Iglesia en Plasencia: ‘Cristina, el párroco perseguido, juzgado y fusilado’ (Historia)

Iglesia en Plasencia: ‘Cristina, el párroco perseguido, juzgado y fusilado’ (Historia)

A continuación les ofrecemos el artículo obra de don Juan Antonio Corrales Muñana, sacerdote y profesor de Historia, que se publicó en el último número de Iglesia en Plasencia, el 634, en la sección de Historia.

Cristina, el párroco perseguido, juzgado y fusilado

Contaba la población en 1936 con unos seiscientos vecinos, los cuales no permanecerán ajenos a los sucesos ocurridos en las demás localidades. En los primeros días de la guerra se producirán detenciones y delaciones de personas; registros y saqueos en distintas casas y fincas, entre los que se incluirá la casa parroquial.

La iglesia parroquial será uno de los primeros objetivos, y una vez dentro arrasarán con todo; imágenes, retablos, ornamentos, incluso la venerada imagen del Cristo de la Agonía fue pasto de las llamas, nada sobrevivió a la furia destructiva de los autoproclamados nueva autoridad.

El párroco en este momento no se encontraba en el pueblo, pero al ser uno de sus principales objetivos fueron por él cuando ya se encontraba en el término del cercano pueblo de Villagonzalo y lo trajeron detenido para presentarlo ante las autoridades.

Natural de Guareña donde había nacido el 17 de agosto de 1870, el párroco era D. Santiago Barrero Retamar. Desde pequeño siente la llamada a la vocación sacerdotal, ingresa en el seminario y es ordenado sacerdote el 3 de abril de 1897. Fue coadjutor de Serradilla, ecónomo de Valdehúncar y, por último, párroco de Cristina; donde fundará un Sindicato Católico para los obreros del campo.

Una vez detenido y tras un juicio rápido es conducido a la cárcel, donde permanecerá hasta el 30 de agosto. No han llegado hasta nosotros datos de su estancia en la cárcel, pero por lo ocurrido en otros lugares podemos imaginar que sufriría insultos y malos tratos por su condición de sacerdote.

Ese mismo día comenzaría su martirio, sacado de la cárcel es conducido a las afueras del pueblo donde será apedreado por los milicianos, no conformes con esto le hieren con una hoz en el cuello con el fin de rematarlo después en el interior del cementerio. D. Santiago, malherido, se negará a que se profanase el cementerio de esa forma y allí mismo junto a las tapias es fusilado.