Día del Seminario

Día del Seminario

 

«Sacerdotes al servicio de una Iglesia en camino» es el lema que centrará este año el Día del Seminario. En nuestra diócesis se celebra el domingo 20 porque no es festivo el 19, día de San José.  Entrevistamos a nuestros diáconos Francisco José Parejo (F) y Miguel Ángel Palacios (M).

-¿Qué te parece el lema de este año?

F: Creo que es un lema para pensar, para reflexionar lo que es y debe ser siempre la vocación de todo sacerdote: Servicio. Es una llamada de atención para centrar nuestra labor dentro de la Iglesia que nunca ha dejado de caminar, de estar al lado, haciéndose prójima de todos los seres humanos a lo largo de estos dos milenios y que seguirá haciéndolo hasta el final de los tiempos.

Un sacerdote que no esté al servicio de las gentes, de las comunidades a la que ha sido enviado, pierde lo esencial de sí mismo. Porque el servicio forma parte esencial del ser del propio sacerdote. Y esto no es por iniciativa propia, sino porque se es llamado a ello. Cristo mismo nos llama a servir como Él lo hizo, hasta el extremo.

M: Un bello lema que quiere reflejar la necesidad de los sacerdotes en la Iglesia. Este año que ponemos el acento en la Iglesia como Sínodo, como camino común de todos los bautizados, no puede faltar nuestra oración por los sacerdotes que sirven al Pueblo Santo de Dios para que, como dice la plegaria de ordenación, “por su predicación y con la gracia del Espíritu Santo, la palabra del Evangelio dé fruto en el corazón de los hombres, y llegue hasta los confines del orbe”.

-¿Cómo celebrarás este día?

F: Este año la vivencia será muy diferente a las que he vivido anteriormente como seminarista pues lo pasaré prestando mi servicio a las comunidades en las que estoy destinado, en la Unidad Pastoral de Orellana-Madrigalejo o en otras comunidades donde haga falta, como estos domingos en los que me he tenido que acercar a Retamosa de Cabañas, Roturas de Cabañas y Navezuelas, pues el párroco que es extranjero, está en su país de origen. Intentaré vivir este día prestando mi servicio donde más falta haga. Además San José es mi Copatrono personal. Así que siempre es un día dichoso para mí.

M: En primer lugar, orando por las vocaciones al sacerdocio. Este año será especial al ser el primero fuera del seminario, por eso el lugar para orar por ello será la Parroquia de Guareña, donde celebraremos solemnemente a San José, Patrón de los Seminarios. 

-¿En qué consiste tu labor diaconal en nuestra diócesis desde que fuiste ordenado en octubre de 2021?

F: Presto mi servicio como diácono en la Unidad Pastoral de Orellana Madrigalejo, echando una mano D. Eugenio Albalate, que es el párroco, y a D. Edwin Alejandro Jiménez, que es el vicario. Atendemos 5 pueblos: Orellana la Vieja, Madrigalejo, Acedera, Vegas Altas y Orellana de la Sierra. Tengo asignadas de forma fija diversas actividades pastorales a lo largo de la semana: Acompaño como catequista a un grupo de niños que recibirán la Comunión este mayo, a otro junto con D. Alejandro de niños que han empezado este año las catequesis de Iniciación Cristiana. Acompaño a dos grupo de jóvenes que se confirmarán, Dios mediante, también en mayo. Soy el responsable de la Pastoral de la Salud de Madrigalejo, visito y llevo la Comunión a todos los enfermos que así nos lo han solicitado y acompaño a las visitadoras cuando hace falta. Dos tardes en semana, los lunes en Madrigalejo y los jueves en Orellana la Vieja, expongo el Santísimo Sacramento y después realizo en dichas comunidades una celebración de la Palabra con Comunión. Acompaño también a un grupo de adultos que se reúnen cada 15 días en el que intentamos revisar nuestras vidas a la luz de la Palabra de Dios. Por supuesto participo como diácono en la Eucaristía de cada día, donde puedo proclamar el Evangelio y predicar, y de forma especial en la Celebración Dominical También como diácono soy ministro del sacramento del Bautismo y he tenido oportunidad de administrarlo ya varias veces a niños entre 3 y 10 años. Y he realizado exequias cuando ha sido necesario. Pero el estar en una Unidad Pastoral con 5 pueblos supone estar en un continuo “estado de guardia” para cubrir las urgencias que se vayan presentando, pues D. Alejandro está en Madrid estudiando casi toda la semana, por lo que hay un solo sacerdote para los 5 pueblos entresemana, lo que supone no tener nunca un horario fijo. Lo que me supone una gracia para estar siempre dispuesto a servir donde haga falta.

