19 Oct Los obispos de Extremadura ante la segunda ola del Covid: piden a sus curas que no prohiban la comunión en la boca
vidanuevadigital.com 19-10-2020
“Queremos invitar a vivir el momento presente desde la responsabilidad social y eclesial”. Este es el motivo por el que los obispos de Extremadura han decidido enviar un mensaje a todos los fieles de Mérida-Badajoz, Coria-Cáceres y Plasencia.
La misiva se divide en seis aspectos (somos vulnerables, la comunidad cristiana casa de comunión y solidaridad, volver a las iglesias con alegría, comportarse con responsabilidad, vivir la esperanza y la mirada de la fe: una realidad nueva) y ha sido firmada hoy –fiesta de San Pedro de Alcántara, patrono de Extremadura– por Celso Morga, arzobispo de Mérida-Badajoz, José Luis Retana, obispo de Plasencia y Diego Zambrano, administrador diocesano de Coria-Cáceres.
En el punto quinto de la carta –comportarse con responsabilidad– insisten en que “hay que evitar restricciones arbitrarias o que se limiten los derechos de los fieles. En concreto, por más que sea preferible la comunión en la mano por razón de la situación, no puede prohibirse la comunión en la boca, como ha ocurrido en algunas ocasiones, a veces incluso cuando el fiel estaba ya a punto de recibirla. Confiamos al buen sentido pastoral de los sacerdotes que procuren fórmulas que permitan vivir con paz y sin tensión un momento como ese, de particular intensidad espiritual”.
“Metidos de lleno en lo que se ha dado en llamar ‘la segunda ola’, la evolución de la situación en estos últimos meses nos obliga a recordar a todos la responsabilidad con la que hemos de vivir la situación presente, procurando un comportamiento sensato, prudente pero sin miedo, capaz de encontrar los medios oportunos para cuidar la salud propia, pero también la de los hermanos. Y no solo la salud física sino también la psicológica y la espiritual”, apuntan.
Así, por ejemplo, explican que “cuando se nos está hablando de la distancia social o interpersonal, además del valor propiamente sanitario, este comportamiento supone un alto grado de responsabilidad, pues esa distancia no supone ruptura o separación sino, más bien, respeto y consideración al otro, de cuya salud y bienestar yo he de sentirme responsable. Este cuidado termina siendo una forma exquisita de caridad. Se crea, en fin, una cadena de cuidados, que empieza por uno mismo, sigue por los otros y termina en el cuidado de la entera creación, completando así el círculo de lo que el papa Francisco ha calificado, en su encíclica ‘Laudato si’’, como ‘ecología integral’”.
“Animamos, pues, al cumplimiento responsable de las normas dictadas por las autoridades sanitarias en su vocación de servicio a la sociedad y, en tal sentido, merecedoras del reconocimiento y gratitud de todos los ciudadanos, que esperan de ellas transparencia y unidad”, subrayan.
Somos vulnerables
“Probablemente es la lección primera de esta crisis. No es que no lo supiéramos, pero el Covid-19 nos ha hecho tomar conciencia de esta gran verdad de nuestra vida. No somos dioses, ni inmortales ni todopoderosos. Llevamos nuestra existencia en frágiles vasijas de barro que, al primer descuido, se caen y se rompen. Un virus, prácticamente invisible si no es a la lente del microscopio, puede acabar con millones de vidas humanas”, indican.
Como consecuencia de ello, “todos hemos experimentado desconcierto, desánimo, incertidumbre e incluso miedo. ¿Puede ser de otra manera cuando hemos sido visitados por este cortejo de desdichas: la enfermedad en cuanto tal, el dolor en las familias, la pobreza económica como consecuencia de la pérdida del trabajo y, finalmente, la misma muerte?”, se preguntan.
“La conciencia de nuestra vulnerabilidad, si es asumida con madurez humana y cristiana, ofrece la posibilidad de encarar las dificultades de una manera nueva. Ojalá que nosotros podamos adquirir esta fortaleza interior para vivir el momento presente con plenitud de sentido”, agregan.
La comunidad cristiana, casa de comunión y solidaridad
“Durante esta emergencia sanitaria hemos experimentado de forma palmaria que no podemos ni debemos vivir solos. Somos hermanos y estamos hechos para el encuentro y la comunión. Hemos podido comprobar que las comunidades eclesiales son un espacio privilegiado para fortalecer, por una parte, la comunión hacia dentro y, por otra, el compromiso con las personas que están siendo más vulnerables en la actual situación de pandemia, creando una auténtica ‘cultura del encuentro’”, señalan.
“En los días más tristes y aciagos del confinamiento pudimos percibir como rayos de luz tantísimos gestos que nos llegaban de nuestros familiares y amigos y, al mismo tiempo, pudimos sentir también como hermanos a los sanitarios, a los miembros de las fuerzas del orden, a los transportistas y otros trabajadores, así como a los voluntarios afanados en cualquier tarea de servicio a los demás”, añaden. De esta forma, “se dio la paradoja de que estábamos físicamente aislados pero espiritualmente conectados, sabiéndonos miembros de una comunidad”, reconocen al tiempo que agradecen la solidaridad de todas las instituciones eclesiales.
Volver a las iglesias con alegría
Después de los meses en los que estuvieron cerrados los templos al culto público y de la posterior limitación de los aforos, ahora “invitamos a todos a volver con alegría a la casa del Señor para encontrar en la Eucaristía y en los demás sacramentos el alimento de nuestra vida cristiana. No es prudente suplir, más allá del tiempo necesario, la participación personal en la liturgia eclesial con otros medios excepcionales, por ejemplo telemáticos”, reconocen.
Por otro lado, y citando la encíclica ‘Fratelli Tutti’ del papa Francisco sobre la fraternidad, animan a que “nuestras comunidades parroquiales sean oasis de misericordia, activas en la rehabilitación y el auxilio de nuestras ciudades y pueblos extremeños, incansables en la labor de incluir, integrar, levantar al caído, haciéndonos ‘próximos’ de quien nos necesita”.
Vivir la esperanza
“La crisis actual puede ahondar una sutil especie de fatiga, que podríamos llamar ‘cansancio de la esperanza’, un cansancio paralizante que a veces pone en duda la viabilidad misma de la vida cristiana en el momento presente y hace que se instale un gris pragmatismo y comodidad en las comunidades y en los propios sacerdotes”, sostienen.
“Creemos, sin embargo, que es la hora de todo lo contrario. Los Consejos pastorales parroquiales son un espacio privilegiado para buscar, entre todos, caminos audaces para revitalizar la tarea evangelizadora. Con esta crisis debería abrirse un tiempo nuevo”, apuntan.
La mirada de la fe: una realidad nueva
Los prelados concluyen su mensaje afirmando que apoyan su esperanza “en Dios, en su amor y en su misericordia”. “A Él confiamos también a los científicos e investigadores que trabajan por encontrar una vacuna o una terapia eficaz –continúan–, así como a los responsables políticos, económicos y sociales que buscan soluciones que mitiguen las secuencias negativas de la pandemia”.