26 Abr Adrián López Galindo: «El acompañamiento es bueno y recomendable durante toda la vida del sacerdote»
A continuación reproducimos la entrevista publicada en Iglesia en Plasencia al sacerdote Jesuita, don Adrián López Galindo, que participó hace unos días de forma online en la Formación Permanente del Clero haciendo una exposición sobre el cansancio en los sacerdotes.
Adrián López Galindo (sacerdote Jesuita): «El acompañamiento es bueno y recomendable durante toda la vida del sacerdote»
Nacido en Salamanca en 1955, entró en la Compañía de Jesús en 1975 y se ordenó sacerdote en 1985. Es licenciado en Pedagogía por la UPSA; Bachiller en Teología por la Universidad Pontificia Comillas; licenciado en Teología Espiritual y en Psicología por la Universidad Pontificia Gregoriana y Máster en Psicología Sanitaria por la UPSA. Atesora una larga trayectoria pastoral y docente, además de ocupar numerosos cargos en la Compañía de Jesús, pero destaca como director del Máster en Discernimiento Vocacional y Acompañamiento Espiritual desde 1993, dedicándose a atender psicológicamente tanto personal como telemáticamente a religiosos y sacerdotes. Estos días ha sido el responsable de cerrar la Formación Permanente del Clero con su charla sobre ‘El Cansancio del presbítero y cómo gestionar la propia fragilidad’.
-Durante su extensa trayectoria ha acompañado a centenares, miles de sacerdotes/religiosos. Cuando hablamos del cansancio del presbítero, ¿a qué nos referimos en realidad?
-Lo que tratamos es ver el cansancio que arrastran y cómo gestionar la propia realidad. Hay que entender que el cansancio del clero no es la crisis personal. También es el desgaste en el ejercicio de su trabajo, pero, en ocasiones, hay que señalar que es un cansancio luminoso porque es fruto del trabajo realizado. El cansancio tiene distintos grados y hay que determinarlos. Una cosa es el físico, que se arregla con el descanso; otra es el mental. También está el moral o existencial; y puede ser que llegues al llamado síndrome de ‘burnout’ o de cansancio profesional. Según sea la persona, puede estar en unos grados o en otros. Hay que trabajar la prevención, pero si ya hay signos, debemos saber cómo afrontarlo.
–Cuáles son las causas principales que lo provocan?
-Son muchos los factores a los que podríamos apelar como causas del cansancio. Hay gente que habla de la sobrecarga del trabajo, de la falta de control, de la insuficiente gratificación. La falta de sentirse parte de una comunidad. Hay también implicaciones institucionales al sentirse tratados injustamente dentro de su propio colectivo. A veces es cuestión de percepción o, simplemente, de sentir que no encajan. Incluso algunos te hablan de falta de vida interior, de no tener gasolina suficiente en el motor. La sobrecarga del trabajo pastoral… Pero es lógico que con las mismas parroquias y perdiendo 300 sacerdotes cada año se produzcan este tipo de situaciones. Y, ya no sólo es que haya muchos menos sacerdotes, es que el propio envejecimiento del clero es un hecho. Creo que la media hace unos años era de más de 65 años, así que es para tenerlo en cuenta. De hecho, algunas diócesis tienen medias superiores a los setenta. En definitiva, somos menos y tenemos más trabajo. Yo he llegado a conocer el caso de un sacerdote que tenía asignados casi una veintena de pueblos. Parece imposible hasta físicamente. Si a ello unimos el desgaste que ha provocado el Covid y otros asuntos, como el tema de los abusos sexuales, nos damos cuenta de la dimensión del problema. Estos años ha disminuido la administración a los sacramentos y eso también desubica al presbítero, les hace sentir que han perdido importancia.
Estamos ante un tema real, pero muy complejo.
-Obviamente, el acompañamiento es fundamental.
-Claro. Es vital y necesario en los sacerdotes y no sólo en el seminario. En los primeros años también es importante. Toda la vida hay que acompañarse con algún sacerdote, con compañeros, con religiosos. Hay gente que tiene unas habilidades enormes de escucha, con gran experiencia en al terreno espiritual y que pueden ayudar. Se produce un desgaste profesional que se traduce en ese cansancio y eso también está unido a las profesiones sanitarias, a aquellas que ayudan al otro y en las que hay contacto directo.
-Usted utiliza las nuevas tecnologías para acompañar. ¿Qué aportan?
-Antes del COVID no acompañaba a nadie online. Ahora acompaño cantidad de gente de África y América. Vienen 70 religiosos al máster. Les obligamos a hacer un proceso de acompañamiento de dos años. A través de ellos muchos sacerdotes nos llaman y les damos una atención online. Facilita mucho. Sin viajes, menos costes. Y también permite dar atención grupal. Te pongo el ejemplo de que acabo de estar dando un curso este mes cada martes por la noche dos horas de 10 a 12 horas (de 3 a 5 en América) a 1.100 monjas contemplativas de 112 congragaciones diferentes. Una maravilla.
-¿A qué perfiles responden los sacerdotes que buscan acompañamiento?
-Parecería que esa pregunta uno debería responder que el que más sufre, el que más cansado o quemado está, pero también diría que también el perfil es aquel que quiere seguir mejor el Mandamiento de Jesucristo, que quiere ser un buen instrumento en las manos de Dios, que quiere ayudar a la comunidad eclesial. El que cree que Dios quiere seguir trabajando a través suyo.
-¿Se dejan ayudar?
-El acompañamiento se ofrece cantidad de veces. En todas las diócesis hay personas que acompañan y la gente lo sabe. Yo creo que los sacerdotes lo saben, otra cosa es que quieran hacerlo o no. No siempre es fácil dejarse confrontar y a veces hay resistencia porque prefieren no remover demasiado, que nadie lo sepa.
-La falta de vocaciones redunda en saturación de trabajos. ¿Cómo influye que un sacerdote tenga que atender varias parroquias a la vez?
-Por primera vez se ha bajado de los 1.000 seminaristas. La falta de relevo generacional también es una carga. Yo he sido delegado de Pastoral Vocacional más de veinte años y tenemos que seguir apostando por el cuidado de las vocaciones. Necesitamos a todos para difundir la palabra de Dios. Tenemos que ser conscientes de que España es una tierra de Misión y hay que favorecer todas las vocaciones. Tenemos que ser abiertos. No hay que bajar nunca la guardia en la selección de candidatos al seminario, a ordenarse, a los que vienen de otras diócesis. Tenemos que buscar siempre que tengan calidad humana y divina, pero estar abiertos a que nos ayuden. Y no podemos tirar nunca la toalla en la defensa de la promoción de las vocaciones porque los jóvenes se están escapando y hay que buscarles. Ser una pro-vocación.