Carta Monseñor don Ernesto Brotóns: ‘Dilexi te’ (Iglesia en Plasencia)

Carta Monseñor don Ernesto Brotóns: ‘Dilexi te’ (Iglesia en Plasencia)

A continuación reproducimos la carta de nuestro Obispo, Monseñor don Ernesto J. Brotóns Tena, en el último número de la revista diocesana Iglesia en Plasencia. En él, el prelado nos introduce en la Exhortación Apostólica del Papa León XIV ‘Dilexi te’.

Dilexi te

El pasado cuatro de octubre, fiesta de San Francisco de Asís, el Papa nos regaló una exhortación preciosa, Dilexi te. Te amé, recordándonos cómo los pobres, los que sufren, los últimos, ocupan un lugar preferente en el corazón del Padre y han de ocuparlo en el nuestro.

Es su primer documento, podríamos decir, «de peso». Escrito también «a cuatro manos», al igual que la primera encíclica del papa Francisco, el Santo Padre asume y hace suyo el trabajo ya preparado por su predecesor, en clara continuidad con su última encíclica Dilexit nos, sobre el corazón divino y humano de Cristo. El deseo compartido por ambos no es otro que mostrar “la fuerte conexión que existe entre el amor de Cristo (y me atrevería a decir «a Cristo») y su llamada a acercarnos a los pobres”. No en vano, el documento parte de las palabras del Señor: “Te he amado” (Ap 3,9), dirigidas en un primer momento a aquella primitiva comunidad cristiana de la pequeña ciudad de Filadelfia, en la actual Turquía, que estaba ya al límite de sus fuerzas. Hoy, el Señor se dirige con estas mismas palabras a cuantos descartados, hambrientos de amor y hartos de tristeza, sufren y padecen en nuestra sociedad. «Te amé, te he amado, te amo».

“El Santo Padre asume y hace suyo el trabajo ya preparado por su predecesor, Papa Francisco, en clara continuidad con su última encíclica Dilexit nos, sobre el corazón divino y humano de Cristo. El deseo compartido por ambos no es otro que mostrar “la fuerte conexión que existe entre el amor de Cristo (y me atrevería a decir «a Cristo») y su llamada a acercarnos a los pobres”

Comienza el Papa recordándonos que “ningún gesto de afecto, ni siquiera el más pequeño, será olvidado, especialmente si está dirigido a quien vive en el dolor, en la soledad o en la necesidad”; para, desde ahí, advertir que el servicio a los pobres no es una opción más entre otras muchas. Pertenece al ADN de la Iglesia y del cristiano. “No estamos en el horizonte de la beneficencia, sino de la Revelación”, que hunde sus raíces en el corazón misericordioso de Dios y en su proyecto liberador de amor. Este alcanza su culmen en Cristo, su Hijo amado, quien, siendo rico, se hizo pobre, se abajó y se hizo hermano y servidor nuestro, para enriquecernos con su pobreza (cf. Flp 2,7; 2 Cor 8,9). En los pobres nos encontramos con el Señor (cf. Mt 25,31-46). En ellos “Él sigue teniendo algo que decirnos”.

Por eso, para los Padres de la Iglesia, “la caridad hacia los necesitados no se comprendía como una mera virtud moral, sino como expresión concreta de la fe en el Verbo encarnado”. En todo hombre y mujer que sufren contemplamos el cuerpo roto y llagado de Cristo. Los pobres, enseñaba san Agustín, no son solo “alguien a quien se ayuda, sino la presencia sacramental del Señor”. “No son un problema social; son una «cuestión familiar», son «de los nuestros»”.

Al compromiso concreto por los más desfavorecidos, comenzando por la limosna, ha de unirse un cambio de mentalidad, una verdadera transformación cultural que haga frente a esa lógica ilógica del beneficio y la búsqueda del éxito, riqueza o poder, a costa de lo que sea y de quien sea, y que tanta desigualdad y sufrimiento genera. Atento a las nuevas pobrezas que van surgiendo, el Papa denuncia cómo hay reglas económicas que quizás puedan resultar eficaces para el crecimiento, pero no para el desarrollo humano integral. A la sazón, se condenan los prejuicios ideológicos y los discursos de odio, ciegos y crueles, que culpabilizan a los pobres de su propio destino.

La fe, nos dice, no es una cuestión privada, intimista. No puede desentenderse de los problemas de la gente, de la sociedad, de lo que sucede a nuestro alrededor. Caridad es también luchar contra las causas estructurales de la pobreza, verdaderas estructuras de pecado, y defender la vida y la dignidad de toda persona humana, junto a los que sufren y con ellos, dejándonos evangelizar por ellos. Crecidos en la adversidad, nos enseñan a confiar en Dios, a ayudarnos mutuamente, a simplificar nuestra vida, a valorar lo que realmente importa. El Reino de Dios nos reclama.

A imagen del buen samaritano, que supo «hacerse prójimo», próximo, del caído al borde del camino, “la Iglesia, en cuanto Cuerpo de Cristo, siente como su propia «carne» la vida de los pobres”, su «tesoro», en palabras del diácono san Lorenzo, poco antes de su martirio. Conmovedora es la síntesis que nos ofrece el Papa en los capítulos tercero y cuarto de esa historia de amor de la Iglesia hacia los más vulnerables a través de diversas obras y campos (la salud, la educación, la atención a los marginados, cautivos, emigrantes…), así como de la belleza y profundidad «pro-vocadora» de su magisterio social. “El cuidado de los pobres forma parte de la gran Tradición de la Iglesia, como un faro de luz que, desde el Evangelio, ha iluminado los corazones y los pasos de los cristianos de todos los tiempos”. Toca coger el testigo y sumergirnos en esa corriente de luz, “amar al Señor allí donde Él está más desfigurado”.

La Iglesia, por tanto, “si quiere ser de Cristo, debe ser la Iglesia de las Bienaventuranzas, una Iglesia que hace espacio a los pequeños y camina pobre con los pobres”. “Es la garantía evangélica de una Iglesia fiel al corazón de Dios”. No hay, en consecuencia, renovación eclesial sin esa atención preferencial a los últimos. La caridad, que busca la promoción integral de la persona, también, no lo olvidemos, de su dimensión espiritual y religiosa, nos renueva.

La Iglesia, por tanto, “si quiere ser de Cristo, debe ser la Iglesia de las Bienaventuranzas, una Iglesia que hace espacio a los pequeños y camina pobre con los pobres”

Gracias de verdad y de corazón a todos los que, en nuestra diócesis, empezando por Cáritas, os dedicáis de forma expresa a encarnar la caridad de la Iglesia. Os invito, no solo a vosotros, sino a todos (seglares, religiosos, sacerdotes, parroquias, cofradías…), a leer y estudiar la exhortación y dejarnos interpelar por ella. Nos hará bien. Y nos ayudará a hacer el bien.

Con mi afecto y bendición