Diego Zalbidea González: “Sostiene más y mejor quien está agradecido”

Diego Zalbidea González: “Sostiene más y mejor quien está agradecido”

Con motivo de su presencia en la Cátedra San Juan Pablo II y en la Formación Permanente del Clero para la Zona Norte, entrevistamos a don Diego Zalbidea González, sacerdote y profesor de Derecho Patrimonial Canónico en la Universidad de Navarra y coordinador académico del programa piloto sobre Corresponsabilidad Parroquial de la CEE. Precisamente, ‘Avanzando en Corresponsabilidad y en Autofinanciación’, fue el tema objeto de ambas charlas.

Dentro de esos conceptos, la ‘X’ de la Iglesia en la Declaración de la Renta cuya campaña hoy comienza, juega un papel muy importante.

Pregunta (P): Don Diego. Hace poco llegó a nuestras manos un libro publicado por el propio Secretariado para el Sostenimiento de la Iglesia en el que insiste en la figura y en el papel del ‘discípulo agradecido’. ¿Podría ahondar en esta figura?

Respuesta (R): Sí, con mucho gusto. Cuando nos preguntamos qué es lo que caracteriza a un cristiano comprometido y entregado, la experiencia ha demostrado con rotundidad que las personas más generosas son las más agradecidas. En el fondo lo vemos reflejado en Jesús: justo antes de entregarse completamente, dio gracias y partió el pan. La gratitud es el mejor caldo de cultivo para los dones y el compromiso.

(P): ¿Qué papel juega el laico en ambas materias: Corresponsabilidad y Autofinanciación?

(R): Los laicos tienen el mismo derecho que los demás fieles a sostener la Iglesia. Nadie puede considerarse de segunda categoría. El sostenimiento económico es sólo una parte muy pequeñita del sostenimiento de la Iglesia. Sostener la Iglesia significa sostener su Misión. Quién sostiene a la Iglesia es Dios, pero nos regala la posibilidad de poner nuestras vidas al servicio de esa misión y eso se realiza en cada instante de nuestro caminar diario. La colaboración económica puede ser más visible o contable, pero es una parte residual y que tiene que ser consecuencia de todo lo demás que compartimos: nuestras cualidades, nuestro tiempo y nuestra oración.

(P): En qué momento estamos en ambos conceptos en España.

(R): Como la iglesia funciona con presupuestos anuales, se podría decir que la autofinanciación está asegurada. De hecho, la Iglesia gasta lo que ha conseguido gracias a la generosidad de tantos fieles. Obviamente, si hubiera más recursos, también serían utilizados. Siempre tendremos poco para desarrollar todo lo que el Espíritu Santo inspira a la Iglesia. Por eso, me parece que se puede hablar sin miedo de autofinanciación. El hecho de que por la Asignación Tributaria recibamos una partida de recursos cada año lo único que significa es que hay contribuyentes que, libremente y como parte de la democracia, deciden que una parte de sus impuestos vaya libremente a la Iglesia. Respecto a la corresponsabilidad pienso que estamos en un momento apasionante. Hay muchos fieles recibiendo formación específica que ofrece la Conferencia Episcopal sobre corresponsabilidad y su respuesta no ha podido ser más positiva. Al mismo tiempo se aprecia que hay muchos dones que la Iglesia no está recibiendo porque los propios fieles no saben que los tienen. Pienso que ahí tenemos un gran campo para crecer: ilusiona mucho pensar en cómo se multiplicará la misión de la Iglesia si ayudamos a los fieles a descubrir esos dones escondidos pero tan valiosos.

(P): De ambos conceptos (Corresponsabilidad y Autofinanciación), ¿cuál es más importante?

(R): Pienso que la autofinanciación es una parte de la corresponsabilidad, por lo tanto, creo que lo primero es la corresponsabilidad porque, además, tiene otras manifestaciones. La dimensión económica es una parte muy pequeña. Además, creo que siempre viene al final. Cuando intentamos promover la corresponsabilidad lo hacemos conscientes de que servirá también para lo económico, pero no es lo que más nos interesa. Nos interesa que los fieles experimenten un profundo agradecimiento a Dios, y como fruto de esa gratitud se comprometan total y libremente. Ojalá que llegue pronto el momento en que los fieles comprueben que la Iglesia valora sus dones, su capacidad de ser protagonistas de la misión.

(P): El tiempo que llevan trabajando, ¿cuál está siendo la respuesta?

(R): Podría decir que excelente. Quizá este movimiento empieza ahora en muchos sitios, pero tiene un auge muy fuerte en los noventa en EEUU. Yo personalmente he descubierto después con sorpresa y agradecimiento que los Obispos españoles ya hicieron en 1988 una instrucción maravillosa sobre la corresponsabilidad, que me parece profética. La realidad es que los efectos se están notando muchísimo. De hecho, algunas personas de EEUU que están ayudando al Secretariado están impresionadas por cómo está avanzando la corresponsabilidad y por el entusiasmo que despierta en los fieles.

