01 Oct Ana de Jesús, beatificada por el Papa Francisco
El domingo 29 de septiembre, Ana de Jesús, Carmelita Descalza y una figura clave en la expansión de la reforma teresiana, fue proclamada Beata por el Papa Francisco en una ceremonia que tuvo lugar en la archidiócesis de Bruselas, Bélgica.
Nacida en Medina del Campo (España) el 25 de noviembre de 1545 y fallecida en Bruselas (Bélgica) el 4 de marzo de 1621, Jorge Mario Bergoglio aprobó sus virtudes heroicas el 28 de noviembre de 2019.
Se trasladó a Plasencia con 15 años. En 1563, recién instaurado el colegio de la Compañía de Jesús en la ciudad, entró en contacto con su fundador el padre Pedro Rodríguez, que la dirigió espiritualmente, aclarando cada vez más su vocación religiosa. Fue, precisamente, Pedro Rodríguez, quien le dio a conocer la vida y obra de Santa Teresa de Jesús, lo que hizo que se decantara por ingresar en la orden Carmelita en 1970. Fue priora en varias comunidades y jugó un papel fundamental en la expansión de la Reforma Carmelita hacia Francia y los Países Bajos.
«En esta próspera tierra, dijo el Papa refiriéndose a Plasencia en su homilía, pudo florecer también el testimonio de la monja carmelita Ana de Jesús, Ana de Lobera, de quien hoy celebramos la beatificación. Esta mujer estuvo entre las protagonistas, en la Iglesia de su tiempo, de un gran movimiento de reforma, tras las huellas de una ‘gigante del espíritu’ —Teresa de Jesús—, del que difundió los ideales en España, en Francia y también aquí, en Bruselas, y en aquellos que entonces se llamaban los Países Bajos Españoles».
El Papa también mencionó el trabajo de Ana de Jesús en favor de la recuperación de la fe. «En un tiempo marcado por escándalos dolorosos, dentro y fuera de la comunidad cristiana, ella y sus compañeras, con su vida sencilla y pobre, hecha de oración, de trabajo y de caridad, supieron traer de nuevo a la fe a tantas personas, hasta el punto de que alguno definió su fundación en esta ciudad como un ‘imán espiritual’. Por elección, no ha dejado escritos. Se comprometió más bien en poner en práctica lo que ella a su vez había aprendido (cf. 1 Co 15,3), y con su modo de vivir contribuyó a realzar la Iglesia en un momento de gran dificultad».
Además invitó a seguir el modelo de la beatificada. «Acojamos, por tanto, con gratitud el modelo de ‘santidad femenina’ que nos ha dejado (cf. Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 12), al mismo tiempo delicado y fuerte. Su testimonio, junto al de tantos hermanos y hermanas que nos han precedido, nuestros amigos y compañeros de viaje, no está lejos de nosotros, sino que está cerca; es más, se nos confía para que también lo hagamos nuestro, renovando el compromiso de caminar juntos tras las huellas del Señor».