02 Dic María José Díez: «No podemos mirar hacia otro lado»
Delegada episcopal para la protección de menores, acompañamiento a las víctimas de abusos de la Diócesis de Astorga desde 2019 (fue la primera oficina constituida en España) y miembro del Servicio de Coordinación de Oficinas de Atención a las Víctimas de la Conferencia Episcopal, Díez Alonso ha participado estos últimos días en la Formación Permanente del Clero sobre los ‘Abusos sexuales en la Iglesia, pasado, presente y futuro’. Casada y madre de dos hijos, es Licenciada en Psicología y Psicopedagogía y, a sus 46 años, trabaja como psicóloga sanitaria y forense en el ámbito privado. Además, actúa como perito en los tribunales civiles y eclesiásticos con más de diez años trabajando en el área de la victimología.
A continuación reproducimos la entrevista que concedió a Iglesia en Plasencia para su número 575.
-Para los que no han podido asistir, ¿podría resumirnos brevemente en qué han consistido las conferencias?
-En las conferencias he tratado de analizar cómo la Iglesia, concretamente la española, ha afrontado, mejor dicho, está afrontando la crisis de los abusos sexuales que se han producido en contextos eclesiales. Con una mirada amplia y una actitud reflexiva he querido hacer un recorrido desde el año 2001, en que se conoce lo ocurrido en la Archidiócesis de Boston, hasta el impacto en la Iglesia española cuando se producen las primeras denuncias y, a partir de ahí, y superado un primer momento en el que no estaba muy claro, cómo había que actuar, la respuesta ha sido de afrontamiento del problema en todas sus dimensiones: desarrollando Protocolos de Prevención y Actuación en casos de Abusos, creando oficinas de atención a víctimas –espacios en los que se hace la acogida, escucha y acompañamiento de estas personas y también planes de prevención y formación dirigidos a las personas que tienen contacto con menores en actividades pastorales, formativas o asistenciales.
-Mucho se habla de los abusos en la Iglesia. Numéricamente, ¿cuál es su relevancia en comparación con el resto de la sociedad?
-Estos casos han tenido mucho impacto social. La Fundación ANAR (organización sin ánimo de lucro que ayuda a menores en riesgo) en un estudio, publicado en el año 2021, que recoge datos desde el 2008 al 2019, refleja que los casos que se refieren a contexto religioso son el 0,02%, sin duda, es una cifra muy pequeña, pero que no debe dejarnos indiferentes.
-¿Ha habido un cambio de postura en la Iglesia en los últimos tiempos sobre la atención a las víctimas?
-Creo que tenemos que hablar, más que de cambio de postura, de cambio en la forma de afrontar esta situación, pasando de una perspectiva centrada en lo jurídico, a un modelo de atención integral centrado en las víctimas, creando protocolos de prevención y actuación, códigos de buenas prácticas y planes de formación, junto con un recurso fundamental como son las Oficinas de Atención a Víctimas que han sido decisivas, porque son cercanas a la sociedad y facilitan, que quien quiera, pueda denunciar.
-¿Por qué ha sido posible ese cambio?
-Durante los últimos años, se ha producido un importante avance en el reconocimiento de los derechos de la infancia que se recogen en los Derechos del Niño (el 20 de noviembre se celebra el Día Universal del Niño) y en diversas leyes internacionales, nacionales y autonómicas; pero, esto no es suficiente: es preciso que la sociedad y las comunidades cristianas nos impliquemos en el fomento de la cultura de los buenos tratos y de cuidado de la infancia, no podemos mirar para otro lado. Con respecto a las víctimas, ese cambio surge de la conversión: conocer lo que ha pasado, conocer el dolor de las víctimas, de sus familias y también de los entornos en los que han sucedido estos casos, no solo es importante, sino que es necesario para poder reparar el daño y prevenir y evitarlo en el futuro.
-¿Cómo se debe actuar ante una sospecha?
-No debemos ir con nuestra mente en “modo detective”. Desde las Diócesis se está trabajando en la prevención de cualquier tipo de abuso o maltrato, también entre iguales; si existen indicios o tenemos sospechas de alguna situación de este tipo, hay que comunicarlo al responsable del ámbito en el que estemos para que se pongan en marcha todos los mecanismos de actuación con el objetivo de evitar que la situación se mantenga en caso de que exista, se pueda investigar e intervenir del modo que sea preceptivo. Hace años todas estas cuestiones no estaban protocolizadas y no se sabía cómo había que proceder, hoy esto ya no ocurre y las niñas, los niños y los adolescentes están protegidos y cuidados cuando asisten a las actividades pastorales o formativas que organiza la Iglesia en cualquiera de sus ámbitos.
-¿Qué atención se ofrece a las víctimas?
-Las Oficinas de Atención a Víctimas son espacios de atención integral a las personas que denuncian; en ellas, son acogidas, escuchadas y atendidas, recibiendo asesoramiento jurídico, apoyo psicológico y emocional y el acompañamiento espiritual. Esta forma de estar con la persona se adapta a su situación personal y a su ritmo.
-¿Qué se hace con los que han actuado de forma inapropiada?
-La intervención con los victimarios es necesaria y obligada como Iglesia, esto puede resultar escandaloso; sin embargo, esa persona tiene unas heridas, del pasado y actuales y, si deseamos, hacer un trabajo restaurativo y de prevención, a estas personas hay que recuperarlas y poner todos los medios para que, arrepentidas, pidan perdón y no repitan las acciones cometidas en el pasado.