09 Dic José Alberto Garijo: «En la Iglesia nos cuesta romper amarras con estructuras de otras épocas»
«El libro del Éxodo es como un itinerario catequético comunitario para que, como Iglesia, como comunidad, reavivemos nuestra vocación de ‘pueblo de la alianza’… Necesitamos recuperar espacios comunes de diálogo»
«Francisco ha hablado muchas veces de la ‘Iglesia en salida’, de una Iglesia en continuo ‘éxodo’. Tenemos que salir sin miedo al encuentro de la cultura moderna. Sin miedo al futuro. Dios es el que marca los ritmos del tiempo»
«En Israel y Gaza se viven momentos dramáticos como nunca se habían vivido desde hacía muchas décadas. A esta situación se ha llegado como consecuencia de gobiernos que promueven políticas radicales y ultranacionalistas. El nacionalismo y la religión son siempre una mezcla explosiva»
«Las propuestas de diálogo y de convivencia, aunque sean ahora minoritarias, se convertirán un día en la solución. Así ha pasado en la historia de la humanidad. De alguna forma, se ve aquí también la mano del Espíritu que guía los hilos de la historia»
09.12.2023
(Diócesis de Plasencia).- Entrevista al sacerdote manchego, don José Alberto Garijo Serrano, Doctor en Teología Bíblica y Licenciado en Filología Hispánica, publicada en el último número de la revista diocesana Iglesia en Plasencia. En ella se adentra en el libro del Éxodo con motivo de su participación en la Cátedra San Juan Pablo II y en la Formación Permanente del Clero.
Sacerdote de la Diócesis de Albacete, donde nació el 6 de octubre de 1964, es Licenciado en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma, y doctor en Teología Bíblica en la Universidad Gregoriana, además de Licenciado en Filología Hispánica. Párroco en Villalgordo del Júcar (Albacete), y profesor de Antiguo Testamento en la Universidad Pontificia de Salamanca. La pasada semana inauguraba la Cátedra San Juan Pablo II y participaba en la Formación Permanente del Clero con Seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos. Lectura narrativa del libro del Éxodo.
Éxodo
-Para los que no pueden asistir a su conferencia. ¿Podría hacernos un pequeño resumen?
-Intento ofrecer unas herramientas que ayuden a leer este libro. Parece que la clave de lectura del Éxodo se encuentra precisamente al final del libro, cuando Moisés ha terminado de construir el Santuario a los pies del Sinaí, y la Gloria del Señor entra en él (Ex 40,34-35). En ese momento Dios empieza a vivir en medio de Israel. Para esto eligió Dios a Moisés y sacó a los israelitas de Egipto. Este Santuario del desierto es como un templo portátil que los israelitas trasladan por el desierto e introducen en el país de Canaán. Cuando Salomón construya el templo de Jerusalén, depositará en él el arca de la alianza y el altar que Moisés mandó construir (1 Reyes 8). Es decir, toda la hazaña del Éxodo apunta directamente hacia el Templo de Jerusalén, el Lugar elegido por Dios para que allí resida su Gloria. La liberación de la esclavitud ya es un hecho importante, pero el proyecto de Dios va más allá: hacer de Israel su Morada perpetua de su Gloria dentro del mundo que él ha creado. De esta forma se completa la misma creación. Por fin Dios vive en medio de su pueblo.
-¿Cómo podemos interpretar hoy en día el Éxodo?
-Yo creo que el libro del Éxodo puede ofrecer pistas para la vida de la Iglesia de hoy. Nosotros leemos el libro del Éxodo durante la cuaresma, ese tiempo de penitencia comunitaria y de salida al desierto para poder celebrar la Pascua. El libro del Éxodo es como un itinerario catequético comunitario para que, como Iglesia, como comunidad, reavivemos nuestra vocación de “pueblo de la alianza”.
Antes de salir de Egipto, los israelitas eran solo una clase social esclavizada, no eran todavía un pueblo. Pero cuando celebran la Pascua en Egipto (Ex 12-13) Dios empieza a llamarlos “la comunidad de los hijos de Israel”. Ya empiezan a cambiar, no son un grupo de esclavos; son una “comunidad”. Es Dios quien les ofrece un programa para que se conviertan en “mi propiedad personal, un reino de sacerdotes y una nación santa” (Ex 19,5-6). La primera carta de Pedro, posiblemente una homilía bautismal, reconoce que “antes erais no-pueblo, ahora sois pueblo de Dios” (1 Pedro 2,20).
