16 Jul Ernesto Brotóns: Teólogo de la Felicidad, obispo de Plasencia
Ernesto Brotóns,colega, amigo, aragonés de Zaragoza, de raíces valencianas, ha sido nombrado obispo de Plasencia. He tenido y sigo teniendo con él una relación que empezó siendo académica (fui director de su tesis doctoral en teología) y ha terminado siendo fraterna y cordial, de amigos y colegas.
No es para decirte “felicidades Ernesto”, porque el episcopado no es para felicitar, sino para animar y acompañar. Simplemente deseo que sigas siendo quien has sido y quien eres, en tu nueva función de obispo de Plasencia, aquí cerca, casi a un tiro de piedra del entorno de Salamanca, donde vivo.
Te deseo, Ernesto, que sigas siendo cristiano, hombre de hondas raíces evangélicas, animador de jóvenes, compañero de adultos, siempre “a pie de calle”, en las fiestas de la vida, en las reivindicaciones de la justicia, en las invitaciones al evangelio, desde la más honda solidaridad cristiana.
Ernesto. un colega, un hermano, un amigo… No es para decirte “felicidades Ernesto”, porque el episcopado no es para felicitar, sino para animar y acompañar. Simplemente deseo que sigas siendo quien has sido y quien eres, en tu nueva función de obispo de Plasencia, aquí cerca, casi a un tiro de piedra del entorno de Salamanca, donde vivo.
Que sigas siendo cristiano, hombre de hondas raíces evangélicas, animador de jóvenes, compañero de adultos, siempre “a pie de calle”, en todas las posibles “movidas”, fiestas de vida, reivindicaciones de la justicia, invitaciones al evangelio, desde la más honda solidaridad cristiana.
Una tesis doctoral sobre Dios y la felicidad
Fui su animador y director de tesis doctoral, entre el 1998 y el 2003, en la Universidad Pontificia de Salamanca
Fuimos amigos y colaboradores. Me acompañaste en algunas clases, nos acompañamos en la vida.
Los objetivos de tu tesis eran_
- Llevar a cabo una investigación complementaria y pormenorizada sobre el pensamiento eudemonista y trinitario agustiniano, y sus implicaciones en el debate eudemonista actual, en un plano cultural y critiano.
- Compulsar los resultados de la misma con el plan global del proyecto de la investigación para analizar su incidencia real y específica en el debate actual sobre el tema de la felicidad.
- Compulsar el trabajo realizado hasta ahora analizando su actualidad y la incidencia del mismo en la vida social y cultural de hoy. sentase el estudio realizado sobre el eudemonismo trinitario agustiniano y su incidencia y significatividad en la reflexión eudemonista actual como tesis doctoral. La tesis fue defendida el pasado 28 de junio, con una nota de sobresaliente, matrìcula.
Tema de fondo.
Quisis estudiar al más clásico y actuaal, que fue el desarrollar explícitamente las claves de la eudaimonía comprendida como experiencia cristiana y tarea social. El tema de la felicidad juega un papel crucial a lo largo de toda su obra, con un sabor biográfico, místico y experiencial que va más allá de lo especulativo.Has querido poner de relieve la actualidad y exigencia, la gracia y futuro de un cristianismo de la felicidad y la justicia, expresdado en el Dios Trinitario.
Quisiste y quiere mostrar que la principal novedad del cristianismo de San Agustín y de nuestro tiempo radicaen la vinculación explícita del deseo humano de felicidad con la confesión de una Alteridad fundante y beatificante, personal y unitrina., siempre desde la experiencia y tarea más hondo de la búsqueda de justicia y de felicidad. De esa manera has querido mostrar que la Trinidad cristiana es la patria y la senda de la bienaventuranza.
Desde el principio de su obra, el eudemonismo de Agustín se mueve en la dinámica del don y adquiere rasgos eminentemente teocéntricos y trinitarios, insistiendo en el carácter teologal, y no sólo psicológico, del anhelo de felicidad humano. El problema «Dios-felicidad» es el problema de la relación entre Dios y lo humano.
