18 Dic Las Dominicas de Trujillo fundan casa en Kenia en busca de nuevas vocaciones
A principios de mes, dos religiosas de la comunidad de las Madres Dominicas del Convento de San Miguel de Trujillo marchaban a Kenia, donde después de un largo tiempo de discernimiento y oración, de reflexión, han decidido fundar una nueva casa en Kenia. Sor Salomé Mbuli Kimolya y Sor Margarita Mueni Kitheka comienzan esta misión llena de esperanza. Con la colaboración de Cope Plasencia, hablamos con la madre Salomé para conocer cómo están viviendo este envío y qué significa abrir una comunidad en tierras africanas.
– Madre, ¿cómo nace esta decisión de fundar comunidad en Kenia?
– Pues la decisión la hicimos entre toda la comunidad. Salió la propuesta de una hermana y fue muy aceptada en la comunidad, viendo que en España no hay vocaciones, no entran chicas españolas jóvenes en los monasterios y las hermanas españolas que tenemos van siendo mayores. Nosotras también vamos mayores. Entonces estamos viendo que no hay futuro aquí en España y abrir una casa en Kenia significa que nosotras lo que queremos es buscar el futuro de nuestro monasterio, de nuestra oración, de nuestra orden, entonces esto es lo que vamos buscando.
– ¿Quiénes forman el grupo de la comunidad de las domínicas en el convento de San Miguel de Trujillo? ¿Cuántas son?
– Pues en total somos 18, tenemos 8 españolas, una hermana de Perú, dos de Tanzania, que son las pequeñas, que han entrado y están ahora de fase de formación, que también son postulantes y tenemos también 7 de Kenia.

– ¿Quiénes son las hermanas que marcharán de viaje a Kenia a fundar?
– Bueno, pues digamos que esta nueva misión, el 9 de diciembre partimos Sor Margarita y yo, Sor Salomé, que somos las que vamos inicialmente, porque claro, es un proceso, ha sido un proceso. Ahora hay otra segunda parte de proceso, porque hay que buscar dónde vamos. Más o menos sabemos dónde vamos a vivir, pero claro, hay que buscar el sitio fijo, y luego se irá avanzando, construyendo poco a poco lo que vamos poniendo. Por eso hemos decidido de momento que vayan dos y también han opinado así nuestros superiores y los frailes de Roma, que nos han asesorado y nos han ayudado.
Llevamos casi tres años con el proceso. Dijimos bueno podemos hacer esto, pero hay que contar con los superiores, hay que adquirir los permisos también de ellos y de Roma, porque son cosas que hay que hacer, que se conozca, que la Iglesia sepa lo que vamos a hacer y entonces este permiso hay que esperar. También hay que mirar muchas cosas. Hay personas preparadas también, porque son misiones muy duras. Cuando empieza una cosa, al principio, yo pienso por ejemplo cuando leo la vida de los santos, la vida de los fundadores, de los monasterios, de comunidades, antiguamente, veo cómo pasaba, cómo pasaba por tantos problemas, personas que lo aceptaba, otras que no. Entonces es un proceso, en este momento no podemos decir, vamos cinco hermanos, seis hermanas, y a ver dónde vamos a estar andando para acá, para allá. Cuando estemos ya asentadas y bien conformadas, iremos viendo.
Además, ahí en Kenia tenemos los frailes nuestros, de nuestra orden, que nos están esperando. Ellos nos ayudan, nos asesoran, “este puede ser, aquí creo que no están bien, …”, porque ellos viven ahí, y claro, nos puede engañar, y con ellos nos van ayudando. Antes hablábamos de la falta de vocación, y quizás sea bueno, pues es uno de los motivos hacia esta misión que llevan hacia Kenia, pero bueno, pues todos oímos hablar precisamente últimamente de las comunidades religiosas, de los conventos, que lo están pasando mal últimamente, también quizás este puede ser otro de los motivos. Sí, yo para mí y para nosotras como comunidad, eso es el motivo más grande, el principal, porque yo pienso, por ejemplo, cuando yo vine a España, yo tenía 18 años para cumplir 19, y había hermanas españolas. Todas las que ahora están, que son de 80 y tantos años, cuando yo las encontré, que tenía 50 años, 52, eran claro, hermanas jóvenes. Entonces yo, viendo el proceso que hemos tenido con estas hermanas. Yo tengo ya también cuarenta y tantos, señala, y yo digo, detrás de mí no hay una que tenga 19, como cuando yo vine, que había una hermana de 50, y yo era joven, entonces digo, ella sí tiene un futuro con nosotras, pero nosotras, ¿qué futuro tenemos? y entonces dijimos, esta es la manera de buscar el futuro.
-¿Cómo queda la casa madre en Trujillo?
– Muchas personas se confunden y nos dicen, “ay, qué pena, que ahora no vais a volver a vuestra tierra, vais a dejar esto. Esto no se puede dejar, no vamos a dejar esto. Lo que vamos buscando es el futuro, porque habrá intercambio de aquellas hermanas, con las que están aquí.
