24 Jun José Luis Retana: «Todavía no me hago a la idea de que voy a ser Obispo»
Poco más de tres meses han pasado desde que se conociera el nombramiento de José Luis Retana como obispo de Plasencia. Quedan apenas unas horas para que se haga efectiva esa toma de posesión, y queremos compartir con él esos últimos instantes.
– Antes de entrar en materia, me gustaría saber cómo está viviendo estos últimos momentos, estas horas previas a su toma de posesión. ¿Cuál es la sensación que tiene? ¿Hay nervios, ganas, inquietud?
Yo prometí a Don Jesús [el obispo de Ávila] que estaría en las tareas de la parroquia hasta el final. Y hemos terminado ya las tareas de la parroquia. En esta preparación, hubo un momento importante, que fue la visita del Colegio de Consultores de Plasencia; vivieron a verme, aunque no tratamos ningún asunto en especial. Y bueno, te vas haciendo un poco a la idea. Yo, desde luego, todavía no tengo la idea de que soy obispo, que voy a ser obispo. Imagino que después lo notaré más.
He ido allí [a Plasencia] dos veces. Una fue el miércoles pasado, cuando llevé mis cosas, mi ropa. Y otra ha sido este fin de semana, que fui a colgar algún cuadro, algo mío, que diera un poquito de color y, sobre todo, un toque personal para que, cuando me quede allí este sábado pues me sienta ya en mi lugar.
La verdad es que todo este tiempo ha estado muy dedicado a preparar la liturgia, a preparar quiénes van a poder estar en la Catedral. Y con las personas del Colegio de Consultores, que están en Plasencia pendientes (sobre todo, el Administrador Diocesano, Don Francisco Rico Bayo y el responsable de Liturgia de la Catedral), estoy muy en contacto, con una relación muy cercana; hablamos con bastante frecuencia. Pero, insisto, todavía no me he hecho a la idea; es algo tan grande que todavía no me he hecho a la idea.
Una vez que llegue a Plasencia (después comentaremos cómo va a ser esa toma de posesión), ¿cuáles van a ser sus primeros pasos en la diócesis? Imagino que el primer objetivo será conocerla a fondo.
Yo siempre decía a los seminaristas que el primer año no hay que quitar ni las telarañas: hay que dedicarse a conocer. En este caso concreto, mi prioridad son los sacerdotes. He prometido que quería ver a los 15 arciprestazgos: nos veremos todos juntos, después hablaré un rato con cada uno de ellos (15 – 20 minutos, lo que dé de sí la mañana), y luego comeremos todos juntos. También hay una serie de Confirmaciones pendientes que lo «mandado» será que lo haga el Obispo, aunque lo podría hacer cualquier otro, como se ha hecho hasta ahora. Cuando vas, sobre todo, a la zona sur, es un viaje que debes aprovechar, y es posible que hagamos noche allí y aprovechemos para visitar a alguna de las religiosas de las muchas que hay en la diócesis.
Antes hablaba de algunas visitas que ha podido hacer a Plasencia en estos últimos tres meses. Supongo que se habrá encontrado con los fieles. No sé si le habrán podido reconocer. Pero, en todo caso, ¿qué es lo que le han transmitido sus futuros diocesanos?
Me ha parecido un pueblo muy acogedor, simpático. Yo creo que no se diferencia mucho de nuestra zona de Ávila. Estuve también viendo a los seminaristas, que es un tema que tenemos que tratar pronto. Sobre todo, la sensación que me ha dado es que he sido muy bien acogido. No sé si es porque llevaban mucho tiempo sin obispo, pero lo que me ha llegado es una sensación de simpatía y de acogida grande que yo agradezco.
Vamos a centrarnos en la celebración de este fin de semana. Tenemos que hablar primero del viernes, que es cuando comienza la llegada oficial de Don José Luis Retana como Obispo de Plasencia. La entrada de una diócesis a la otra (no en vano, somos diócesis vecinas), se hace por Puente Congosto, si no me equivoco.