Su obra de madurez, De Trinitate, es testigo privilegiado de esta intuición, en la que no sólo desarrolla el misterio de la beatitud divina y trinitaria, sino el carácter beatificante de la misma y su significatividad para lo humano. El rostro de Dios que Agustín busca como su sumo bien y su dicha es el rostro del Dios uno y trino confesado por la fe cristiana. De ahí el tema de la íntima relación entre felicidad y Trinidad motive y estructure el tratado.
A la luz de su comprensión de la economía salvífica, especialmente de su reflexión sobre la creación y la encarnación y la mediación redentora de Cristo, y del dinamismo de la ontología trinitaria en base a las analogías, la Trinidad se convierte en senda beatificante para el hombre, camino de autorrealización personal y proyecto social, al configurar la relacionalidad un nuevo modo de ser, de conocer y de amar desde el cual despliega el ser humano su iconalidad trinitaria y desarrolla su humanidad. No obstante, dicha iconalidad ha de configurarse con la acción salvífica de la Trinidad si el hombre no quiere engañarse a sí mismo o perderse en tentaciones gnósticas.
A partir de aquí, no resulta difícil vislumbrar la significatividad existencial y social que puede tener la doctrina trinitaria como fuente y camino de autoestima y proyecto, convivencia y solidaridad. Además, el proyecto trinitario como senda hacia la felicidad humana ha de ser ya beatificante. La Escritura cuestiona todo planteamiento maniqueísta, afirmando la bondad de lo creado y poniendo en evidencia una teología del desprecio del mundo. Si bien toda felicidad tiende a infinitarse y es tensándose hacia la Felicidad como se saborean las felicidades, el eudemonismo agustiniano reconoce el valor y la sacramentalidad del gozo humano de esta vida, gozo en esperanza e «in Domino».
Discusión y cuestiones pendientes.
- Discusión. La reflexión agustiniana nos confronta con el problema de la imagen y experiencia de Dios y del hombre en la comprensión de la felicidad. Sus estudios del politeísmo clásico, del «monoteísmo» filosófico y hebreo, y de la Trinidad cristiana revelan para el Hiponense cómo una determinada comprensión de Dios configura un ideal propio de felicidad y una visión del hombre. Y viceversa, los ideales humanos pueden proyectar fácilmente una idea concreta de Dios, o incluso, rebelarse ante la misma.
- Preguntas abiertas. Desde aquí, surge la cuestión de la «autonomía», «heteronomía» o «teonomía» de la consecución de la felicidad, más acuciante aún a la luz de la doble secularización de la eudaimonía que conllevan la Modernidad y la Posmodernidad. La felicidad ¿es don o conquista? ¿tarea individual o social? ¿qué papel ha de jugar la política, el Estado, o la cultura en la consecución de la felicidad? Junto a estos interrogantes, cabe la discusión en torno al análisis agustiniano de la intencionalidad humana y la pregunta por el sentido, así como la escatologización o no de la bienaventuranza. ¿Hablar de Bienaventuranza no implica hablar de esa felicidad trágicamente esperanzada que denuncia Comte-Sponville? ¿Es posible una felicidad «in spe», una «mansio uiatoris» en expresiones de Agustín? Finalmente, ¿es la felicidad «un absoluto» a conquistar «a cualquier precio»? general
Salamanca, 1 de octubre de 2002
GRANDES OBRAS PUBLICADAS A PARTIR DELA TESIS
Secretariado Trinitario, Salamanca 2008
https://www.religiondigital.org/el_blog_de_x-_pikaza/felices-Dios-felicidad-Brotons_7_893980614.html Religión Digital 28.02.2008
Ernesto J. Brotóns, preparó conmigo, defendió después y publicó una tesis doctoral en teología, titulada Felicidad y Trinidad a la luz del De Trinitate de San Agustín (Secretariado Trinitario, Salamanca 2003).E. Brotons estudia y comenta de un modo exhaustivo los textos de San Agustín sobre la Felicidad (eudaimonia), partiendo de las fuentes bíblicas y griegas, demostrando que, en el fondo, San Agustín sólo buscó una cosa: ¡Ser Feliz!… Y sólo quiso una cosa: ¡Qué fuéramos felices! Agustín no fue un hombre de vida fácil, ni por su origen, ni por su forma de ser, ni por sus primeros pinitos religiosos (con los maniqueos, tristes por antonomaria), ni con por sus últimas tareas episcopales, en medio de un mundo que se derrumbaba..
