Don Ernesto apela a los sacerdotes a «experimentar la alegría de sabernos amados por Dios»

Don Ernesto apela a los sacerdotes a «experimentar la alegría de sabernos amados por Dios»

La Diócesis de Plasencia celebra este jueves la Festividad de San Juan de Ávila, patrón de los sacerdotes, y lo hace disfrutando del ministerio con un día festivo en el que participaron una parte importante de los curas diocesanos llegados desde distintas parroquias.

A las 11 horas, la Catedral Antigua (Santa María), acogía una charla a cargo de don Santiago Guijarro Oporto, catedrático de Nuevo Testamento en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca. El acto se celebró bajo el título «Rasgos fundamentales del ministerio apostólico según el Nuevo Testamento».

A las 12.30 horas, la SI Catedral acogía la Eucaristía celebrada por nuestro Obispo, Monseñor don Ernesto Brotóns, y concelebrada por Monseñor Ciriaco Benavente, Obispo Emérito de Albacete, y por Monseñor José Javier Travieso, obispo titular de Tubusuptu y Vicario Apostólico de San José del Amazonas, en Perú. En el acto estuvieron presentes también miembros de la Curia Diocesana de Gobierno y del Cabildo, junto a más de medio centenar de sacerdotes.

Fue un momento para celebrar las Bodas de Oro en su sacerdocio de don Victoriano Ruiz Sánchez-Porro, y de don Luciano Alberca García, y las de Plata del Padre Roberto Casillas Arriaga. Además, también se quiso recordar la figura de los hermanos fallecidos este año: Fray Jaime Frau Vicens, don Emilio Bravo Jiménez, don José Martín Hernández y don José Gómez Gómez.

En su homilía, Monseñor Brotóns, tras glosar la figura de San Juan de Ávila que, «como a nosotros, le tocó vivir un momento de crisis y transformación de la Iglesia» y que con «un corazón de madre», vivió «amando a los sacerdotes, y trabajando para que respondieran a la necesidad de transformación en su tiempo», quiso insistir en su deseo de que «experimentemos siempre la alegría de sabernos amados por Dios… como somos y como estamos. Dejarnos tocar por el amor de Dios, que nos cambia y nos transforma la vida». Por esa razón «demos gracias al Señor por su amor, por su llamada y por la grandeza de lo que nos ha confiado, su propio hijo, la fe y el Evangelio y no para guardarlos sino para ofrecerlos y darlos», destacando la importancia de caminar todos juntos.

Dejó también claro que «nuestros méritos son sus dones» y pidió a los sacerdotes «hacer todo lo posible por las Vocaciones», antes de infundirles «ánimo en la Misión».

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