M: Me gustaría intentar explicar mi vida y ejercicio del ministerio desde las funciones litúrgicas que se observan en la Eucaristía. En primer lugar ser diácono consiste en ataviarse las vestiduras festivas, que son el la estola cruzada y la dalmática, y que nos recuerdan que nos revestimos del mismo Cristo para servirle, configurando nuestra vida con Él, quien es Siervo de la humanidad. Este servicio lo ejerzo de forma concreta en la Parroquia de Guareña en la que me destinó don José Luis. En segundo lugar, el diácono en la Misa pide la bendición al sacerdote para proclamar el Evangelio y, tras la predicación, eleva las súplicas en el momento de las peticiones. El hecho de pedir la bendición me recuerda que soy enviado por el Señor para servir y para de forma especial proclamar el Evangelio a un mundo que lo necesita. En la parroquia, tengo dos responsabilidades que me recuerdan que estoy al servicio de la Palabra de Dios: los dos grupos de la Escuela de Biblia, donde nos ponemos a la escucha del Maestro, y la coordinación de once grupos de catequesis de confirmación en colaboración con el equipo de catequistas, quienes me enseñan mucho con su entusiasmo por que los adolescentes conozcan y se acerquen cada día más al Señor. En tercer lugar, todo lo relativo a la liturgia eucarística: el diácono prepara el altar con los dones del Pueblo de Dios, haciendo la mezcla del agua y del vino; eleva el cáliz en la doxología; invita al rito de la paz; reparte la comunión; recoge el altar y, finalmente, despide a la asamblea. Ser ministro  ordenado es preparar lo mejor para el Señor, elevándole de forma confiada la oración por el pueblo, como hacemos con el rezo de la liturgia de las horas, y llevándole a Él a aquellos que más lo necesitan. Todo esta conjunto de acciones eucarísticas se prolongan de diferentes maneras: con la oración ante el Santísimo, al llevarle la comunión a los enfermos junto al grupo de la Pastoral de la Salud y también en la caridad prolongada y en la fe manifestada públicamente, como se muestra en la labor de Cáritas y de las Cofradías. Ser diácono es por tanto confiar plenamente en que el Señor acompaña mi ministerio para poder servir mejor en su nombre.

-¿Qué balance harías de esta etapa hacia tu ordenación sacerdotal?

F: Hasta el momento de hoy solo puedo decir que me siento muy feliz, lleno de gozo. Primero por poder salir de mí mismo y tener la oportunidad cada día poder poner al Señor siempre delante por medio de todos los que forman las comunidades en las que estoy. Que es lo que siempre ha anhelado mi corazón. Es un continuo estar y aprender a escuchar al Señor, orando y estando con Él, escuchando a la gente y estando con ellos, sobre todo con los enfermos y más pequeños, pues son éstos los que más palpable, tangible hacen la presencia del Señor en nuestras comunidades, y con ellos es donde más fuerza cobra sentido el servicio de un diácono que quiere ser sacerdote: Querer acercar a la gente al Señor. Llevarles ese mensaje de Amor de Dios por cada uno de nosotros como lo hizo el mismo Jesucristo.

 

M: Están siendo los mejores cinco meses de mi vida porque siento que de verdad estoy viviendo en la vocación para la que el Señor me ha llamado. Sabía que esto era algo grande, pero nunca lo había imaginado así, de forma tan desbordante: he descubierto como el Señor me acompaña, sacando de mí lo mejor, moviendo en mí la creatividad para anunciar el Evangelio, capacitándome para dejar al lado los miedos y centrarme solo en Él, para servir así mejor a los demás. Es muy bonito sentir que este ministerio no lo ejerce uno solo, sino que lo ejerce acompañado. Doy gracias a Dios, en primer lugar, por permitirme compartir este ministerio ya cercano al sacerdocio junto a don Ismael Pastor, con quien estoy aprendiendo a ejercer como pastor en el nombre de Cristo y cuya entrega y fidelidad a Dios es para mi un estímulo para amar más a Dios y transmitir su mensaje a aquel que no lo conoce. También doy gracias a Dios por tantos sacerdotes con quienes ya desde ahora comparto la fraternidad, momentos de alegría, de gozo, y una vocación común. Y más gracias a Dios por tantos que me acompañan en este camino hacia el sacerdocio: catequistas, adolescentes y jóvenes, enfermos, profesores y religiosas del colegio, cofrades, y tantos y tantos guareñenses.