19 Jun De Kiev a Casas del Monte a través de Cáritas y de la Diócesis
Casas del Monte hace apenas unos días. El párroco de la localidad y Delegado Episcopal de Cáritas Diocesana de Plasencia, Julián Martín Paniagua, la educadora social de la asociación, Laura Marroyo, y Henar Louzado, de Cooperación Internacional y Emergencias, se reúnen con una familia. Ese día no es una familia cualquiera. Son un matrimonio y sus dos hijos, de tres y siete años, que acaban de llegar a la localidad tras una odisea desde Ucrania, en busca de un refugio ante la grave situación que vive su país por la invasión de las tropas rusas. Llevan ya una semana alojados en la casa parroquial de la localidad. Con el estallido de la guerra, la Provincia Eclesiástica de Extremadura puso distintos espacios a disposición de aquellos que lo necesitaran, en este caso la casa parroquial de la localidad.
La comunicación entre ambas partes se establece a través de sendos traductores en teléfonos móviles que demuestran que, cuando se quiere, cuando se necesita, la comunicación es universal. No hay barreras que impidan ayudar. Se observa durante una hora en la que los dos pequeños gastan el tiempo como pueden, ayudados por sus padres y por la propia Henar, que tratan de hacer más llevadera la conversación ‘adulta’ con pequeñas distracciones de los pequeños, que agradecen las ‘chucherías’ que les han llevado.
Sobre la mesa lo primero que sale es la preocupación por los aspectos personales. Marroyo se encarga de recopilar la situación, el estado de ánimo, las necesidades tanto personales como materiales, haciendo especial hincapié en el bienestar de los dos pequeños.
Mientras, Martín Paniagua aporta los trámites que ya, durante la primera semana de estancia de la familia, han ido realizando. Desde la escolarización del hijo mayor hasta el permiso de residencia. Los papeles que restan, la tarjeta médica y posibles ayudas económicas eran los principales objetivos de Cáritas en los próximos días. Las necesidades materiales se ciñen a un ‘carricoche’ para la pequeña y las necesidades personales giran en torno también a los pequeños y su integración. En la posible incorporación laboral ya trabajan en el pueblo desde su llegada y todo apunta que el padre de familia tendrá acomodo en alguna empresa cooperativa de la zona o, incluso, podría entrar en algún plan municipal, mientras su mujer podría realizar trabajos de belleza desde casa.
El agradecimiento y la amabilidad están presentes en todo momento en la reunión previa a que servidor trate de realizar alguna pregunta de índole más personal mientras el párroco está pendiente de que la torpeza del periodista no interfiera en la excepcionalidad de la situación de la familia ni alcance el plano estrictamente personal. Porque si algo tienen claro es que la mejor forma de conseguir la mayor integración es, precisamente esa, la de no salir del anonimato que tratamos en todo momento de preservar.
En Kiev, ellos eran una familia como puede ser la suya. Con un negocio familiar de barbería y esteticiene en la que tienen a su cargo varias personas en nómina más otra que trabaja por su cuenta. Dos hijos, estabilidad económica y personal que un día, mientras disfrutaban de un periplo de vacaciones se veía truncada por una guerra, como todas las guerras, injusta y sinsentido. A partir de ahí arrancan tres meses de odisea. Primero entrada de incógnito para buscar el coche. Luego dos meses en Polonia con el deseo de que el conflicto armado se quedara en un mal sueño y volver con su vida lo antes posible. Y por último, y viendo que se alargaba y que donde estaban no les podían atender como necesitaban, tomando la decisión de venir a España, un lugar donde el cabeza de familia confiesa que ansiaban visitar, pero que nunca pensó que fuera en esta situación y dejando atrás su familia, sus amigos, y gran parte de su vida. Ahora, empieza otra en la que tanto en Casas del Monte como en Cáritas se están volcando para que tengan las mayores comodidades mientras dure su estancia en España.
Laura nos cuenta que “en el caso de los ucranianos, Cáritas se supone que está en una segunda fase. La primera, la de emergencia, es más de la administración pública. Cáritas está ya en la segunda fase cuando esa persona tiene la documentación y nos centramos en la acogida una vez los derivan a las comunidades autónomas. Nuestro trabajo es la acogida desde el acompañamiento, una vivienda en codiciones, asesorarle tramitando la documentación que falte, ayudas en especie, ayudas, hay un fondo económico también para ayudarles. A grandes rasgos es ese. La situación no parece algo a corto plazo, por lo que se sigue necesitando esa ayuda de la gente”, sentencia.
Desde que empezó el conflicto en Ucrania, Cáritas ha atendido a casi dos millones de personas con alojamiento, 4.000 comidas diarias en Ucrania, atención psicológica y personal, atendiendo a los casos más vulnerables. La solidaridad ha permitido a España poder colaborar con varios millones de euros. Y es que la entidad trabaja en el origen, tránsito y destino. Se puede colaborar con Cáritas Diocesana de Plasencia:
Número de cuenta: ES58 2048 1001 9730 0011 9348
Concepto “Cáritas con Ucrania”
*Este reportaje se realizó a finales de mayo.