(P): En ese proceso, ¿la Iglesia debe plantearse desprenderse de Patrimonio?

(R): En primer lugar, es de justicia agradecer la ayuda tan generosa de los fieles para sostener el patrimonio. Me gusta pensar que son tan generosos porque consideran que el patrimonio es un regalo de generaciones pasadas y no es algo que les pertenece solo a ellos, sino a toda la Iglesia, presente y futura. Además, mucha gente ha colaborado en su construcción y conservación. Tratar de vender esos bienes y destinarlos a otras finalidades es no percibir la herencia recibida como un don sino como una carga. Por eso, en la medida en que sea posible, contando con la generosidad de los fieles y la ayuda de las administraciones, ilusiona soñar con seguir prestando un valioso servicio a la sociedad y a toda la Iglesia.

(P): Se percibe una función de la Iglesia como responsable de la custodia de ese patrimonio.

(R): En realidad, las personas jurídicas públicas en la Iglesia son las titulares de los bienes y por eso se les ha encargado su custodia para que estén siempre disponibles para su misión. La Iglesia cuida de esos bienes y trata de ponerlos al servicio de los fieles y del culto, fundamentalmente, pero también de toda la sociedad y, en la medida de lo posible, lo hace gratuitamente. Por visitar algunos bienes de interés religioso y artístico se cobra una entrada en los horarios que no son de culto, pero en la mayoría de los casos la entrada es gratuita.  A veces, el único bien histórico de una población es su parroquia y tiene un valor notable. Por eso pienso que lo primero es agradecer todo el compromiso de muchos fieles y agradecer la herencia recibida, el legado de tanta cultura, tanta maravilla puesta al servicio no sólo de los católicos sino de toda la sociedad. Esos bienes atraen muchas veces turismo y generan riqueza de todo tipo, no precisamente para la Iglesia. Lógicamente, eso es compatible con el hecho de que tenemos que valorar las necesidades en concreto, dar prioridades y quizá alguna vez haya que desprenderse de algún bien, pero en la medida de que podamos conservarlo es parte de una herencia de fe, una herencia de cultura que las generaciones futuras agradecerán porque creo que cada vez se valorarán más y no sólo en términos económicos sino culturales, espirituales y humanos, mucho más ricos que lo puramente económico.

(P): En su exposición, habla de que es un camino a largo plazo. ¿Cómo de largo?

(R): En realidad no tiene término y vamos a estar siempre creciendo en corresponsabilidad porque frente a la bondad divina siempre habrá margen para agradecer y corresponder a todas esas gracias. En la medida en que nos hacemos más agradecidos, Dios nos da más dones y eso no tiene término. Puede darse un crecimiento infinito. Por eso no hay que inquietarse si los frutos tardan en aparecer. Lo nuestro es sembrar.

(P): En todo este proceso, ¿cuál es el grado de importancia del sacerdote?

(R): El sacerdote tiene tanta importancia en esto como cada uno de los fieles. Le corresponde ciertamente un papel de servicio a la comunidad para inspirar a la corresponsabilidad y ese servicio, ese liderazgo que la Iglesia le pide, se concreta en parte en que sea muy agradecido. A través del agradecimiento ayuda a los fieles a discernir todo lo que ya hacen por la Iglesia, que es maravilloso. A la vez les muestra que pueden hacer más, que tienen dones que van a ser bien recibidos. La labor del párroco es prepararse para una nueva efusión de dones que van a venir en la medida en que impliquemos a los fieles en la corresponsabilidad, pues ellos van a querer dar muchos dones y hay que estar preparados para recibir tanto tiempo, cualidades y tanta oración que van a venir a la Iglesia.

(P): Alguien se podría quedar sólo con el concepto económico.

(R): Sí, por supuesto, es totalmente lógico. La colaboración económica debería ser una consecuencia de un proceso de conversión donde en lugar de mirar lo que yo tengo que hacer miro, sobre todo, lo que Dios puede hacer, y de hecho hace continuamente, por mí. Trato de corresponder a esa generosidad porque en el fondo descubro que es fuente de una gran alegría para Dios y quiero vivir inmerso en ese gozo infinito. Por eso, las palabras del sacerdote antes de la Consagración, cuando dice “dando gracias, lo partió” nos muestran la generosidad de Jesucristo. Nosotros pensamos que cuando damos algo lo perdemos. Si lo doy, ya no lo tengo yo, pero Jesucristo cuando da su vida se da cuenta que no la pierde, al contrario, la gana. Y gana nuestra libertad y con ella la posibilidad de recibir nuestro amor. A nosotros nos parece poco, pero para Dios es algo inmenso y que le llena. Por eso compartir sus dones es, probablemente, lo que hace más feliz a las personas.