Agustín No fue feliz del todo y tiene, además, teorís muy tristes sobre el pecado original, sobre la «masa condenada» y sobre otros temás que aún colean en la teología y en la vida de la Iglesia. Pero, a pesar de eso, en su raíz y en ideal, quiso ser feliz y así lo enseñó en su tratado sobre la Trinidad.
Por eso quiero desearos a todos, con el mejor San Agustín, que seaís felices en la raíz de vuestra vida, tanto o más que él.
Un famosísimo investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas me dijo un día que Jesús no pudo haber reído nunca, que no pudo ser feliz, porque estuvo rodeado de miseria. Le contesté que en el fondo Jesús reía siempre y que fue la irradiación de su felicidad lo que atrajo a muchos y les hizo ser con él cristianos, es decir, hombre ungidos por la felicidad (a pesar y en medio del hambre y dolor, como decían ayer las bienventuranzas). Tiene mala fama la felicidad en ciertos entornos cristianos. Quizá recordéis El nombre de la Rosa de U. Eco. Allí se supone que un monje (un cristiano) no pede “reir” y por eso en la gran biblioteca del cenobio se guarda y se cierra con siete llaves el pretendido libro De Risu (sobre la risa) de Aristóteles… y el que lo hace es precisamente un monje de Burgos. Pues bien, en contra de eso, la iglesia de Jesús quiere ser testimonio de felicidad en el mundo.
Desde ese fondo recojo los temas básicos del libro de Brotonos. Aportaciones de San Agustín
Heredero de los eudemonismos clásico y bíblico, Agustín es el primer gran teólogo cristiano que ha desarrollado explícitamente las claves de la eudaimonía(es decir, de la felicidad: del buen Daimón), comprendida como experiencia cristiana y tarea social. El tema de la felicidad juega un papel crucial a lo largo de toda su obra, con un sabor biográfico, místico y experiencial que va más allá de lo especulativo.
1. En él confluye el fin de la cultura antigua (una experiencia de muerte: termina la vieja ciudad de ese mundo) con la apertura de nuevos horizontes sociales y filosófico-teológicos y el comienzo de la nueva cultua cristiana en occidente. Asumiendo el neoplatonismo como instrumento conceptual, paradójicamente san Agustín desheleniza el helenismo, al introducir elementos insospechables, procedentes de la fe bíblica, judeocristiana, elementos que pueden abrir nuevos caminos de felicidad. La historia de occidente (que es el lugar donde ha muerto el mundo antiguo) tendría que haber sido una historia de felicidad. .
2. Su principal novedad radicará en la vinculación explícita del deseo humano de felicidad con la confesión de una Alteridad fundante y beatificante, personal y trinitaria, aspecto este último original y propio del obispo de Hipona, con el cual hace de la Trinidad cristiana la patria y la senda de la bienaventuranza. Desde el principio de su obra, el eudemonismo de Agustín se mueve en la dinámica del don y adquiere rasgos eminentemente teocéntricos y trinitarios, insistiendo en el carácter teologal, y no sólo psicológico, del anhelo de felicidad humano. El problema de la felicidad no es sólo del hombre, sino, ante todo, de Dios. Si existe Dios podemos ser felices, porque Dios es la máxima felicidad. El problema «Dios-felicidad» es el problema de la relación entre Dios y lo humano. Sólo podemos decir que hay Dios si somos felices. Los obispos sólo pueden ser testigos de Dios si ellos mismos son testigos de la felicidad.
3. Su obra de madurez, De Trinitate, es testigo privilegiado de esta intuición, en la que no sólo desarrolla el misterio de la beatitud divina y trinitaria, sino el carácter beatificante de la misma y su significatividad para el ser humano. El rostro de Dios que Agustín busca como su sumo bien y felicidad suprema es el rostro del Dios uno y trino, confesado por la fe cristiana, del Dios que es feliz en comunión e irradiación de vida. Por eso, la única prueba de que Dios es “trinidad” es la felicidad. Ser feliz implica vivir en comunión. Por eso, porque es feliz y para serlo, Dios es comunión de amor. De ahí el tema de la íntima relación entre felicidad y Trinidad motive y estructure el tratado De Trinitate.
