18 Feb Carta pastoral de Mons. José Luis Retana: Oportunidad para un camino interior
Queridos cofrades, miembros de hermandades y cofradías, asociaciones de fieles y hermanos todos:
Por segundo año consecutivo no podréis procesionar por las calles de nuestros pueblos y ciudades, acompañando vuestros pasos procesionales, en los que se nos narra, de modo plástico, la historia de aquellos pocos días de la vida de Jesús, que supusieron nuestra salvación. En esta ocasión, no es que tengamos el temor de que la posible lluvia, habitual compañera de nuestra primavera, dificulte o impida nuestra procesión, es que estamos seguros de que no podremos hacerlo, ¡y por
segundo año consecutivo!
Todos entendemos las causas. Y la supresión no ha sido únicamente en nuestra diócesis, sino en toda España. Esta pandemia, que a tramos parece que nos gana la partida, no vencerá como no venció la muerte de Cristo sobre su Resurrección. La muerte fue vencida. Pero, entretanto, ha llenado nuestras vidas de tanto dolor, de tanta muerte, de tanta enfermedad, de tanta soledad, de tantos pequeños negocios puestos en pie con sacrificio y esfuerzo familiar destruidos, y con tantas familias arruinadas por la pérdida de sus puestos de trabajo, que siembra incertidumbre y desesperanza para el futuro inmediato. Una auténtica pasión que procesiona por las calles del mundo entero, no durante unos breves días, sino ya durante un año entero, que parece no tener fin.
Os comprendo. Comprendo vuestro disgusto. Pero un cristiano no baja los brazos ante las pruebas de la vida. Las encara con gallardía y creatividad. No apoyado en sus solas fuerzas, sino en la misma persona de Cristo, cuya pasión celebramos.
Es mi deseo que no paséis un segundo año en blanco.
Os invito a que aprovechemos todos esta circunstancia adversa para unirnos más al Señor, no para llevar nuestra túnica cofrade
por fuera, sino para vestirnos por dentro de Él; no para diferenciarnos con la variedad de colores que portamos por fuera, sino para unirnos fraternalmente por dentro. Os invito a cambiar nuestros pequeños celos y rivalidades por comunión. Os emplazo a vivir una Semana Santa hacia dentro:
A vivir con hondura la entera pasión del Señor Jesús, de la que forma parte la escena de vuestro paso, erigido en torno a un misterio central de nuestra salvación y al que veneráis como centro de vuestra espiritualidad. A vivir la pasión proclamada y
ahondada, sacando las verdaderas consecuencias. A entender cuándo y de dónde nace esta tradición, que supuso un brazo
armado contra el protestantismo, invitando a la piedad a las personas que contemplaban nuestros pasos recorriendo las
calles de nuestras ciudades. Os invito no a poneros bajo vuestro paso, sino frente a él y a adheriros con mayor firmeza al instante de dolor de la vida de Cristo que representa; a entender de una vez por todas que esto que celebramos es el precio de nuestra salvación.
No podemos quedarnos en nuestros lamentos. Es cierto que las procesiones de Semana Santa tienen un calado muy hondo. Las cofradías fueron, a partir de un momento dado de la historia de nuestra Iglesia, la expresión pública de algo que es una innovación bíblica y especialmente cristiana: la fraternidad. Es ahora un momento privilegiado para captar la verdadera
hondura de este gesto. Es una oportunidad de acrisolar los verdaderos motivos de nuestra procesión; si lo hacemos
simplemente por folclore costumbrista del momento, o como un recuerdo vivo de lo que supuso aquella procesión histórica en la que el Señor Jesús recorrió la vía dolorosa para avocarnos a la vía gozosa de nuestra salvación.
Si logramos entender bien las razones por las que procesionamos, supondrá una gran ayuda para recorrer la procesión dolorosa de la vida, que en estos momentos, querámoslo o no, la estamos recorriendo todos y la estamos recorriendo juntos. Quizá esta circunstancia inhumana de nuestra vida se nos da para que entendamos más y mejor las numerosas vías dolorosas de la vida, las nuestras y las de nuestros convecinos. Unas vías dolorosas que debemos recorrer al mismo ritmo de los pasos de Jesús y junto a nuestros hermanos, para convertirnos en cireneos los unos para los otros, para ayudarnos todos a llevar el peso de nuestras cruces, como nos ayuda Cristo a cada uno de nosotros a llevar el peso de la nuestra.
Aquella historia de aquel hombre corpulento que empujaron para ayudar a Jesús a llevar su cruz se representa en no pocos de vuestros pasos. Y nos hace caer en la cuenta de que Dios es el verdadero cirineo que nos ayuda a llevar nuestras cruces. Cada uno sabemos cuántas veces ha salido a nuestro encuentro para no dejarnos solos con una carga que nos sobrepasaba. Su mano amiga ha sostenido, sostiene y acompaña las cruces de nuestra vida. A la vez, en este tiempo nuestro de pandemia, lleno de tantas dificultades y temores, Jesús busca cirineos para tantas cruces presentes y futuras que descansarán sobre los débiles hombros de nuestros hermanos. Cristo nos pide ayuda aquí y ahora en tantos crucificados que contemplamos hoy. Y ayudando al Señor en los prójimos, realizaremos ciertamente la mejor procesión. Una procesión que nunca habíamos siquiera soñado, para la que no nos habíamos entrenado y se nos ha hecho presente, justamente, en el año de la supresión de todas las procesiones de Semana Santa.
+José Luis Retana Gozalo
Obispo de Plasencia