El viernes por la mañana tenemos aquí [en Ávila] un retiro los sacerdotes, porque así estaba ya programado. Y, al final del retiro, Don Jesús me entregará el báculo que me regalan los sacerdotes de la diócesis. Luego, por la tarde, iremos a Puente Congosto, a la parroquia, donde hay preparada una oración. Después, vamos a ir a la Virgen del Castañar, en Béjar; allí hay preparada otra oración. Y continuaremos hasta Plasencia. Con Don Jesús delante, haré la Profesión de Fe y el juramento de fidelidad. Y por la noche, cenaremos en el Seminario con los obispos que hayan llegado desde lejos para hacer noche allí.
La celebración en sí será el sábado, con esa presencia confirmada de Don Ricardo, el Cardenal Blázquez (también de esta diócesis de Ávila), que ha accedido a su petición personal de que sea él quien le ordene Obispo.
Personalmente tenía mucho interés, por el afecto que le tengo. Ha sido profesor mío, formador. Él mismo, ya sacerdote, nos invitó a ir al Seminario. Entonces tengo una historia de mucha afinidad con él. Por eso, tanto al Nuncio como al Arzobispo Metropolitano (Don Celso Morga) les pregunté qué era lo normal en estos casos, y que, si a ellos no les parecía mal, me dejaran que fuera Don Ricardo el que me ordenara.
En la mañana del sábado, saldremos del Obispado. Allí estarán las autoridades, con el Nuncio. Como está muy cerquita, vamos andando a la Catedral, y el Nuncio me presenta al Colegio de Consultores y a los Canónigos de la Catedral. Ellos me darán para asperjar el agua bendita. Y, desde allí, vamos al Seminario, donde estarán ya esperando los obispos revestidos (los sacerdotes también se habrán revestido en un sitio cercano y estarán ya en la Catedral). Es entonces cuando entramos para la celebración. Una celebración que es larga. Hermosísima, pero hay que pasarla, es larga.
Estamos en plena ola de calor. El cambio de temperatura es importante entre Plasencia y Ávila. Aunque, bueno, usted es de la zona sur de la provincia abulense, por lo que está acostumbrado a las altas temperaturas …
Será un ardor espiritual para todos [ríe]
Este es el futuro más inmediato. Pero, echando un poco la vista atrás, hemos hablado de estos tres meses de preparación desde que se anuncia ese nombramiento, de esa sorpresa inicial en Ávila, esa acogida en Plasencia. Han sido tres meses también de despedidas. Hemos visto momentos realmente emotivos. Yo destacaría dos de ellos: la despedida que le hacen los chicos de La Casa Grande de Martiherrero [el centro diocesano de educación especial del que era director], y la que le hacen los fieles de su parroquia de San Pedro Bautista. No sé si es consciente del cariño que ha despertado entre todos ellos, y el hueco tan grande que les deja.
Yo también los quiero [ríe]. En La Casa Grande ha habido dos momentos. Uno ha sido con los chicos y los trabajadores, sin prensa (que la prensa siempre impone un poquito más); ese día lloré sin pudor ninguno, todo el tiempo, mientras ellos me abrazaban. Luego, el otro día, también fue muy bonito, porque estaban todas las familias; ahí tuve que tirar un poquito de humor para salir de la situación sin llorar demasiado, solo un poquito. Y en la comida que hicimos de despedida con los amigos de la parroquia también fue muy emotivo, pero logré pasar el susto. Es que realmente es un dolor. Yo intento explicar que nosotros también tenemos nuestro corazón, que goza y que sufre. En este caso concreto, la separación cuesta bastante. Cada uno es como es, y yo soy así. Pero, lo que al menos he intentado dejar claro en la parroquia es que si ellos no son capaces de acoger bien al párroco que llegue, y colaborar, y continuar en el punto en el que estamos, significaría que yo no lo he hecho bien porque no les habría enseñado a seguir a Cristo: la cosa no es que sigan a un sacerdote, sino que tienen que seguir a Cristo, y eso lo hacen con un sacerdote de unas características u otras. Si este paso ellos no lo saben hacer bien, hubiéramos perdido estos cinco años.
Ha llorado mucho estos meses
Sí, mucho, mucho. Incluso, aquellos primeros veinte días. Teóricamente tienes que estar en silencio, pero yo se lo comenté a Don Jesús. Porque, cuando estás así, lo compartes con un padre. Hice esa pequeña trampa. Me costaba. Es una cosa tan grande, tan desproporcionada … Porque ya lo es el sacerdocio, pero en este caso la plenitud del sacerdocio, que es el episcopado, … Yo no me hacía a la idea. Bueno, yo soy un poco llorón, ¡qué le vamos a hacer!
