
19 Mar Editorial de Iglesia en Plasencia: ‘Perdón’
Perdón es la remisión de la pena merecida. Por su etimología implica la idea de una condonación, pasar por alto algo que se debe dar. El perdón es en sí mismo una injusticia, pues conlleva la renuncia a algo que, en justicia, era merecido. Lo que se debe no desaparece, es pasado por alto. El perdón de los pecados no conlleva declarar bueno la maldad cometida, sino que implica que el mal es vencido por el bien.
El pecado es una ofensa a Dios, un mal uso del regalo de la libertad. Es una atrofia de la dignidad de hijo de Dios. Un no tomar en serio la Encarnación y alterar la imagen de hijos de Dios que él ofreció con su vida y su predicación del Evangelio. Por eso, el perdón de los pecados es una acción propia del Jubileo de la Encarnación.
Reconciliarse es volver a formar parte de la comunidad. Pues el pecado conlleva una ruptura con la comunidad de los creyentes en Jesucristo. Por eso, la petición de perdón implica una manifestación exterior y no puede consistir únicamente en un arrepentimiento interior. Como el pecado desvaloriza a la comunidad, el perdón también se ha de recibir dentro de una estructura comunitaria, como es un sacramento.
Dios, que es misericordioso, es quien perdona. Olvida el mal cometido contra él y ofrece la capacidad de restaurar la dignidad que había sido perdida. Nadie puede alcanzar por sí mismo la restitución del mal que ha realizado. El perdón de los pecados es una acción propia de Dios.
Olvidar el pecado no es sinónimo de perdón. Es más bien pasar por alto el pecado con la intención de no aplicar la condena que la injusticia merecería. El perdón divino recibido en el sacramento implica la restauración de daño recibido por el mal realizado, no su ocultamiento.
Nadie puede alcanzar el perdón, pero Dios siempre lo ofrece en el sacramento de la penitencia. Los sacerdotes ofrecen el perdón divino porque Jesús dijo a sus discípulos: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados.» (Jn 20, 23). El Jubileo implica el reconocer que Jesucristo mediante su muerte en cruz ha alcanzado para toda la humanidad el perdón.