4. A la luz de su comprensión de la economía salvífica (es decir, del camino de la salvación humana), especialmente de su reflexión sobre la creación y la encarnación y la mediación redentora de Cristo, y del dinamismo de la ontología trinitaria en base a las analogías, la Trinidad viene a presentarse como el hogar de la felicidad.
Dios es la Casa de la Felicidad y el camino beatificante para el hombre, camino de autorrealización personal y proyecto social, pues fundamenta un nuevo modo de ser, de conocer y de amar en felicidad. Los hombres podrían matarse, si fueran desdichados. El hecho de que viven es prueba de que son felicidad quieren serlo, como Dios. Dios es la ayuda y fundamento de la felicidad del hombre. No se puede hablar de Dios sin felicidad, es decir, sin salvación, sin plenitud, sin espeanza.
5. A partir de aquí, no resulta difícil vislumbrar la significatividad existencial y social que puede tener la doctrina trinitaria como fuente y camino de autoestima y proyecto, convivencia y solidaridad. Además, el proyecto trinitario como senda hacia la felicidad humana ha de ser fuente de felicidad. Por eso, San agustín ha superado el planteamiento maniqueísta (donde la vida es lucha entre el bien y el mal), afirmando la bondad de lo creado y condenando una teología del desprecio del mundo. Si bien toda felicidad tiende a infinitarse y es tensándose hacia la Felicidad como se saborean las felicidades, el eudemonismo agustiniano reconoce el valor y la sacramentalidad del gozo humano de esta vida, gozo en esperanza e «in Domino».
2. Discusión y cuestiones pendientes. A partir de aquí el tema se vuelve más complejo, como ha de ser en una tesis doctoral. Quien quiera saber más vaya a Zaragoza y pregunte en cualquier lugar por E. Brotons, especialamente en el barrio de la Pilarica (aora pueden ir por Plasencia, y pretuntar en la Catedral) . Allí le dirán por dónde anda y podrá hablar con él de la felicidad. Como anticipo técnico dejo tres cuestiones abiertas:
- Discusión. La reflexión agustiniana nos confronta con el problema de la imagen y experiencia de Dios y del hombre en la comprensión de la felicidad. Sus estudios del politeísmo clásico, del «monoteísmo» filosófico y hebreo, y de la Trinidad cristiana revelan para el Hiponense cómo una determinada comprensión de Dios configura un ideal propio de felicidad y una visión del hombre. Y viceversa, los ideales humanos pueden proyectar fácilmente una idea concreta de Dios, o incluso, rebelarse ante la misma.
- 2. Preguntas abiertas. Desde aquí, surge la cuestión de la «autonomía», «heteronomía» o «teonomía» de la consecución de la felicidad, más acuciante aún a la luz de la doble secularización de la eudaimonía que conllevan la Modernidad y la Posmodernidad. La felicidad ¿es don o conquista? ¿tarea individual o social? ¿qué papel ha de jugar la política, el Estado, o la cultura en la consecución de la felicidad? Junto a estos interrogantes, cabe la discusión en torno al análisis agustiniano de la intencionalidad humana y la pregunta por el sentido, así como la escatologización o no de la bienaventuranza. ¿Es posible una felicidad «in spe», una «mansio uiatoris» en expresiones de Agustín? Finalmente, ¿es la felicidad «un absoluto» a conquistar «a cualquier precio»?
- 3. Cuestiones pendientes. En definitiva, estas discusiones más concretas no son más que un reflejo de la labor que nos queda ahora por realizar, buscando el sentido de la actual problemática en torno a la felicidad y cuestionándonos en definitiva si es legítimo hablar hoy de la felicidad como experiencia cristiana y como tarea social. Esas cuestiones nos sitúan en medio de una problemática existencial y social muy importante para nuestro tiempo: sin un horizonte de búsqueda de felicidad, la vida humana tiende a apagarse. San Agustín planteó el tema en un tiempo fuerte de cambios. Nuestro tiempo exige una reflexión semejante a la suyas, pues la vida humana no se pede sostener únicamente sobre temas y tonos trágicos o de desesperanza.
