concreta.

Quiera Dios que el resumen de nuestra vida pueda llegar a ser el de Francisco: la cruz de una vida entregada a las personas por amor y la luz del Espíritu del Resucitado que nos ilumine, oriente, guíe y acompañe siempre.

En memoria agradecida de Francisco