06 Feb Don Ernesto recuerda que «somos templo vivo de Dios» en su primera Misa en la Catedral
Nuestro obispo, Monseñor don Ernesto Brotóns, apelaba este sábado a que seamos «templo de Dios Vivo» y lo hacía en su primera misa en la Catedral, que ha estado varios meses cerrada al culto debido a la presencia de la exposición Transitus, de Las Edades del Hombre. Sin embargo, don Ernesto dejaba claro que «en cierta manera, la Catedral no ha dejado de estar abierta para convertirse a través del arte en espacio de catequesis y de evangelización para miles de personas».
En la celebración, en la que el Deán de la Catedral, don Jacinto Núñez, le daba la bienvenida con un profundo discurso en el que expresaba «el gozo y la alabanza» de que la Cátedra episcopal le acogiera como obispo, participaban los miembros del Cabildo y varios vicarios y sacerdotes de la diócesis.
En su homilía, don Ernesto Brotóns realzó la belleza de la Catedral y lo que impresionaba, para añadir que «por hermosas y valiosas que sean estas piedras, que lo son, lo verdaderamente hermoso y valioso somos las personas, piedras vivas. Todos y cada uno de nosotros reunidos somos, no lo olvidemos, pueblo de Dios en camino, llamados a caminar juntos, cuerpo de Cristo que se hace aquí presente en la palabra, en la fracción del pan, en la asamblea, y dentro del Espíritu que nos conduce por los caminos de Jesús a ser testigos e instrumentos de su amor para vida de todos».
Precisamente, «aquí nos sentimos familia, comunidad, iglesia, la catedral nos recuerda que somos templo vivo de Dios.», señaló.
«Plasencia creció en torno a una catedral, a esta catedral. Ojalá nuestra catedral, foco de espiritualidad, de cultura, de solidaridad, sea impulso humanizador, que ayude a construir una ciudad humana, abierta, acogedora y fraterna. La ciudad, nos dice el papa Francisco, no puede por menos de alegrarse cuando ve a los cristianos salir del templo para convertirse en anunciadores alegres, decididos a compartir con los demás los tesoros de la palabra de Dios y a trabajar por el bien común», decía, después de invitarnos a que el silencio al que invita la estancia en la Catedral sea un silencio que nos haga «sacar lo mejor de nosotros, para salir al encuentro del otro y de los otros, dejarnos afectar por su dolor. Construir una sociedad más justa, humana y fraterna. Evangelizar. Plasencia creció en torno a una catedral, a esta catedral. Ojalá nuestra catedral, foco de espiritualidad, de cultura, de solidaridad, sea impulso humanizador, que ayude a construir una ciudad humana, abierta, acogedora y fraterna. La ciudad, nos dice el papa Francisco, no puede por menos de alegrarse cuando ve a los cristianos salir del templo para convertirse en anunciadores alegres, decididos a compartir con los demás los tesoros de la palabra de Dios y a trabajar por el bien común».
Antes de ponerse al amparo de la Virgen, a quien están dedicadas ambas catedrales (Santa María y la Asunción), pidió al Señor «que me ayude aquí, en casa, a ser fiel testigo de su palabra. Fiel dispensador de su gracia, pastor bueno, según su corazón».