- Sed felices, lo dice E. Brotóns: Una teología de la felicidad Religión Digital 30.05.2014)
- 30.05.2014
Ernesto J. Brotóns Tena, Dios y la Felicidad.Historia y teología de una relación, Secretariado Trinitario, Salamanca 2013, 812 págs. Ésta es la mejor historia y teología de la felicidad que conozco. . Está escrita por E. Brotóns, un teólogo en activo, que escribe el evangelio de la Vida de Dios con su vida, aunque sus libros (como éste) son muy buenos. Ernesto está empeñado en mostrar que el mejor camino de Dios es la felicidad, la de Dios (que es feliz siendo y creando), y las de los hombres, que están llamados a expresar en su vida la felicidad de Dios, siendo principio y causa de felicidad unos para los otros. Así le veis, en la foto que adjunto, además de la portada de su libro. Si queréis verle en persona pasaros por CRETA, en centro teológico de Zaragoza, o buscarle en su parroquia, con su gente, mondando siempre «tinglados» cristianos, con asociaciones de calle, con grupos de reivindicación y de protesta creadora, porque cree en Dios, porque cree en los hombres (ahora habrá que ir por Plasencia y preguntar por el obispo).
Al presentar este libro, quiero felicitarle a Brotóns por lo que es y lo que hace, y quiero recomendar a mis amigos libro. Quiero recordar también a mis amigos del Secretariado Trinitario, que se «aventuran» por felicidad a publicar libros como éste. El libro necesita publicidad, vale por sí mismo, pero he decidido presentarlo, para conocimiento de mis amigos y lectores, que me agradecerán el recuerdo, la invitación a leerlo. Buen día Ernesto, buena lectura, amigos de mi blog, si os decidís a comprar y/o sobre todo a leer este libro, que es quizá la mejor obra teológica hispana de los últimos años sobre el camino del hombre como felicidad de Dios.
Abriendo un camino en la experiencia cristiana, revelando a Dios como Felicidad, desde el Antiguo y Nuevo Testamento, pasando por la gran teología (representada por Agustín), y superando un tipo de secularización antiteísta de la felicidad antidivina, Brotóns ha realizado un ingente servicio, no sólo a la gran teología académica, sino a la visión más honda de la realidad cristiana. La base sigue siendo la antigua tesis doctoral, donde realizaba un análisis semántico, sociológico, histórico, filosófico y teológico de la felicidad desde san Agustín. Pero este libro es mucho que un desarrollo del anterior. Nuevo y esencial es su estudio de la felicidad en el pensamiento clásico de Grecia y Roma, y sobre todo su análisis más hondo del Antiguo y Nuevo Testamento, con el pensamiento posterior de la cristiandad antigua. En esa línea, durante muchos siglos ha podido parecer que la felicidad era un monopolio de la fe cristiana. Pero a partir de la Edad Moderna se ha dado una intensa secularización, con su aspecto positivo y negativo.
(a) Resulta positivo el redescubrimiento del valor humano de la felicidad, vinculada al despliegue de la naturaleza y de la vida humana. (b) Negativo el intento de crear una felicidad sin referencia alguna a lo divino, corriendo el riesgo de banalizarla y convertirla en objeto del mercado de consumo. Buena parte de la modernidad ha buscado y obtenido una felicidad “débil” y manipulada por los poderes fácticos, en especial por el dinero, un bienestar de compra/venta, que termina dejando a gran parte de los hombres en manos de su propia desventura, o de nuevos charlatanes y curanderos baratos de hetero- o auto-ayuda. Pues bien, en esa situación, para superar esta crisis moderna de intenso vacío y desencanto, Brotóns propone un camino de retorno a las raíces de la vida, recreadas por Jesús, elaborando un espléndido programa de recuperación y creación de felicidad, en clave humanista y cristiana. Escrito con ese fin, este trabajo no es sólo un estudio teórico (que lo es), sino un manifiesto práctico de vida colmada, pues, parafraseando una tesis muchas veces repetida, el hombre del siglo XXI deberá aprender felicidad o no será (se destruirá a sí mismo). Desde ese fondo propone Brotóns una teoría y pastoral cristiana de felicidad, aplicada sobre todo en ambientes universitarios y de militantes cristianos. No existe, que yo sepa, ningún otro trabajo de su hondura. Éstas son sus novedades principales:
- Brotons vincula explícitamente el deseo humano de felicidad y la confesión de una Alteridad fundante y beatificante. La felicidad viene del “otro”, y en concreto del Dios que nos ha hecho (para ser) felices, sobre fatalidad y destino, encarnándose en Jesús, para ofrecer y compartir con nosotros, de un modo gratuito, su propia felicidad divina (¡en la carne!).
