El órgano mayor de la SI Catedral vuelve a brillar en una ceremonia de gran calado lírico e histórico

El órgano mayor de la SI Catedral vuelve a brillar en una ceremonia de gran calado lírico e histórico

Con una enorme presencia de gente, con nuestro obispo, Monseñor don Ernesto Brotóns, al frente; Monseñor don Ciriaco Benavente, Obispo Emérito de Albacete, el Cabildo Catedralicio, sacerdotes y miembros de la curia diocesana, autoridades y asociaciones particulares, el órgano mayor de la SI Catedral de Plasencia volvía a sonar para gloria de Dios y para regocijo de los presentes con un concierto a través de la organista checa Lucie Žáková, que fue presentada por don Eugenio Amaro, organista de la Seo. Han sido cuatro meses en los que el maestro organero José Antonio Azpiazu se ha encargado de restaurar el instrumento, como ya hiciera su padre hace cuatro décadas. La restauración ha supuesto un considerable esfuerzo económico y, además, también se ha dado un repaso y afinación al órgano «positivo» que hay en el coro de la Seo. Los trabajos principales han consistido en arreglar la larga lista de averías que necesitaban de su reparación debido al desgaste natural por el uso y el paso del tiempo, así como la falta de respuesta de los teclados por deterioros en las conexiones y en las válvulas, algunas rotas; el deterioro de los fieltros que las recubren; la falta de respuesta de las conexiones eléctricas; o el acartonamiento y resquebrajamiento del cuero y pieles que recubren los ‘secretos’ y fuelles, entre otros. Don Miguel Ventanas, Precepto de Música de la catedral fue el encargado también de enumerar los arreglos y de hacer un repaso por la historia del órgano.

Antes de ello, don Jacinto Núñez Regodón, Deán de la SI Catedral, y Vicario General de la Diócesis placentina, se encargo de realizar la introducción, señalando que «estamos muy contentos de recuperar este órgano mayor de nuestra Catedral en cuya restauración el Cabildo ha puesto interés, dedicación, dinero y, sobre todo, ilusión. El órgano conocido como instrumento rey está asociado de modo especial a la liturgia de la iglesia latina, capaz de crear un sinfín de sonidos y de construir por medio de conjuntos musicales sublimes, se convierte en un medio privilegiado para hacer que la liturgia pueda cumplir su sacratísima función, es decir, hacer que la asamblea se sienta transportada de la tierra al cielo. De modo que la música de aquí se confunda con la música celestial, donde los ángeles y los santos cantan y alaban el nombre santo de Dios».

Tras la presentación, con sumo virtuosismo, la prestigiosa organista checa afincada en España Lucie Žáková fue la encargada de deleitar los oídos de los asistentes con un concierto basado en autores españoles de los siglos XVIII y XIX, aunque también alguna pieza de autores extranjeros (Franz J. Hayden).

Monseñor Brotóns fue el encargado de cerrar el acto destacando la importancia de la música («y la música de órgano») en la liturgia, donde «encuentra en la liturgia su espacio y ámbito más íntimo, más profundo, su significado más relevante», señaló, haciendo un repaso de su importancia a través de la historia de la propia Iglesia.

Por la riqueza de sus palabras, a continuación les ofrecemos completa la alocución de don Ernesto Brotóns que puso el broche de oro a un acto único e inolvidable.

INAUGURACIÓN RESTAURACIÓN ÓRGANO MAYOR DE LA CATEDRAL

Queridos hermanos y hermanas, buenas tardes

Estimados sr. Deán, Cabildo de la catedral, Prefecto de Música, Sra. Concejala de Cultura, Organista… Permitidme un saludo especial a D. José Antonio Azpiazu Mateos y a Dña. Lucie Žáková, a quienes hoy, sobre todo, debo felicitar y agradecer, sin ninguna duda, su buen hacer.

Si hace 104 años, fue un maestro de Azpeitia, de la casa Eleizgaray, quien construyó el órgano mayor de nuestra catedral, hoy es otro maestro organero, de la misma tierra, D. José Antonio, quien ha asumido su restauración y puesta a punto, siguiendo, precisamente, los pasos de su padre, quien afrontó esta misma labor hace unos cuarenta años, siendo entonces Prefecto de Música D. Román Gómez Guillén. Felicito al Cabildo por el reto de afrontar esta tarea y, por supuesto, a D. José Antonio por la restauración realizada, cuyo resultado hemos podido apreciar, magníficamente, por cierto, de la mano de la maestra Lucie, restauración que no solo ha sido realizada con precisión y sabiduría, sino, sobre todo, me atrevo a intuir, con emoción, cariño y amor.

Benedicto XVI, como todos sabéis, gran amante de la música, destacó una y otra vez la capacidad de este arte para abrir un boquete de esperanza en el corazón herido, para elevar el alma y el corazón del hombre hacia lo Alto, hacia el Bien y la Belleza con mayúscula. “Nos encontramos [proclamaba] frente al misterio de la belleza infinita que nos hace experimentar la presencia de Dios de una manera mucho más viva y verdadera de lo que podrían hacernos sentir muchas homilías”. “Nos arrebata a lo celestial”, dirá Sto. Tomás a propósito, precisamente, de la música de órgano, que, como hemos escuchado, conjuga genialmente delicadeza y fuerza, recogiendo así tras sus registros múltiples sentimientos y emociones. El mismo Concilio Vaticano II hará suya esta convicción: “Téngase en gran estima en la Iglesia latina el órgano de tubos, como instrumento musical tradicional, cuyo sonido puede aportar un esplendor notable a las ceremonias eclesiásticas y levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales”.

Por eso, la música, y la música de órgano, encuentra en la liturgia su espacio y ámbito más íntimo, más profundo, su significado más relevante. De hecho, siempre ha tenido un lugar central en la liturgia cristiana. Como del silencio, necesitamos de su lenguaje para entrar en sintonía con la belleza de Dios, para descubrir su presencia. Sumergirnos en sus notas nos dispone a la escucha. Es más que un mero adorno, es lenguaje, diálogo, de amor y adoración. En la liturgia, nos recuerda el Vaticano II, la música no es un mero elemento decorativo; es un ministerio.

Y es que, allí donde no llegan las palabras, llega la música. Existe un parentesco misterioso y profundo entre la música y la esperanza, entre el canto y la vida eterna, entre la música y el encuentro y la fiesta, entre la música y las experiencias fontales del amor y del dolor.

Cuando el hombre alaba a Dios, la simple palabra no es suficiente. Y, por ello, pide ayuda al canto, a los instrumentos… Y la música escondida de la creación se despierta. Y Dios también habla en y a través de notas y pentagramas. De ahí, en palabras estas últimas del papa Francisco, ese parentesco entre el músico, el intérprete, el organista y el lector de la Palabra de Dios.

Por ser testimonio de la profundidad de la Palabra de Dios que toca el corazón de las personas, la música se convierte en instrumento privilegiado de la evangelización; nos acerca a las personas, une a los pueblos.

Termino de nuevo, felicitándoos por la gran labor realizada. Gracias de verdad y de corazón. Que el eco de este órgano mayor de nuestra catedral nos permita sumergirnos en la armonía de la voz de Dios y nos haga a todos signos e instrumentos de la sinfonía de la fraternidad universal.

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