07 Jun Román Ángel Pardo: «El diálogo es palanca que puede mover el mundo para el bien ético y común»
Nos hacemos eco de la entrevista publicada en Iglesia en Plasencia a don Román Ángel Pardo Manrique, sacerdote, profesor y Vicedecano de la Facultad de Teología de la UPSA, gran protagonista de la Semana Social que, por primera vez, se celebraba la semana anterior en nuestra diócesis.
“El diálogo es palanca que puede mover el mundo para el bien ético y común”
Don Román Ángel Pardo Manrique, sacerdote de la archidiócesis de Burgos, profesor de Teología Moral y Vicedecano de la Facultad de Teología de la UPSA, participaba la semana pasada en la Semana Social que, por primera vez llega a nuestra diócesis. En esta entrevista nos da un esbozo tanto de la importancia de esta actividad, como de la presencia de la Doctrina Social de la Iglesia en la vida diaria de la Institución y del fiel.
-¿Qué son las Semanas Sociales y cuál es la importancia de que las Diócesis se impliquen en ellas? (Plasencia se une este año)
-Las Semanas Sociales nacen originalmente en el convulso siglo XIX, más en concreto, en el ámbito eclesial alemán y francés. Se originan como semanas de reflexión sobre las cuestiones sociales en el contexto de la segunda revolución industrial y el movimiento obrero. La celebración de dichas jornadas sociales tiene origen más inmediato en las enseñanzas de la primera encíclica de lo que posteriormente se conoce como Doctrina Social de la Iglesia; dicho documento magisterial se le conoce por el título de Rerum novarum y fue publicado en el año 1891 por el papa León XIII; dicha encíclica es como el faro originante de estas semanas que iluminó un camino que cuaja en España en 1906, más en concreto en Madrid. Allí se celebró con el apoyo de Pío X y de los obispos españoles un Curso de cuestiones sociales que es considerado la primera Semana Social en España. Dichos eventos son periódicos donde usando las estructuras diocesanas cada ciertos años se celebran reuniones en algunas iglesias locales a modo de pequeñas acciones formativas de tipo universitario y a modo también de unos ejercicios espirituales de temática social.
Como se ve, su propia estructura es diocesana, y esto ayuda a comprender y a descubrir la necesidad de que toda la Iglesia local esté representada en ellas, ya que las cuestiones de las que se trata son sociales e implican a todos los estamentos y vocaciones del Pueblo de Dios. Cuando se realizan, una serie de diócesis reflexionan y posteriormente presentan los frutos de su trabajo en la Semana social propiamente dicha, que este año se celebrará en Valladolid los días 8 y 9 de noviembre. Este año, la diócesis de Plasencia será una de las que realizarán el trabajo previo de estudio, reflexión y propuestas sobre el interesante tema de El diálogo, camino para la Iglesia.
-Asistimos a un momento de gran bipolarización. ¿Es posible el diálogo social en ese contexto? ¿Es un obstáculo para la Doctrina Social de la Iglesia o un caldo de cultivo?
-Los seres humanos somos seres relacionales, Aristóteles decía que somos políticos, es decir, sociales. Desde que nacemos estamos en dependencia, de tal modo que en la hospitalidad de las instituciones sociales y comunitarias estamos protegidos. Así acontece desde nuestras familias hasta nuestro sistema de Seguridad social y de salud, pasando por nuestras amistades, lugares de trabajo y de ocio; para los cristianos el lugar paradigmático, materno y comunitario-social es la Iglesia, la comunidad de los hijos de Dios. Sin embargo, sabemos que en toda empresa humana pronto surgen diferencias, muchas legítimas y enriquecedoras, pero algunas muestran sus propias chispas malévolas; en este contexto es necesario trabajar por lo que nos une, apartando la tentación de potenciar las diferencias; por eso, el diálogo y el debate racional son el mejor modo de caminar y esto, discerniendo juntos, buscando horizontes, caminos y metas juntos, optando por aquellos que parezcan que son los que mejor concretan y son acordes con nuestra dignidad, sabiendo que esto no significa uniformización, es decir, nunca pretendiendo imponer las propias ideas, sino mostrando con inteligencia cuáles son los postulados y propuestas que mejor solucionan o responden a los dilemas que se plantean dentro de la sociedad civil en la consecución del bien común. Aquí la doctrina social de la Iglesia tiene mucho que aportar como “maestra de humanidad” que es la Iglesia. Como nos ha recordado recientemente la declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe Dignitas infinita, la reflexión y el diálogo nos permiten reconocer la dignidad ajena, lo que exige que -por mucho que pensemos distinto- estamos llamados a la comunión, a vivir la fraternidad, esa amistad social de la que habla el papa Francisco y que implica la superación de las bipolaridades, digo yo, “imantadas”. Posiblemente, el número 4 de la carta apostólica Octogesima adveniens del papa Pablo VI nos dio pistas al describir la labor de las enseñanzas sociales de la Iglesia, allí se recordaba que ante las diversas situaciones complejas la Doctrina Social de la Iglesia no tiene una palabra única, pero sí que, con la ayuda de la revelación, la fe y el discernimiento objetivo -realizado dentro de las comunidades del Pueblo de Dios-, se ofrecen principios y criterios de juicio, así como se anima a la trasformación de las injusticias.
-El Papa Francisco insiste en la importancia del laicado. ¿Cómo deben ser los siguientes pasos en este aspecto? En los últimos años y, en especial, dentro del Sínodo, se está insistiendo mucho en su presencia en los distintos movimientos sociales y en la propia estructura. ¿Se está notando ya?
-A lo largo del siglo XX se elaboró una rica teología del laicado que tuvo sus frutos en el Concilio Vaticano II y el magisterio posconciliar. Se debe hacer mención de que en la Iglesia de España recientemente tuvo lugar el Congreso de laicos, Pueblo de Dios en salida. Una vez evocados estos acontecimientos creo que es necesario volver a repensar los fundamentos teológicos que facilitan una continuada teología del laicado con el horizonte de una misión compartida en una eclesiología -que tomando conciencia de la identidad y misión del laico en la Iglesia y el mundo- subraye los distintos y complementarios ministerios y carismas enraizados en el sacerdocio bautismal. En este sentido, recuerdo el tema central de estas semanas sociales que es el diálogo, un diálogo que sea palanca con la que se pueda mover la sociedad hacia la consecución del bien y donde los bautizados podemos ser el punto de apoyo que desde los valores del Reino de Dios lo hagan posible.
En este sentido creo necesarios tres pasos en forma de “tomas de conciencia” para llegar a una verdadera y mejor acción laical, dentro y fuera de la Iglesia: a) primer paso: tomar conciencia de la consagración recibida en el bautismo: triplex munus; b) segundo paso: tomar conciencia de que el derecho canónico protege y posibilita al laico, aunque actualmente se queda corto, en este sentido me parece que la cuestión del desarrollo de la sinodalidad reclama concreciones canónicas; c) tercer paso: tomar conciencia de que el laico hace presente a Cristo y su misión consagrando y construyendo el mundo, lo que implica pasar de las posibilidades de ejercer el ser laico a serlo efectivamente, con distintos modos de estar en el mundo, así como el desarrollo de las virtudes de “saber dónde estar” y “cómo estar” como laicos.