- 2. La economía trinitaria es un despliegue de felicidad. El Dios en sí feliz se revela para hacer felices a los hombres. En esa línea, la vida humana se define como experiencia y despliegue de felicidad, pues si no fueran felices los hombres se negarían a vivir.
- 3. La Trinidad es un senda beatificante, pues el mismo Dios se ha encarnado (Jn 1, 14), para ser feliz en y con los hombres. En esa línea, el cristianismo va en contra de todo planteamiento maniqueísta, afirmando la bondad de lo creado, y rechazando todo desprecio del mundo y todo masoquismo victimista. Es evidente que Brotons no ha respondido a todas las preguntas, ni ha elaborado (por ahora) una teología definitiva de la felicidad, pero ha empezado a recorrer el buen camino. Ciertamente, siguen abiertas al fin de su obra muchas preguntas sobre el aspecto receptivo y activo de la felicidad, sobre su relación con la cruz (en amor) y con la riqueza, en un mundo de pobres. Queda la pregunta por la Iglesia como “experimento” de felicidad, con otros muchos temas y cuestiones, pero las fundamentales han sido ya aquí planteadas.
RECENSIÓN EN VIDA NUEVA13.06. 2014)(con temas del trabajo anterior de RD)
Ernesto J. Brotóns Tena, Dios y la Felicidad. Historia y teología de una relación, Secretariado Trinitario, Salamanca 2013, 812 págs.a
Ésta es, quizá, la obra más importante que existe en castellano (y otras lenguas) sobre la teología de la felicidad. Su autor, E. Brotóns, profesor y director del CRETA (Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragón), preparó y defendió conmigo, en la Pontificia de Salamanca, una extraordinaria tesis doctoral titulada Felicidad y Trinidad a la luz del “De Trinitate” de San Agustín (Salamanca 2003). Ya entonces pensó (pensamos) que sería bueno recoger algunas de sus aportaciones y reelaborarlas para un público más amplio. Pero los años han pasado y, en vez de condensar aquella obra, Brotóns ha decidido escribir partiendo de ella este espléndido tratado de conjunto sobre la felicidad cristiana.
Yo hubiera cambiado su título, poniendo simplemente Teología de la Felicidad (quizá con un subtítulo), pues de ella trata el libro, pues felicidad no es un motivo secundario, sino un tema troncal del pensamiento y la vida cristiana, y así como otros han escrito una Teología de la Liberación o de las realidades terrestres, se puede elaborar, y Brotons ha elaborado una espléndida teología de la felicidad, partiendo de la promesa del (AT) y del evangelio (NT), mostrando cómo Dios es felicidad para los hombres y los hombres han sido creados en Cristo para la bienaventuraneza.
Ésta es quizá la mejor definición de Dios: Felicidad para los hombres, Evangelio (Buena Nueva), no en otro lugar, otro planeta, ni tampoco más allá o después, sino en esta misma vida, en contra de aquellos que han querido convertirle en pura “ley”, absoluto metafísico o mentiroso dis-angelio (como pensaba Nietzsche). Abriendo un camino en la experiencia cristiana, revelando a Dios como Felicidad, desde el Antiguo y Nuevo Testamento, pasando por la gran teología (representada por Agustín), y superando un tipo de secularización antiteísta de la felicidad antidivina, Brotóns ha realizado un ingente servicio, no sólo a la gran teología académica, sino a la visión más honda de la realidad cristiana.