El papa Francisco nos recuera muchas veces a los curas que tenemos que estar al servicio del “santo pueblo de Dios”. Valorar lo que nos une, lo que crea comunión, la igual dignidad bautismal. Todos, los laicos, los presbíteros y los religiosos, tenemos la misma dignidad en este pueblo. No hay bautizados de segunda categoría.
Lo que nos une
-El Éxodo como ‘salida y camino de profundización en la fe’. ¿Necesitamos seguir hoy en día el mismo camino? ¿Cómo puede la Iglesia conseguirlo?
-El papa Francisco ha hablado muchas veces de la “Iglesia en salida”, de una Iglesia que está en continuo estado de “éxodo”, ¿Salir de dónde? Cuando los israelitas salen de Egipto y se topan con el desierto, sienten la tentación de volverse atrás, y recuerdan con nostalgia las cebollas y los melones de Egipto, y las ollas de carne. A veces en la Iglesia nos ocurre que también miramos hacia atrás con nostalgia, pensando que otros tiempos pasados fueron mejores. Nos cuesta romper amarras con estructuras de otras épocas. Tenemos que salir sin miedo al encuentro de la cultura moderna, de las nuevas generaciones. Intentar comprender su forma de pensar, sus valores. Sin miedo al futuro. Dios es el que marca los ritmos del tiempo.
-¿Podría hacernos un paralelismo entre el Éxodo y la realidad que vivimos?
-Vivimos en sociedades partidas por la mitad, polarizadas en los extremos, con un grave deterioro de la confianza de los ciudadanos en las instituciones democráticas y con inquietantes tentaciones de violencia radical. Nos sucede en España con la famosa amnistía, y en Argentina con las presidenciales. Pero lo fueron también el Reino Unido con el Bréxit, Estados Unidos en la era Trump, Chile en las revueltas sociales de 2019 y los debates de la nueva constitución; Polonia, Hungría e Israel por controvertidas reformas judiciales promovidas por los gobiernos.
Necesitamos recuperar espacios comunes de diálogo, con proyectos amplios donde se puedan reconocer la inmensa mayoría de los ciudadanos que, aunque piensen de forma distinta sobre muchas cosas, son capaces de dejar de lado las diferencias y buscar únicamente el bien común. Creo que el libro del Éxodo nos ofrece el modelo de un pueblo que, aun con las tentaciones de volver a Egipto y las murmuraciones contra Moisés y Dios, fue capaz de aglutinarse en torno a un proyecto común.
Diálogo
-Este año, la Escuela Bíblica Lux Mundi (diocesana) está partiendo también del libro del Éxodo, ¿cómo potenciamos la actividad? ¿Nos da algún consejo?
-Me da mucha alegría conocer la actividad de vuestra Escuela Bíblica. De verdad, que es una esperanza. Para mí, el estudio, la lectura y la meditación de la Biblia no se puede comparar a ninguna otra actividad. La Palabra de Dios es la fuente inagotable, fresca, siempre sorprendente, siempre sugerente. No sé, yo el único consejo que daría es leer la Biblia directamente. La Biblia se conoce leyéndola. Cada día un capítulo, día a día, libro a libro. Un año y otro, toda la vida. Luego el corazón y la mente guardan ese material y van haciendo su trabajo: encuentran nuevos sentidos, relacionan un texto con otro texto. En resumen: leer cada día un capítulo de la Biblia.
-¿Qué lectura puede realizar del conflicto palestino-israelí?
-Israel está ahora mismo en estado de shock por los terribles atentados del 7 de octubre. Familias enteras masacradas en los kibutz cercanos a Gaza, las casas quemadas, las tremendas fotografías y videos tomados el día de la matanza, la angustia por los 240 secuestrados… El país está un poco como “anestesiado”, y el sufrimiento de los gazatíes para ellos casi queda silenciado por su propio dolor.
Y en la otra parte, los 4.000 niños muertos en Gaza, el desplazamiento masivo de la población (¡más de un millón de personas!), la carencia absoluta de agua, alimentos, atención sanitaria. Las ruinas, los escombros, … Gaza arrasada hasta los cimientos por los ataques israelíes.
Realmente se viven momentos dramáticos como nunca se habían vivido desde hacía muchas décadas. A esta situación se ha llegado como consecuencia de gobiernos que promueven políticas radicales y ultranacionalistas. El nacionalismo y la religión son siempre una mezcla explosiva. El peligro está en que ahora la sociedad se radicalice más aún. De todas formas, siempre queda la esperanza de que, con el tiempo, las propuestas de diálogo y de convivencia, aunque sean ahora minoritarias, se conviertan un día en la solución. Así ha pasado en la historia de la humanidad. De alguna forma, se ve aquí también la mano del Espíritu que guía los hilos de la historia.