“Mi verdadero aprendizaje de Dios ha sido con el pueblo”

“Mi verdadero aprendizaje de Dios ha sido con el pueblo”

El sacerdote operario diocesano, Antonio García Hoya, celebra sus 50 años de sacerdocio en Venezuela, donde se encuentra ejerciendo su ministerio.

– ¿Qué valoración hace de sus 50 años de sacerdocio?
-No es fácil expresar con palabras lo que suponen 50 años de una vida. He servido a la iglesia desde mi condición de sacerdote operario. La Hermandad me ha brindado tiempos y espacios para una buena formación. Pero mi verdadero aprendizaje de las cosas de Dios ha sido con el pueblo que se me ha confiado y al que he tratado de acompañar. Llegué a Venezuela en 1979. Mi labor ha sido mayoritariamente en parroquias de las periferias de Caracas, Valencia, Ciudad Guayana y Ciudad Bolívar. Más de 40 años bebiendo del pozo de la espiritualidad de un pueblo sufriente, solidario, gozoso y lleno de esperanza. Me pides valoración. Creo que he recibido mucho y mucho se me exigirá al dar cuenta de mi ministerio. Como san Romero de América digo, “con fieles, como con los que he vivido, no se puede ser mal pastor”.

-¿Qué momento de su vida sacerdotal guarda con especial cariño?
-En cada destino, siempre ha habido muchas vivencias gratificantes. El párroco que me recibió en Tarragona fue ejemplo y cuidador de mi vocación. También Mons Josep Pon i Gol Arzobispo fue maestro y pastor cercano. En Petare, fue mi bautismo de sangre de lo que es la pastoral en los suburbios de las grandes ciudades. Cerca de los que sufren violencia callejera, adicciones situaciones que me llevaron a entender lo que significa ser luz y levadura para el mundo. Quiero destacar la pastoral juvenil, la catequesis familiar, los ministros de la eucaristía y visitadoras de enfermos o privados de libertad, madres cuidadoras en hogares para niños, grupos de apoyo en la defensa de los derechos de niños y adolescentes y la Comisión de Justicia y Paz del arciprestazgo de Petare.

-¿Cómo va a celebrar sus bodas de oro sacerdotales?
-Después de 23 años, estoy de nuevo en la parroquia que me recibió hace 44 años. Mientras Dios me dé vida y salud seguiré trabajando entre los intrincados barrios de Petare. Pasaré el mes de julio en España para compartir la acción de gracias con mi familia y amigos. Obligada es la visita a la catedral de Plasencia y orar ante la tumba de D. Pedro Zarranz y Pueyo; y a la casa sacerdotal para compartir con nuestros ancianos sacerdotes.

– ¿Qué es lo mejor y lo peor de ser sacerdote?
-Servir y ser fiel, pese a tantas miserias y pecados personales, al don de la vocación que, no por méritos sino por amor, me ha regalado el Señor. Ser mediación de la gracia santificante por medio de la celebración de los sacramentos es algo inconmensurable. Lo peor es desenfocar el centro que es Cristo en todo y creerse que somos los protagonistas en la misión que se nos ha encomendado.

– ¿Cómo animaría a los jóvenes a seguir la llamada de Jesús?
-Seguir a Jesús en el llamado a la vida sacerdotal no les quita nada sino que les llena de bendiciones. Puede haber la excusa de que no se es digno pero Cristo sabe muy bien de qué barro estamos formados y sin embargo cuenta con nosotros. Termino con palabras del Papa Francisco en la Jornada de oración por las vocaciones: “despertemos del sueño, salgamos de la indiferencia… ¡tengan la valentía de involucrarse!”.

Entrevista publicada en la revista diocesana Iglesia en Plasencia, número 606.