Iglesia en Plasencia: ‘Canto’ (sección Liturgia del número 631 de la publicación)

Iglesia en Plasencia: ‘Canto’ (sección Liturgia del número 631 de la publicación)

A continuación les ofrecemos el artículo que, bajo el título ‘Canto’ ha salido  publicado en el último número, el 631, de la revista diocesana Iglesia en Plasencia, que salía publicada el pasado domingo. Corre a cargo del delegado de Liturgia y Animación a la Oración y Canónigo Prefecto de Música de la SI Catedral, don Miguel Ángel Ventanas Franco.

Canto

El pueblo de Israel es un pueblo que canta. El culto judío incluía el canto de los salmos, la oración bíblica por excelencia. El mismo Jesús cantó durante la cena con sus discípulos: «Después de cantar los salmos, partieron para el monte de los Olivos.» (Mt 26, 30). La comunidad cristiana es un pueblo que se reúne para cantar un himno a Jesucristo como Dios (Ef 5, 19-32) J. Ratizinger, en “El espíritu de la liturgia”, nos recuerda cómo el Espíritu Santo enseñó a cantar a David y por medio de él a Israel y a la Iglesia. El canto es la nueva lengua que procede del Espíritu.

Según el catecismo “el canto y la música cumplen una función de signos de una manera tanto más significativa cuanto más estrechamente estén vinculados a la acción litúrgica, según tres criterios principales: la belleza expresiva de la oración, la participación unánime de la asamblea en los momentos previstos y el carácter solemne de la celebración. Participan así de la finalidad de las palabras y de las acciones litúrgicas: la gloria de Dios y la salvación de los fieles. (CIC 1157).

El canto expresa y realiza los sentimientos interiores de alabanza, adoración, alegría, dolor, súplica. No es algo extrínseco a la celebración sino expresión del espíritu del que ora y alaba a Dios. Fomenta los sentimientos comunitarios, crea un clima solemne y festivo. Tiene una función ministerial que hace presente tanto lo que nosotros sentimos y queremos decirle a Dios, como la gracia salvadora que nos viene de Él. “Cantar es propio de quien ama” decía San Agustín.

Al servicio del canto en la celebración está el ministerio del cantor que ya en la antigüedad tuvo mucha importancia, especialmente el salmista. El libro para el canto es el “Cantatorium” o cantoral en el que se contienen los cantos propios de cada celebración.