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07 Feb Entrevista Iglesia en Plasencia: ‘Sinodalidad eclesial versus individualismo moderno’
Entrevista
Gabino Uribarri Bilbao
Sinodalidad eclesial versus individualismo moderno
Gabino Uribarri Bilbao, es un sacerdote Jesuita, Doctor en Teología por la Universidad Pontificia Comillas (1994), donde es catedrático desde 2007. Ha ocupado diversos cargos académicos, como Decano de la Facultad de Teología y de Derecho Canónico (2009-2015) y director de colecciones teológicas. Es autor de más de 300 publicaciones, incluyendo 15 libros, y ha dirigido nueve tesis doctorales. Miembro de instituciones como la Comisión Teológica Internacional (Santa Sede) y la Real Academia de Doctores de España, centra su investigación en Cristología, Escatología y la teología de J. Ratzinger. Es también evaluador y profesor invitado en prestigiosas universidades internacionales.
El pasado mes de diciembre, Gabino Uribarri hacía escala en nuestra diócesis para participar en la Formación Permanente del Clero, disertando sobre las ‘Demandas actuales a la Cristología’. Profesor ordinario de Teología Dogmática en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas (Madrid) y miembro de la Comisión Teológica Internacional (Roma), atendía a Iglesia en Plasencia para resolver algunas inquietudes e incógnitas que desgranamos a continuación.
-¿La modernidad va ligada inevitablemente al individualismo?
-El origen de la modernidad está ligado al descubrimiento del sujeto como el eje axial de la vida y del conocimiento, de la mano de Descartes. De ahí que el centramiento en el sujeto individual sea una marca distintiva de la modernidad.
-¿Cómo afecta ese individualismo en el contexto sinodal por el que apuesta la Iglesia?
-La palabra sínodo procede syn-odos. La preposición «syn» significa «con». Y «ódos» quiere decir «camino». Así, sínodo significa literalmente «caminar juntos». El creyente cristiano lo es porque pertenece y forma parte de una comunidad. Esta forma de auto comprenderse choca con el individualismo. En este sentido es una sana terapia, que nos ayuda a salir de la trampa de creernos seres aislados. No podemos vivir ni ser felices sin relacionarnos con los demás. Juntos es como mejor podemos afrontar las cuestiones que nos salen al encuentro en la vida.
-Ese individualismo, ¿en qué se traduce en la vida diaria de las personas, por un lado, y en la de los sacerdotes, por otro?
-El exponente máximo del individualismo se percibe en las situaciones más extremas, cuando también se advierten sus límites. Cuando se pierde el trabajo o se cae en enfermo o se vive una frustración grande o se entra en una depresión aguda, ¿se ha de afrontar solo? En esas circunstancias necesitamos que alguien nos arrope, nos sostenga, nos anime, nos acompañe con paciencia, sabiduría y cariño. El individualismo en el imaginario social se asocia a las figuras de los triunfadores y los héroes, que, por su peripecia y valor, consiguen estar en lo alto de la pirámide social: en el deporte, en las finanzas. Sin embargo, la mayoría estamos en la zona media o baja de la pirámide. Solos no podemos con las fatigas ordinarias.
No conozco bien el mundo diocesano; en este ámbito hablo muy de oídas. Creo que hay bastante dificultad en acordar y mantener líneas comunes de acción, mediante consenso. Si cada obispo en su diócesis corre el peligro de actuar como un monarca absoluto, este peligro se repite a su nivel con los párrocos en las parroquias. También hay algunos sacerdotes que no escuchan suficiente a sus feligreses, en calidad y en cantidad.
-¿Qué desafíos o retos tiene la Iglesia frente a ese proceso? ¿Cómo afrontarlos?
-No se puede ser cristiano sin ser Iglesia. Me parece que el desafío está en mostrar que este aspecto es una ganancia para el individuo. Evidentemente la relación con Dios es personal e intransferible. Pero su lugar adecuado es la Iglesia. Con el individualismo tendemos a pensar que mi relación con Dios es asunto exclusivamente mío. En la perspectiva cristiana eso no es así. La Iglesia es madre en la fe, que nutre, alimenta, corrige, encauza, discierne, empuja, anima, sostiene, fortalece, enriquece.
-¿Qué caminos seguir para seguir llevando la creencia religiosa a la sociedad?
-De lo que hoy en día hay más sed es de espiritualidad. Por eso estimo que como Iglesia debemos hacer un gran esfuerzo para ofrecer la espiritualidad cristiana en todos los ámbitos de Iglesia: parroquias, colegios y universidades, cofradías y hermandades, monasterios y conventos, santuarios, etc. Además, dentro de la espiritualidad cristiana se dan variedad de estilos, de formas de oración. Esto permite que cada persona encuentre lo que más le ayude en su momento vital: más silencio o más presencia de la lectura orante de la Escritura o más canto o más contacto con los grandes maestros de espiritualidad. En general, la música es un cauce privilegiado, como también lo son el arte y la imagen.
-Si Jesús naciera hoy en día… ¿Cómo haría llegar sus enseñanzas? ¿Quién sería/es su principal enemigo?
-Nunca me he planteado en serio estas preguntas. Así es que, siendo sincero, lo primero que tengo que decir es que no tengo la menor idea. Arriesgando, diría que Jesús no dejaría de lado todo lo narrativo, como sucede con las parábolas, unido al ejemplo del testimonio coherente de vida con signos claros, como fueron los milagros o las comidas con los pecadores. Los principales enemigos de Jesús fueron lo que tenían una imagen de Dios en la que la novedad de Jesús no encajaba, por sus críticas al sistema sacrificial del Templo y su conducta libre ante la Ley. Me imagino que la rigidez, que se puede personificar en muchos tipos de personas, sería un obstáculo grande para descubrir a Jesús.