06 Sep María Luisa Dávila: «La Medalla de Extremadura es el reconocimiento a toda la Institución, a toda una obra»
Este sábado, nuestra diócesis está de enhorabuena. En realidad, lo está desde hace ya 138 años, cuando, bajo la dirección del sacerdote manchego Eladio Mozas Santamera, catorce mujeres dedicadas a la caridad en Plasencia decidieron consagrarse dando origen a la Congregación de las Hermanas Josefinas de la Santísima Trinidad que hoy desarrolla su labor por todo el mundo.
Una labor que este sábado, 7 de septiembre, en el Teatro Romano de Mérida y con la presencia de Monseñor don Ernesto Brotóns Tena, Obispo de Plasencia, será reconocida con la Medalla de Extremadura.
La Superiora General de la Congregación, María Luisa Dávila Fernández, nos cuenta la satisfacción que supone. “El reconocimiento lo acogemos con humildad y gratitud, pero también con responsabilidad porque no es algo personal, sino que es a toda una Institución, a toda una obra. Cuando lo recibimos, lo primero que sentimos fue emoción por todas las hermanas que han ido delante de nosotras sembrando los carismas y dando la vida y no sólo en Extremadura, sino en todo el mundo”.
La congregación fue fundada en Plasencia, donde tienen la casa madre, varios centros, el museo de la congregación y es “nuestra cuna”, pero a lo largo de estos años se ha extendido por todos los confines. “En la actualidad somos ciento veinte religiosas, pero hemos sido muchísimas. Llegamos a tener veinte misiones en Extremadura y de ahí crecimos al resto de España, de Europa, América, la India… Yo destacaría que, independientemente del número, aquí lo grande, lo que verdaderamente importa, es la obra y vamos manteniendo comunidades con las hermanas que hay. La salud de la mayoría de las religiosas que estamos es buena y las hermanas que van para mayores se mantienen en la primera línea todavía. Yo creo que ahora mismo sí goza de buena salud y, además, también tenemos alguna vocación nueva”.
Respecto al carisma de la congregación “es vivir el espíritu de la familia, dar gloria a la Trinidad”, pero destaca que abarcan todo tipo de campos (educación, ancianos, enfermos, …). “Desde la acogida y la sencillez, nuestro carisma se puede vivir en cualquier sitio. Decía nuestro fundador que allí donde la dignidad del hombre esté amenazada, allí tenemos que estar. Por eso, nuestra misión nunca se ha agotado”.
En definitiva, “estamos allí donde se nos necesite. Por ejemplo, tenemos una misión muy bonita en Vallecas, con un centro de atención pastoral y un centro de atención familiar. Siguiendo las orientaciones del Papa de atender a la periferia. En Perú estamos en la periferia con una escuela y una casa hogar para niñas; en Honduras tenemos un comedor social, dos consultorios y un colegio que es una obra social donde todos los alumnos están becados. En España tenemos una fundación que ayuda y colabora. Sacamos todo lo que podemos y con lo que tenemos. La variedad es amplia”.
También destaca “una obra muy importante que tenemos en Valladolid con una casa de acogida de mujeres en riesgo de exclusión y algunas con hijos. Junto a ella tenemos también el centro CIAMI (Centro Integral de Ayuda a la Mujer Inmigrante), con talleres y asesoramiento de empleo para inmigrantes”.
Además, expresa su satisfacción por haber cumplido uno de los deseos de su fundador de trabajar a través del laicado. “Tenemos movimientos importantes en Perú, Honduras, México, Chile y, por supuesto, España, donde desarrollan nuestro carisma como laicos”.
Aprovechando la conversación, le preguntamos sobre la realidad de la vida religiosa. “Ser religioso hoy en día no es fácil. A veces somos atacados y despreciados por la sociedad, pero nos mantiene la gracia de Dios y la vocación a la que hemos sido llamados y, desde ahí, desde esa perspectiva, nuestra vida sigue igual porque seguimos al señor. La fe y la vocación siempre están por encima de cualquier cosa”.
Entre las múltiples áreas en las que trabaja la congregación está la educación, una inmejorable puerta abierta a la fe, pero que también, en la sociedad actual, vive cómo muchos jóvenes, al llegar a cierta edad se desenganchan. “Vivimos en una sociedad de mucha libertad y es cierto que, en un momento dado, anteponen otras cosas, pero la mayoría yo creo que no se desenganchan del colegio y de lo aprendido. De hecho, nosotros, en los últimos años, estamos viendo reencuentros de antiguos alumnos que nos transmiten su satisfacción y su anhelo por los tiempos que vivieron en los colegios”.
Y cierra la conversación mirando al futuro. “El futuro de la congregación lo miramos con mucha esperanza, sobre todo por este pequeño crecimiento. Ya no por ser más o menos hermanas, sino que cuando recibimos un carisma, que es un don, un regalo, lo recibimos para vivirlo, pero también para transmitirlo y eso no se puede agotar en una generación. Las misiones, las obras que tenemos son siembras de valores humanos y cristianos”.