Carta de Monseñor Brotóns con motivo del Día de la Iglesia Diocesana

Carta de Monseñor Brotóns con motivo del Día de la Iglesia Diocesana

La Iglesia española celebra este domingo 10 de noviembre el Día de la Iglesia Diocesana. Con este motivo, nuestro Obispo, Monseñor don Ernesto Brotóns, escribía la carta para la revista Iglesia en Plasencia que pueden leer a continuación.

«¿Y si lo que buscas está en tu interior?»

Todos tenemos una vocación.

Busca en tu interior

y descubre el plan que Dios tiene para ti.

Día de la Iglesia diocesana 2024

 

“Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva… He aquí que estabas dentro y yo fuera, y por fuera te buscaba… Estabas conmigo y yo no estaba contigo”.

Son palabras de san Agustín en las Confesiones, el hombre de corazón inquieto, insaciable buscador de la verdad. Con el tiempo, y tras muchos caminos errados, reconocería la llamada de Dios a la amistad con Él en ese anhelo de felicidad grabado a fuego por Dios mismo en nuestros corazones: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti”. En Cristo, nos enseñó, Dios nos ha buscado primero, aun cuando no le buscábamos. Él, el Señor, es la Patria, nuestra Meta, y la Vía. “Si vamos a Él por medio de Él no nos perderemos jamás”.

«Mira, escucha, dentro de ti», nos decía. Es ahí, en silencio orante, donde descubrimos que Dios nos llama por nuestro nombre (no somos número, ni masa), sencillamente porque nos ama. Es ahí donde descubrimos que somos porque hemos sido amados, que la vida es un don llamado a darse, que Él se dio primero, hasta el final. Es ahí, desde lo profundo, desde donde contemplamos y nos abrimos a la realidad que nos rodea, para responder: «aquí estoy».

No es baladí recordar en este día de la Iglesia diocesana que san Agustín solo pudo dar este paso arropado por una comunidad cristiana, concretamente por aquella Iglesia particular de Milán, que puso en sus manos y en su corazón la Palabra de Dios. Ahí estaban su madre, el obispo Ambrosio, Simpliciano y tantos otros. Su conversión no fue el fruto de la reflexión autodidacta de un genio. Más allá de las lecturas decisivas que fueron marcando su vida, hubo una comunidad creyente, un testimonio de fe, una vida fraterna. Como nosotros, encontró a Cristo en la Iglesia y en la Palabra proclamada y vivida por esta. No dejemos de dar gracias por este gran regalo de nuestra Iglesia diocesana, que, con sus luces y sombras, nos regala el tesoro más grande: Jesucristo. He ahí nuestra identidad y vocación más íntima y propia: ofrecer a Jesús. Gracias a todos los que participáis en ella por tanta vida entregada.

El encuentro con Cristo configura decisivamente nuestra existencia. Lo decisivo no son ya mis proyectos, lo que espero de la vida, sino lo que Dios espera de mí, para quién soy y vivo. Y la respuesta, siendo personal, no es individual. No hay vocación que no nazca y crezca en el seno de la comunidad cristiana, de la mano de muchos rostros que nos muestran con su fe sencilla que merece la pena entregar todo por el Señor y su Reino. No hay vocación que no genere y se viva en comunión, que no se traduzca en servicio para bien de nuestros hermanos.

Sí, la vida es vocación. La Iglesia es la «asamblea de los llamados por el Señor» para ser testigos vivos de su amor en medio del mundo, dispuestos a empeñar nuestra persona en aquello que proclamamos. Es momento de tomar conciencia de nuestra responsabilidad como bautizados, de ponernos a tiro, de rogar y trabajar por las distintas vocaciones que nuestra Iglesia diocesana necesita. Estas brotan de comunidades vivas y del cuidado y promoción de una cultura vocacional en el seno de nuestras familias y comunidades cristianas. Oremos para que el próximo Congreso sobre las vocaciones nos ayude a ello.

En este día, pongo en manos del Señor y bajo el amparo de nuestra Madre, en sus distintas advocaciones, y de nuestros santos hermanos patronos Fulgencio y Florentina, nuestra Iglesia diocesana. Ruego por todos y cada uno de sus sacerdotes, seglares, religiosos, seminaristas, diáconos. Rezad, por favor, también por mí, vuestro pastor. Ruego al Señor por ella para que se renueve constantemente a la luz del Evangelio y encuentre así nuevos impulsos de vida, para que consolide con su Espíritu los vínculos de unidad entre todos los que la formamos, para que sea misionera, evangelizadora, fiel servidora de Dios y de los hombres, hermana y servidora especialmente de los últimos, de los que más sufren.

En nombre del Señor, agradezco de nuevo la generosidad de tantos que, en un hermoso ejercicio de comunión y corresponsabilidad, ofrecéis día a día vuestra persona, tiempo o ayuda económica para la vitalidad y mantenimiento de nuestra diócesis. Gracias a todos de verdad y de corazón.

Con mi afecto y bendición

+Ernesto

Obispo de Plasencia

(Sección Nuestro Pastor de la revista diocesana Iglesia en Plasencia,

número 614 de 3 de noviembre de 2024)