21 Sep Mensaje de nuestro Obispo para el inicio de curso
Han quedado atrás los días del verano y nos vamos incorporando al cotidiano quehacer. Para las personas que habían planeado las vacaciones como una huida de la realidad, el regreso supone
una auténtica tragedia; porque las vacaciones tienen fecha de caducidad y, cuando se impone regresar, nos saben a poco y nos invade la pereza de volver a ver los mismos rostros y afrontar idénticas tareas.
Pero si hemos intentado vivir este tiempo como una ocasión serena de recuperar el significado de la realidad, vemos que la realidad no es enemiga. Existe siempre una positividad en todas
las cosas y esta circunstancia la afrontamos de otro modo, porque sabemos que hay en nuestra vida una mano providente que nos sostiene. Ofrecemos cada día de nuestra jornada, pedimos la fortaleza y la sabiduría de su Santo Espíritu para ir construyendo nuestra vida cotidiana.
Comenzar un nuevo curso para los creyentes es la oportunidad que nos ofrece el Señor de comenzar de nuevo. Es una etapa más en el caminar de la Iglesia, sabiendo que Él viene con nosotros y marca el ritmo de nuestro caminar. Nosotros ponemos nuestros carismas al servicio de esta difícil y hermosa tarea.
Una Diócesis es una realidad viva formada por los bautizados que, con sus diversas vocaciones y ministerios, continúan en el tiempo lo que comenzó en Jesucristo y en los primeros discípulos,
a quienes confió el Señor el mandato misionero de ir a todo el mundo anunciando la Buena Noticia. Por eso, “Evangelizar constituye la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar” (Evangelii nuntiandi, nº 14).
Queremos mirar al pasado con gratitud (Ordenación primeros Diáconos permanentes, inicio del Seminario en Familia y andadura del COF, trabajos del nuevo Plan Pastoral); vivimos el presente con responsabilidad y preparamos el futuro con esperanza (Ordenación nuevos diáconos, llegada de la cruz de los jóvenes a la diócesis, inicia la Escuela Bíblica, el Obispo realizará en enero la visita Ad Límina y en mayo se inaugurará la exposición de las Edades del Hombre). Nos acompaña la fidelidad de Dios que siempre camina con nosotros, y la compañía de la Iglesia que nos sostiene.
La Iglesia vive en la permanente obediencia al mandato del Señor, “id y anunciad el Evangelio”. El discernimiento y la sinodalidad serán los ejes espirituales de nuestras acciones.
Todavía no podemos valorar todas las consecuencias de esta inesperada pandemia global. Sí podemos decir que ha supuesto una fuerte experiencia de incertidumbre y miedo. Ha puesto de
manifiesto muchas pobrezas ya existentes. También han surgido extraordinarios ejemplos de dedicación, entrega y solidaridad y la familia ha sido valorada y puesta a prueba. La clase política parece perdida, incapaz de estar a la altura de las circunstancias históricas y dando prioridad a sus propios intereses.
Sin embargo, no debemos engañarnos; el problema más grave no es ni económico ni político, sino la salud espiritual y el sentido de la vida que ilumina la mirada. La dimensión transcendente que
abre a la esperanza en la fragilidad y a la solidaridad fraterna. Por ello, es sumamente importante que los creyentes demos testimonio de una confianza que vence a los miedos, de esperanza y de
caridad fraterna. Aparecen vacunas y tratamientos para la enfermedad, pero urge una gran renovación espiritual, cultural y política. Afortunadamente, observamos, en medio de la incertidumbre, la búsqueda de sentido y afecto, gestos de solidaridad y un deseo de cambio.
¡Quién sabe lo que nos traerá este curso que ahora empieza! Lo que sí sabemos es que será para nuestro bien y el Señor acompañará nuestros esfuerzos. Os deseo un Feliz curso.
Con el afecto y la bendición de vuestro Obispo.
+José Luis Retana Gozalo
Obispo de Plasencia