Francisco José Parejo Andrada: “Cada vocación es una verdadera historia de salvación”

Francisco José Parejo Andrada: “Cada vocación es una verdadera historia de salvación”

Francisco José en su primera misa. 

El dombenitense Francisco José Parejo Andrada es ya nuevo sacerdote de la diócesis de Plasencia. A sus 49 años ha sido ordenado como tal en su localidad natal de la mano del obispo  Administrador Apostólico Don Ciriaco Benavente Mateos el pasado 18 de junio. Sus primeros estudios fueron de Ingeniero Técnico en Topografía (Mérida). Cuando decidió dar su “Sĺ al Señor” estudió en el Seminario de Plasencia y luego fue trasladado con el resto de seminaristas a Salamanca. Termino sus estudios en el Teologado de Ávila en la Universidad Pontificia. En la actualidad forma parte de la unidad pastoral de Orellana-Madrigalejo.

–¿Ser sacerdote es una meta alcanzada o el comienzo de una nueva etapa?
–Es sencillamente una meta volante que hace parte de un ideal: configurar mi sacerdocio con el de Cristo ejerciéndolo en mí día a día. Es decir, ser sacerdote conlleva en sí mismo mucho más
que “ser simplemente sacerdote”. Es reconducir toda tu vida y existencia hacia Cristo mismo.

–¿En qué puede ayudar la labor pastoral de un sacerdote a nuestra sociedad actual?
–La sociedad actual sufre rápidos y grandes cambios y por nuestra parte debemos estar preparados para el tiempo presente. Pienso que como sacerdotes podemos aportar luz, esperanza,
verdad, apoyo… en nombre de Cristo y de su Iglesia, no solo en una pastoral hacía adentro sino, y especialmente como pide el Papa Francisco, una Iglesia en salida. Creo que una de las grandes
tareas a la que estamos llamados es ayudar a redescubrir la verdadera imagen de todo ser humano, que es verse, sentirse y vivir como criatura. No somos una especie de accidente cósmico, no somos una mera casualidad de la nada, porque la nada no existe. Somos creación de Dios. El ser humano no puede darse a sí mismo nada. No puede darse a sí mismo la vida, nos es dada, es
don, es gracia. Y cuando se vuelva a ver el ser humano así, dejará su autorreferencialidad, podrá entonces descentrarse de sí mismo y abrirse al Amor de Dios, al amor a los demás que son sus
hermanos, porque siente y vive a Dios como Padre. Y el hombre, ya como hijo, empezará a descubrir que el propio horizonte se abre y se expande más allá de sus propias limitaciones.

–¿Cuáles son los primeros pasos de su ministerio presbiteral?
–Lo primero que estoy haciendo es celebrar la Eucaristía con diversas comunidades parroquiales y religiosas, y en Orellana, Acedera, Vegas Altas, Orellanita y Madrigalejo, de forma muy sencilla, pero con gran gozo, no sólo por parte mía sino de estas comunidades. Son celebraciones públicas, pero de gran intimidad con la asamblea de participantes. Y lo normal, incorporándome a la vida cotidiana y sencilla de los pueblos de la unidad pastoral donde estoy destinado, pero ahora como presbítero con todo lo que conlleva eso.

–¿Qué características debe tener un buen sacerdote del siglo XXI?
–Ser un hombre del s. XXI. Así de sencillo. Siendo un hombre normal, sin rarezas, equilibrado y maduro, que tenga claro donde tiene puestos los pies, que asuma lo esencial del Evangelio, los criterios y estilo de Cristo. Un sacerdote hoy debe ser un apasionado por evangelizar desde la alegría que brota de su experiencia de amistad, trato y oración con Dios. Con el testimonio de su
vida, demuestra que el Amor de Dios es real, tangible. Ser profundamente humano y estar profundamente enamorado de ese Proyecto de Amor de Dios por cada uno de nosotros.

–Tras tu ordenación Sacerdotal, deseabas vivir el momento de tu primera Eucaristía, en tu parroquia de San Juan Bautista. ¿Qué ha significado éste momento?
–El mayor regalo que le pueden hacer a uno como sacerdote es poder celebrar su primera Eucaristía con tu propia comunidad, formada por familiares y amigos, que te han visto crecer y con la que
has podido compartir amistad, fe y vida. Y descubrir que esas mismas personas son capaces de ver con los ojos de la fe que es Cristo mismo quien está actuando a través de mí, de mis manos vacías y mi voz temblorosa; es tan maravilloso, te conmueve y te desborda y hace que el gozo que uno siente se contagie a todos. Además, coincidió con la Solemnidad del Corpus Christi, otro regalo más de la Providencia.

–¿Cómo ha sido la ardua preparación para este momento?
-Jajajajaja… No ha sido ardua la preparación. Todo lo contrario. Ha sido un tiempo de gracia y de gozo. Lo que me ha resultado arduo ha sido todo el proceso de años hasta llegar al momento de la preparación. Todo mi proceso de formación, de discernimiento, de crecimiento personal y de fe. Porque nunca es fácil quitar el “yo” para poner al “TÚ” (con mayúsculas) en el centro de tu corazón, de tu vida y de tu existencia. Pero cuando uno comprende que era necesario recorrer ese camino, todo cambia y todo esfuerzo, dolor, soledad, sufrimiento se convierte en gozo. Para la preparación de la celebración de Ordenación lo he tenido muy fácil porque ha habido mucha gente muy pendiente de lo que pudiera necesitar. Don Fermín me abrió de par en par la Parroquia de Santiago y me hizo sentirla como mía, por lo que no hubo dificultad ninguna. Lo que me facilitó rezar durante toda la semana con cada una de las oraciones y plegarias que se rezó en la Ordenación. Y esto me permitió vivir con gran paz y serenidad toda la Celebración. Aunque al final el intenso gozo que sentía hizo que no pudiera contener las lágrimas mientras repartía la Comunión.

–Hay sed de vocaciones, ahora tú eres espejo en el que algún chico pueda mirarse, ¿qué mensaje harías llegar a esos chicos que están pensando en la posibilidad de ser sacerdotes?
–¿Sólo a chicos? Jóvenes y no tan jóvenes. Y sed de vocaciones la ha habido siempre y la habrá siempre porque es el Señor el que está sediento del amor del hombre. Todo brota o nace de tener un
encuentro o una experiencia fuerte con Cristo y que no van a estar solos, que otros les van a ayudar a un buen discernimiento y cuidado de la vocación. Cada vocación, independiente de la edad, es
una verdadera historia de salvación. Y eso es lo que me gustaría que vieran en mí: Un hombre con una vida, con una historia de búsqueda de felicidad y que teniendo todo lo que uno pueda tener y
lo va consiguiendo se seguía sintiendo hondamente insatisfecho. Y que ha encontrado en Cristo lo que siempre ha buscado, que ha descubierto lo que es el amor de verdad, que ha descubierto quien es el AMOR.

Entrevista publicada en la revista diocesana Iglesia en Plasencia, número 568, 3 de julio de 2022.