23 de enero. San Ildefonso, Arzobispo de Toledo

23 de enero. San Ildefonso, Arzobispo de Toledo

La Iglesia celebra hoy, jueves 23 de enero, la Festividad de San Ildefonso y, con la ayuda de don Miguel Ángel Ventanas, delegado de Liturgia y Animación a la Oración y canónigo de la SI Catedral, prefecto de música, nos adentramos en su vida y obra.

San Ildefonso nació en Toledo, en el seno de una ilustre familia hispano-visigoda probablemente en el año 607 durante el reinado del rey Witerico, sintiendo desde pequeño una gran atracción por la vida religiosa. Era sobrino del obispo toledano Eugenio, que fue el que se preocupó de su educación, recibiendo una brillante formación literaria.

Siendo muy niño y contra la voluntad de sus padres, se fugó de la casa paterna, ingresando en el monasterio toledano de los Santos Cosme y Damián, monasterio que se conoce con el nombre de «Agaliense» y que estaba situado en los alrededores de la ciudad. San Ildefonso estuvo muy vinculado a este monasterio como él mismo lo cuenta al hablar del obispo San Eladio (quién le ordenó de diácono), con la pretensión de resaltar el papel privilegiado que le correspondía al mencionado monasterio.

Allí llevó una conducta ejemplar y por su virtud y dotes naturales fue elegido abad, promoviendo desde esa responsabilidad una gran fidelidad a la Regla y a la observancia de las costumbres monásticas. Con esa responsabilidad como abad asistió a los concilios VIII y IX de Toledo ya que su firma consta en las actas de dichos concilios pero, aunque sabemos que asistió al concilio X celebrado en el año 656, su firma no consta en las actas.

En el Concilio del año 656 propuso la institución de la festividad del 18 de diciembre en honor de la Santísima Virgen, siendo designada como la festividad de la espera del nacimiento de Cristo. El fue el redactor del canon primero del X concilio de Toledo en el que se fija la fiesta de la Encarnación el día 25 de marzo y el de Santa María de la Expectación el día 18 de diciembre. A él se atribuyen parte de los textos usados en las liturgias de la Expectación y de la Navidad en el rito hispano-mozárabe, tanto en el Oficio de las Horas como en la Santa Misa.

La festividad del 18 de diciembre tuvo en España una gran resonancia y se piensa con fundamento en el hecho de que si en España a Nuestra Señora se la denomina vulgarmente como la «Virgen», es debido a la teología mariana de San Ildefonso que caló de inmediato en el pueblo hispano.

Los textos biográficos lo presentan como persona de grandes recursos, de carácter enérgico y de una inteligencia preclara, por lo que siendo solo un simple diácono, fue elegido arzobispo de Toledo después de la muerte del obispo San Eugenio II en el año 657. Su episcopado no fue nada fácil, pues fue obligado por el rey Recesvinto a aceptar esta responsabilidad, por lo que tuvo que soportar numerosas dificultades surgidas durante este reinado, dificultades que llegaron incluso a interrumpir la celebración de concilios entre los años 656 al 676.

Como refiere uno de sus primeros biógrafos, en uno de los últimos años de su vida, en la vigilia de la fiesta del 18 de diciembre de la que antes hemos hablado, o sea, la noche del día 17, mientras San Ildefonso, el clero y el pueblo iban en procesión hacia la catedral para realizar el canto de los Maitines, al llegar al templo, se lo encontraron iluminado por una luz celestial. Todos se llenaron de un santo temor, pero Ildefonso, adelantándose, vio a la Madre de Dios que estaba sentada sobre su cátedra episcopal y que estaba rodeada de ángeles y de vírgenes. Le hizo señas para que se acercara y le habló dulcemente y en agradecimiento le impuso una casulla para que la usara al día siguiente, que era su festividad.

De él se comenta también otro hecho milagroso relacionado con Santa Leocadia. La santa se le apareció a Ildefonso indicándole el lugar donde estaba sepultada y dejándole como recuerdo un trozo de su velo. San Ildefonso murió el día 23 de enero del año 667 y fue sepultado en la Basílica de Santa Leocadia donde permaneció durante un siglo.

En la segunda mitad del siglo VIII, a causa de la invasión y persecución de Abd-er-Rahman I, sus reliquias fueron trasladadas a Zamora donde permanecen en la iglesia de San Pedro junto con los restos del obispo zamorano San Atilano.

* En nuestra diócesis es el titular de la parroquia de Serrejon y de un antiguo monasterio en Plasencia.