10 Mar Una pregunta que lleva a la Vida: “Señor, ¿qué mandáis hacer de mí?”. Día del Seminario 2015
Queridos diocesanos:
En este Año Jubilar Teresiano, el testimonio espiritual de Santa Teresa de Jesús es la referencia obligada para todos los acontecimientos de la Iglesia española. Por eso, también nuestros seminarios, como no podía ser de otro modo, miran a Teresa en este año 2015 y buscan en ella caminos de perfección y de renovación humana, espiritual, pastoral y formativa. Para esa búsqueda se nos propone un lema precioso, que concentra todo el itinerario vocacional: “Señor, ¿qué mandáis hacer de mí?” Esto, como es sabido, lo dice Teresa tras afirmar sin la más mínima reserva: “Vuestra soy”. Estas hermosas y decisivas palabras, recogidas de uno de sus poemas, son sólo una parte del diálogo que ella supo mantener con el Señor. La otra parte de ese diálogo, la primera, la que toma la iniciativa, comenzó en el corazón mismo de Dios, manifestado siempre en el rostro de Cristo, en su humanidad cercana, encarnada y redentora. En la iniciativa divina comienza la vocación, la llamada siempre se dirige a un elegido, naturalmente con su entorno y sus circunstancias.
El entorno de los elegidos al sacerdocio es, sobre todo, la familia. En ella se ha de cultivar la orientación vocacional de cada hijo. La familia cristiana sabe que la vocación tiene su origen en la fe, es decir, en Cristo mismo, al que sus hijos se incorporaron en el Bautismo y al que van conociendo en el clima religioso de la Iglesia doméstica. Por eso, cada familia ha de saber cultivar la escucha y la acogida de lo que el Señor va indicando. ¿Qué mandáis hacer de mi? ha de ser la pregunta, convertida en actitud, que se instale en el corazón de cada uno de los hijos.
Esa misma pregunta ha de sonar siempre en los itinerarios de iniciación cristiana que siguen nuestros niños en las comunidades parroquiales. También sonará en el acercamiento a la religión que tienen en la escuela. Poco a poco hay que saber plasmar en la vida de los chicos la disponibilidad a lo que el Señor les pida, les mande. ¿Qué mandáis hacer de mí? es la pegunta-respuesta que el Señor espera siempre de aquellos en los que se fija para enviarlos, para encomendarles una misión en la Iglesia, para servicio del mundo. Si la iniciación cristiana hace discípulos del Señor, los discípulos sólo lo son de verdad si están disponibles para lo que él les diga que hay que hacer.
Pero el clima vocacional en la vida de la Iglesia sólo se cultiva cuando hay comunidades que saben reflejar, como testimonio para niños y adolescentes, que en ellas se acoge en todas las formas de vocación la llamada del Señor. Es responsabilidad de todos crear las condiciones para que se pueda producir el diálogo entre el Señor que llama con quienes barruntan en su interior esa llamada. El dialogo continuará hasta la solución clara y evidente de lo que el Señor indica; una solución que sólo encontrarán quienes estén dispuestos a escuchar y a acoger lo que el Señor quiere que hagan: ¿Qué mandáis hacer de mí?
Expuestas estas condiciones esenciales, os invito a todos a mirar a nuestro seminario diocesano como una posibilidad real que el Señor nos sugiera cuando preguntemos: ¿Qué mandáis hacer de mí?: Los niños, los jóvenes, sus padres, los sacerdotes y los laicos y laicas de nuestras comunidades cristianas han de ver el sacerdocio como un deseo del Señor para nuestros niños y jóvenes. Todos deben saber que el seminario pueden ir aquellos que se han dejado enviar por el Señor sin haberse reservado nada. Como sabéis, en esa casa viven con alegría un grupo de niños, adolescentes y jóvenes que dan el perfil de quienes han sabido decirle al Señor: “vuestro soy”. Precisamente, uno de estos jóvenes, Álvaro, será ordenado sacerdote el día 22 de marzo, en la Santa Iglesia Catedral de Plasencia, tras haber descubierto lo que el Señor quería de él y haber mantenido su palabra con generosidad de vida hasta este momento en el que va a recibir su ordenación sacerdotal para ser enviado a servir, en el mundo, a los hombres y mujeres a los que llevará, en nombre de Cristo, y enviado por la Iglesia, el consuelo de Dios.
Por todo lo que acabo de deciros, espero que hayáis deducido mi amor por el seminario y mi deseo de que lo compartáis conmigo. El seminario nos necesita a todos nosotros, necesita el aliento del obispo, el de los sacerdotes, el de los consagrados y el de toda la Iglesia diocesana. Hacedme caso, os lo ruego de corazón, y apoyad al Seminario en todos los aspectos de su vida: animando vocaciones, rezando por él y contribuyendo a su sostenimiento.
Con mi afecto y bendición.
+ Amadeo Rodríguez Magro, Obispo de Plasencia