Iglesia en Plasencia, Bodas de Oro Sacerdotales: don Teófilo Castaño Castaño

Iglesia en Plasencia, Bodas de Oro Sacerdotales: don Teófilo Castaño Castaño

Este año, tres sacerdotes de nuestra diócesis celebran las Bodas de Oro de su ordenación y en Iglesia en Plasencia, como todos los años, nos hemos hecho eco de ello con motivo de la celebración de San Juan de Ávila, patrón del clero secular, y hemos querido compartir sus impresiones tras una larga etapa de servicio a Dios y a los demás. Es el caso de don Teófilo Castaño Castaño. Sacerdote diocesano nacido en Viandar de la Vera (Cáceres, 14 de septiembre de 1944), fue ordenado en Madrid en 1975 y ha desarrollado su labor pastoral en numerosas parroquias de nuestra diócesis que él mismo nos enumera, en especial en la Zona Sur. A continuación reproducimos la entrevista concedida a nuestra revista diocesana.

Mis 50 años de sacerdote

En primer lugar, quiero compartir con todos mi alegría y mi gozo más profundo por haber vivido durante 50 años mi vocación sacerdotal. Desearía hacer de esta celebración un himno de gratitud al que me eligió, me elevó a la categoría de amigo y me envió a anunciar la Buena Noticia de su salvación. Este acontecimiento me lleva a contemplar mi sacerdocio como mi “historia de salvación y de una amistad con Dios», a proclamar con entusiasmo que ha merecido la pena estar con Él, seguirlo, imitarlo, amarlo y a descubrir que ser llamados por Jesús es caminar con Él predicando, nunca en nombre propio, sino en su Nombre, y que “amando como Él” aprendemos a vivir aquello que anunciamos.

– ¿Qué es lo mejor de ser sacerdote?

– Lo mejor, por supuesto, no está en mí, ni en los cargos, ni en la tarea que yo realizo. Lo más asombroso es que el Señor me haya llamado, sin méritos ningunos por mi parte, y se haya fiado de mí para confiarme una responsabilidad tan alta en Su Iglesia.

Cada vez que lo pienso me asombra más la gratuidad con que Dios actúa. ¿Por qué a mí y no a otros más sabios, más santos?

Sí, lo mejor es la gratuidad con que Dios actúa. Lo peor es que nunca estás a la altura de la misión encomendada. La respuesta se queda siempre más corta que la confianza que el Señor ha puesto en uno.

 Y por falta de oportunidades no ha sido. Me ha concedido ejercer el Ministerio en: Vivares, Valdehornillos, Ruecas, Casar de Miajadas, Cristina, Manchita, Orellana, Orellanita, Acedera, Guadalperales, Losar de la Vera, Robledillo de la Vera, Guijo de Santa Bárbara, Conquista del Guadiana, Santa Amalia, y Torrefresneda.

– ¿Cómo es el balance de los cincuenta años de ministerio?

– Creo que, en medio de las dificultades, que nunca faltan, hay muchas cosas hermosas y gratificantes en la vida del sacerdote. En todos estos años. como dice san Pablo, soy consciente de mis luces, mis sombras y debilidades, pero también junto a ellas he experimentado en mi persona infinidad de veces la acción de la gracia, la misericordia y el perdón de Dios que nos acompaña en muchos acontecimientos admirables y nos lleva de la mano, con infinita ternura y bondad.

 Han sido muchos los momentos que he vivido y que recuerdo con cariño: El conocimiento de muchas personas, el conocer a muchos sacer­dotes, el conocimiento de muchas reali­dades pastorales, el sentir la huella de Dios en los movimien­tos laicales, en el tra­to con los jóvenes y las familias, en muchos nombres grabados en nuestra vida, muchas personas acompañadas y por las que he sido acogido, acompañado y querido …

Don Teófilo, junto a don Eugenio Albalate, en el homenaje que recibió en la celebración de San Juan de Ávila.

Por eso, en todos los sitios para mí lo más importante ha sido querer a la gente y mostrar el rostro del Dios misericordioso con la convicción de que, aunque a veces nos parezca que los tiempos no son propicios para valorar la acción de la Iglesia, tiempo de constantes y difíciles encrucijadas, con grandes dramas personales, familiares y sociales, todos son momentos para transmitir nuestro más sincero mensaje de esperanza humana y cristiana. A nosotros nos toca sembrar ¡No tengamos miedo! Dios tiene la última palabra de cada historia, y siempre es una palabra de compasión, de ternura y de amor infinito que produce una cosecha abundante. 

50 años de vida sacerdotal no dejan de ser un misterio. Por eso, “me sigo considerando un privilegiado del amor de Dios”. «Soy sacerdote porque Dios quiso, quiere y Él sostiene mi fragilidad”, por ello esta celebración es una ocasión estupenda, como nos dice San Pablo, para dar gracias a Jesucristo que, durante cincuenta años, ha querido ejercer su sacerdocio por medio de nosotros.

 Y así este recuerdo me lleva a volver al momento de mi ordenación en que me impuso sus manos y me hizo partícipe de este misterio en el que prometí responder a la gracia del sacramento con el esfuerzo gozoso de la fidelidad al rebaño que me fuese confiado, al ministerio de la Palabra, a la administración de los sacramentos, a orar sin desfallecer por el pueblo encomendado, a unirme al único sacrificio de Cristo para la salvación de los hombres, y especialmente, a los pobres, a los débiles, a los necesitados, a tantos y tantos hermanos que viven en soledad y amargura.

Con toda sencillez y humildad, esta celebración me lleva a renovar mi testimonio constante de fidelidad y de amor a las promesas sacerdotales que, de nuevo, renovamos.

¿Cómo va a celebrarlo?

– Celebraré este don recibido del Señor, sencillamente, con los sacerdotes de la diócesis y de toda la Iglesia, en la fiesta de San Juan de Ávila.

– ¿Qué espera de esta celebración?

– Espero que la misericordia del Señor y la oración de los hermanos me sigan ayudando para ir avanzando en la conversión personal y comunitaria que siempre nos quedan pendiente. Y que este acontecimiento me ayude a dar gracias al Señor por tantas gracias y tanto amor recibido con los hermanos. Yo creo que puedo decir en verdad con San Pablo que, a pesar de los pesares, he sido feliz. con la gracia, ayuda y compañía del que me ha llamado.

Por ello: “Doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fio de mí y me confió este ministerio”.

¡Gracias, hermanos y amigos, con mi mejor deseo un abrazo rebosante de júbilo y de esperanza para todos!