-¿Cómo se preparan la hermana Margarita y usted para este envío tan grande?
– Nosotras estamos muy tranquilas, además, te da tranquilidad saber que hay una persona que está ahí, donde vas, que te conoce, que te puede ayudar.
– Les da seguridad que estén allí los frailes?
– Eso nos da seguridad, porque si voy a un país que no conozco, o un sitio que no conozco a nadie, daría miedo ver con quién me voy a encontrar aquí. Por eso te da como tranquilidad, como seguridad de que están allí. Entonces, nosotras estamos muy tranquilas, muy contentas, y a la vez también con miedo, porque tampoco sabemos cómo saldrá la cosa, ¿no? Claro, evidentemente. Pero este miedo lo vencemos, lo podemos vencer con la tranquilidad que tenemos, y lo podemos vencer también con, digo, si el Señor lo ha querido y ese es su misión, saldrá adelante.
-¿Qué esperan aportar a la Iglesia de Kenia?
-Pues, nosotras, nuestras muchas oraciones. Nuestra misión es oración, pero también ayudamos mucho a la gente. Mira, con nuestra oración, nosotras somos de la orden de predicadores. Nosotros predicamos desde nuestro monasterio, pero también se ayuda a la gente de fuera, acogemos a la gente sin perder nuestro determinado de la vida. Acogemos, pueden venir niños necesitados, por ejemplo, aquí mismo en España, ¿cómo hacemos? Nosotros nos dan muchas veces alimentos del Banco de los Alimentos, y nosotros conocemos pobres que viven por aquí, por los barrios, y también compartimos, llamamos, vienen, lo damos, porque a lo mejor nos dan, ¿cómo vamos a dejar una cosa que se desprende sabiendo que hay una persona que necesita? Entonces, nosotros aportamos nuestra oración y también podemos ayudar desde nuestro claustro a los necesitados. Está claro, está claro.
-Bueno, hablaba antes de lo que pueden decirle, lo que les dicen los vecinos, no volverán, si volverán, ¿qué les dicen la gente de Trujillo, que son los más cercanos que ustedes tienen, los párrocos de Trujillo, ¿qué les dicen?
– Pues yo lo que pueda decir que en Trujillo lo único que estamos recibiendo muchísimo cariño, la gente se alegra, pero a la vez con pena. Claro, lógico. Porque viene, llora, ¡ay, qué pena que no volverán por aquí! Por ejemplo, aquí ha venido esta mañana una señora ya mayor, que la conocemos desde que llegamos, y ¡ay, ya no nos veremos, nos veremos en el cielo porque ya yo soy muy mayor! Viene la iglesia, bueno, ha habido gente también, una que me ha dicho, yo no creo que voy a volver a misa si no os veo.
Nosotros hemos experimentado de que la gente nos quiere y somos queridas. Y la gente se alegra también de que nosotros volvemos a la tierra nativa, pero a la vez tiene pena de que lo dejemos.
– ¿Y la mayor ilusión que ustedes llevan en la maleta, ¿cuál es? El ver en un tiempo ese proyecto puesto en pie, me imagino, ¿no?
– Yo la maleta llevo porque para empaquetar una maleta con las cosas que llevo, con toda la ropa, tus cosas, pensando que te vas para no volver. Es dificilísimo porque no entra todo lo que necesito.
– ¿Y en el corazón, madre, en el corazón?
– En el corazón llevamos todo y toda ilusión y lo más importante de que salga adelante nuestra misión.
-Algo más que añadir?
– Bueno, pues nuestras hermanas se quedan muy tranquilas, muy contentas, pero también tienen penas. Las que tienen más penas son las mayores, que lloran, hay algunas también que lloran. Pero bueno, yo lo que puedo decir es que estamos muy unidas y no hay ninguna que haya dicho que a mí no me gusta esto, que hemos hecho todas las cosas muy unidas, todo lo que teníamos que hacer, todo lo que teníamos que escribir las cartas y yo me siento muy querida. Tuvimos una visita de nuestro señor Obispo y nos visitó, nos dio su bendición. Nos habló unas palabras de gente muy bonita, que estuvo muy, muy bien, un rato muy bueno entonces con él. Y así viene la gente, nos despide, nos habla.
Y, por ejemplo, te das cuenta que la persona te quería tanto, cuando me ha dicho la hermana de Perú, me ha dicho, ¡ay, se va mi Salo, qué pena! Entonces, es cuando, mira, esto también abre la mente de que nos queremos. No sabíamos que nos queríamos tanto. De que una le da pena de que me vaya y no es de mi país, fíjate.
Y luego también la gente de la calle, hemos visto, hemos sabido que la gente nos quieren.
*Esta entrevista se realizó con anterioridad a su viaje a Kenia el 9 de diciembre.