
17 Oct María José Torres: el testimonio de una laica con corazón y labor misioneros
Lo cierto es que no destaca por su corpulencia. Lo cierto es que es más bien ‘menuda’, pero a medida que se acerca te das cuenta que todo lo que de pequeño tiene el cuerpo, lo tiene de grande en bondad y en corazón. Hablamos de María José Torres Herrero, integrantes de la Delegación de Misiones de Plasencia que, desde hace años es una misionera más. Laica, pero misionera al fin y al cabo. Aunque tiene su cuartel general en Plasencia, hace años -«desde 2018, apunta»-, que su vida gira en torno a su labor misionera. Desde entonces, sus vacaciones son para entregarse al trabajo con los más necesitados en la Diócesis de Grand Bassam, en Costa de Marfil, donde llegó de la mano del Padre Evariste Bile. Muchos de los que estén leyendo esto lo recordarán, porque estuvo varios años ejerciendo su labor sacerdotal y formándose en nuestra diócesis, principalmente en la parroquia de El Salvador. Él fue quien, ante las inquietudes que tenía María José, decidió ‘invitarla’ a probar. Lo cierto es que no necesitaba mucho para tomar la decisión y, a partir de ese momento, nuestra entrevistada tomó una decisión que cambiaría su vida. De hecho, desde entonces, anhela cada año que lleguen sus vacaciones, pero no para disfrutar de ocio, sino para regresar unas semanas a su casa en las hermanas de la congregación Les Soeurs des Pouvres (que tiene la casa madre en Bérgamo), quienes gestionan un orfanato en el que María José desarrolla parte de su labor misionera. También hay escuela de Infantil y Primaria y, el tiempo que tiene libre, lo dedica a ayudar pastoralmente en distintas parroquias, siempre de la mano del Padre Bile (párroco en Saint Theresa d’Enfant Jesus y de su vicario.
En este punto de la entrevista, Torres hace un emotivo inciso para contarnos que es «ministra extraordinaria de la Comunión» y no sabemos si la emoción no le deja expresar todo lo que siente o si no vamos a capaz de trasladárselo con palabras, pero nos confiesa que «es lo más grande que me ha pasado en la vida. Es una sensación inigualable». Lo dice con la profundidad de quien vive entregado al Señor: «No puedo concebir mi vida sin él. Me crié en una familia muy religiosa y siempre estuve muy vinculada a la religión. Es cierto que tuve una época en la que me aparté de la religión, pero cuando volví lo hice con una fuerza enorme. De hecho, siento que mi vida ya no soy yo. Jesús es mi modelo y yo vivo para intentar seguirlo».
De hecho, nos confiesa que se levanta temprano para rezar y leer el Evangelio antes de ir a trabajar y que rezar es para ella una «necesidad vital», aunque no sea «una recitadora de oraciones».
Todas estas circunstancias le han llevado a investigar y profundizar en su fe y a aumentar su labor caritativa y social (es catequista de confirmación en El Salvador, ha colaborado con Acción Católica, con Cáritas, con Manos Unidas (su madre fue delegada diocesana. Se matriculó en Teología para ahondar en su conocimiento,… En la actualidad es voluntaria en Cáritas, participa en los Cursillos de Cristiandad, en el Proyecto Raquel, forma parte de la Delegación de Misiones, … Su vida parecería una auténtica vorágine, pero no. «Me organizo perfectamente y saco tiempo para todo».
Sin duda, este ritmo de vida lo traslada a Costa de Marfil. «Yo vivo con las hermanas y me adapto a todo lo que hacen. Lo único que no hago con ellas es el primer rezo de las cuatro de la mañana, pero el resto, me incorporo y hago todo con ellas como una más». Labores de asistencia, labores de cuidados, propios de bebés y niños de muy temprana edad en el orfanato, labores educativas en la escuela de Infantil y Primaria, labores de solidaridad con las familias, labores pastorales en las parroquias de don Evariste. Este año no nos deja sacarle fotos, pero tiene las manos con ampollas y seguro que no es sólo este año.
Es la vida que ella ha elegido, la vida que le hace feliz. «Trabajar allí es otra cosa distinta a lo que conocemos. A los lógicos problemas (falta de necesidades básicas como la luz, falta de conexión a internet y otro tipo de cosas), la forma de vida es distinta. Allí tienen otra mentalidad. El primer año reconozco que iba con mentalidad occidental y algunas cosas me sorprendían, pero luego te das cuenta de lo maravillosas que son algunas actitudes. Por ejemplo, el hecho de compartir mesa con todo el que llega. Comen tres veces al día, pero se ha notado la crisis y las cantidades son menores, pero ellos comparten todo, una galleta, un quesito que a veces les dábamos como suplemento. Allí la Iglesia es importantísima. Los sacerdotes no descansan nunca y la gente de la parroquia no para porque la parroquia es el centro de sus vidas».
Por eso, Torres, en esta campaña del Domund, nos invita a colaborar. «Es fundamental colaborar con los donativos. Son de mucha ayuda. Hay que pensar que allí se ha mejorado y tienen cosas que antes no tenían, pero también hay que conocer el territorio. Pongo el ejemplo del hospital. Hay un hospital, pero está a decenas de kilómetros y llegar es una odisea y la carretera un peligro. Las donaciones del Domund ayudan mucho a las familias».
Y, aunque donde ella ha desarrollado su misión siempre ha sido una zona tranquila, reconoce que «ahora hay cierto run-run porque pronto hay elecciones».
También nos cuenta una anécdota muy placentina y es que en el muro de la parroquia del Padre Evariste hay pintada una imagen de la Virgen del Puerto entre las distintas pinturas religiosas que ‘protegen’ la misma.
A continuación les dejamos alguna foto que nos ha facilitado María José de su estancia en Costa de Marfil.