La base sigue siendo la antigua tesis doctoral, donde realizaba un análisis semántico, sociológico, histórico, filosófico y teológico de la felicidad desde san Agustín. Pero este libro es mucho que un desarrollo del anterior. Nuevo y esencial es su estudio de la felicidad en el pensamiento clásico de Grecia y Roma, y sobre todo su análisis más hondo del Antiguo y Nuevo Testamento, con el pensamiento posterior de la cristiandad antigua. En esa línea, durante muchos siglos ha podido parecer que la felicidad era un monopolio de la fe cristiana. Pero a partir de la Edad Moderna se ha dado una intensa secularización, con su aspecto positivo y negativo. (a) Resulta positivo el redescubrimiento del valor humano de la felicidad, vinculada al despliegue de la naturaleza y de la vida humana. (b) Negativo el intento de crear una felicidad sin referencia alguna a lo divino, corriendo el riesgo de banalizarla y convertirla en objeto del mercado de consumo.
Buena parte de la modernidad ha buscado y obtenido una felicidad “débil” y manipulada por los poderes fácticos, en especial por el dinero, un bienestar de compra/venta, que termina dejando a gran parte de los hombres en manos de su propia desventura, o de nuevos charlatanes y curanderos baratos de hetero- o auto-ayuda. Pues bien, en esa situación, para superar esta crisis moderna de intenso vacío y desencanto, Brotóns propone un camino de retorno a las raíces de la vida, recreadas por Jesús, elaborando un espléndido programa de recuperación y creación de felicidad, en clave humanista y cristiana.
Escrito con ese fin, este trabajo no es sólo un estudio teórico (que lo es), sino un manifiesto práctico de vida colmada, pues, parafraseando una tesis muchas veces repetida, el hombre del siglo XXI deberá aprender felicidad o no será (se destruirá a sí mismo). Desde ese fondo propone Brotóns una teoría y pastoral cristiana de felicidad, aplicada sobre todo en ambientes universitarios y de militantes cristianos. No existe, que yo sepa, ningún otro trabajo de su hondura. Éstas son sus novedades principales:
- Brotons vincula explícitamente el deseo humano de felicidad y la confesión de una Alteridad fundante y beatificante. La felicidad viene del “otro”, y en concreto del Dios que nos ha hecho (para ser) felices, sobre fatalidad y destino, encarnándose en Jesús, para ofrecer y compartir con nosotros, de un modo gratuito, su propia felicidad divina (¡en la carne!).
- La economía trinitaria es un despliegue de felicidad. El Dios en sí feliz se revela para hacer felices a los hombres. En esa línea, la vida humana se define como experiencia y despliegue de felicidad, pues si no fueran felices los hombres se negarían a vivir.
- La Trinidad es un senda beatificante, pues el mismo Dios se ha encarnado (Jn 1, 14), para ser feliz en y con los hombres. En esa línea, el cristianismo va en contra de todo planteamiento maniqueísta, afirmando la bondad de lo creado, y rechazando todo desprecio del mundo y todo masoquismo victimista.
Ciertamente, Brotons no ha respondido a todas las preguntas, ni ha elaborado (por ahora) una teología definitiva de la felicidad, pero ha empezado a recorrer el buen camino. Ciertamente, siguen abiertas al fin de su obra muchas preguntas sobre el aspecto receptivo y activo de la felicidad, sobre su relación con la cruz (en amor) y con la riqueza, en un mundo de pobres. Queda la pregunta por la Iglesia como “experimento” de felicidad, con otros muchos temas y cuestiones, pero las fundamentales han sido ya aquí planteadas. Once años atrás, cuando Brotons publicó su tesis (2003) le pedí que escribiera un breve Evangelio de la Felicidad. Él ha respondido con esta Teología de la Felicidad, que recibo con gran gozo y así la recomiendo a todos mis lectores. Pero creo que ha llegado la hora de que él escriba su Evangelio de la felicidad.
APENDICE. RICARDO DE SAN VÍCTOR, DE TRINITATE
Once años atrás, cuando Brotons publicó su tesis (2003) le pedí que escribiera un breve Evangelio de la Felicidad. Él ha respondido con esta Teología de la Felicidad, que recibo con gran gozo y así la recomiendo a todos mis lectores. Pero creo que ha llegado la hora de que él escriba su Evangelio de la felicidad.