Bueno, dejémoslo en sensible y cercano. No en vano, es una persona, que tiene su corazoncito, que deja atrás una vida para emprender otra algo más complicada. Supongo que el hecho de ejercer como Pastor de una diócesis es complejo. No olvidemos que la de Plasencia abarca además un territorio bastante extenso, que hay que conocer. No sé si se lo ha marcado como una escalada cuesta arriba, un reto, o algo que, como dijo el día del anuncio de su nombramiento, se escape a sus posibilidades. Ahora mismo, con la perspectiva de estos tres meses que han pasado, ¿cómo se plantea el futuro?
Esto es un servicio. Un servicio que la Iglesia te pide, y tú tienes un ejemplo, que es Jesucristo, cabeza y Pastor de la Iglesia. Entonces, cuanto más sea capaz de parecerme y tener las actitudes de Cristo, lo haré mejor. Pero es un trabajo que no hago solo. Yo he colaborado en estos últimos años junto a los obispos en el gobierno de la diócesis, y sé que son muy importantes las personas que te ayudan. Sobre todo, los vicarios. En Plasencia hay dos vicarios de zona, pues al ser una zona tan extensa, tan larga, hay uno de la zona norte y otro de la zona sur. Entonces es una tarea que no voy a hacer solo. Lo que voy a pedir a los sacerdotes es que ellos son mis colaboradores y que yo cuento con ellos. Les voy a dar mi teléfono para que cuenten conmigo en cualquier momento, pero yo cuento también con su colaboración generosa, y creo que lo harán perfectamente.
Me ha contado que este viernes va a estar muy ocupado. Pero imagino que, en esos momentos de soledad, se agarrará a la oración en estas horas previas.
Claro. La oración personal y la oración de los amigos. Yo creo que la belleza de la Iglesia está en ese montón de amigos que sabes explícitamente que están rezando por ti y contigo. Uno no se acerca a una tarea así, a menos que sea un imprudente, sin pedir ayuda de lo alto. Yo estoy convencido de que el Señor, que al final es quien te envía, no te deja solo en esta tarea. Por eso, sé que irá bien. Costará empezar, porque es empezar de nuevo, pero yo creo que irá perfectamente.
Ha tenido, como hemos dicho, tres meses para despedirse de todos y cada uno de los diocesanos de Ávila (obviamente no de forma personal). Ahora me gustaría que aprovechara estos últimos instantes para enviar un saludo, un deseo, a sus diocesanos de Plasencia y a las diócesis vecinas de Coria – Cáceres y Mérida – Badajoz.
A mis diocesanos de Plasencia: tengo un gran deseo de acudir con vosotros. Como os dije en mi primer saludo, cuando el Nuncio te dice «el Santo Padre te pide ser Obispo de Plasencia», empiezas a querer unos rostros que no conoces todavía, pero que van a ser la grey que la Iglesia y Dios te ponen en las manos. Es como una parroquia, pero mucho más grande. Lo que te dicen, en definitiva, es «a estos es a los que tienes que entregar tu vida». Voy a hacer todo lo que he sabido hacer siempre: trabajar todo lo que pueda, y quereros, quereros bien. No porque sea más afectuoso, sino porque es un modo de demostrar que sois amados de Cristo, sois salvados por Cristo, sois queridos por Dios.
E igual que no se hace una tarea solo en la diócesis, se hace también con las diócesis vecinas. Con sus obispos, con Don Celso y Don Francisco Cerro. Estas tres diócesis trabajan bien juntas. Por eso, aprovecho para saludar a las diócesis de Coria – Cáceres y de Mérida – Badajoz. Espero que tengamos un trabajo compartido, colegiado, entre los obispos y entre las tres diócesis.
Ahora sí, no queda más que despedirnos, ya oficialmente. Cuenta con nuestro cariño, y por supuesto con nuestra oración. Es importante, como dijo el obispo de Ávila, el vacío que deja en su diócesis, pero espero que pueda llenar los corazones de las gentes de Plasencia. Gracias, y hasta siempre.