Diez años sinodales y misioneros

Diez años sinodales y misioneros

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Queridos diocesanos:

Ya han pasado diez años desde que juntos finalizamos una preciosa y única experiencia de Iglesia. Como ya he dicho en otras ocasiones, a mí el X Sínodo Diocesano me introdujo de lleno en la vida de la diócesis, a la que acababa de empezar para ser vuestro obispo. Al entrar con gran ilusión en el ritmo de aquel acontecimiento, que aún estaba en una de sus fases iniciales, pude conocer en su “salsa sinodal”, que es lo mismo que “salsa eclesial”, a los sacerdotes, a los religiosos y a muchísimos y muy valiosos laicos cristianos.

No hay ninguna experiencia en la vida de las Iglesias diocesanas que las defina mejor y que las marque pastoralmente por un largo periodo de tiempo que un sínodo. Este caminar juntos con una actitud común de amor a Cristo y a la Iglesia y con un deseo en el corazón que orienta la vida de todos los diocesanos, como es la búsqueda de nuevos caminos para el anuncio del Evangelio, orienta para muchos años la vida de las Iglesias locales.

 

En la nuestra ha sido así. Todo lo que ha venido tras el sínodo ha sido inspirado y fomentado por las conclusiones sinodales. Mis colaboradores más inmediatos en la curia diocesana, los consejos y las instituciones básicas de la diócesis, especialmente los arciprestazgos y las parroquias, y yo mismo nos hemos inspirado desde hace diez años en todo lo que bajo la acción del Espíritu Santo se convirtió en ruta para nuestro caminar espiritual y pastoral aquí, en el territorio y en la cultura de la rica y plural Diócesis Plasencia. Le damos, pues, gracias al Señor por la feliz y audaz idea de mi predecesor de proponer lo que en general sería muy bien acogido por la comunidad diocesana: hacer todos un camino de lectura de los signos de los tiempos para, a la luz de la riqueza magisterial de la Iglesia conciliar y posconciliar, encontrar nuevos caminos para el anuncio de Jesucristo en un tiempo que, además, de haberse abierto a un nuevo siglo y milenio, estaba también abriéndose a retos muy complejos y a posibilidades no fáciles, pero sí apasionantes.

Siempre será difícil concretar lo que el Sínodo nos dejó, aunque ya en otros escritos hemos hecho un ejercicio de concreción; pero estoy convencido de que a cuantos se dejaron seducir por la novedad del Espíritu se les cambió la mirada y el corazón. Ese cambio es el que nos ha permitido habitar pastoralmente en esta diócesis a lo largo de estos diez años. Seguramente ninguna de las iniciativas que han surgido entre nosotros, especialmente en nuestros Planes Pastorales postsinodales, hubiera sido posible sin el impulso creativo que todos juntos le dimos a nuestra vida eclesial, tras habernos dejado guiar y acompañar por el Espíritu del Señor.

De un modo especial el Sínodo nos ha hecho desembocar en la Misión Diocesana Evangelizadora. El clima sinodal nos preparó para acciones que tuvieran el impulso de todos, para hacer una pastoral de comunión. El sínodo nos pidió crear y programar, pero también nos enseñó a hacer juntos las cosas. Sólo por ese aprendizaje ha sido posible este maravilloso milagro que siempre es la siembra y el riego de una misión entre todos. Este está siendo el fruto del sínodo en este momento, en el de su décimo aniversario: “cada parroquia una misión, cada cristiano un misionero”. La invitación ha sido para todos y todos, cada uno en la medida de sus posibilidades, han dado lo mejor de sí mismo, aunque en algunos casos sólo haya consistido en la confesión de dificultades y miedos y en la aceptación de cierta impotencia. Pero todo lo hemos hecho, como fruto de nuestra conciencia misionera. Entendíamos que lo mucho o lo poco era lo que el Señor nos estaba pidiendo.

Por eso, no hay mejor modo de celebrar nuestro sínodo diocesano que ofreciendo al Señor el fruto de nuestro trabajo, de nuestra ilusión, de nuestra creatividad, de nuestra pasión por el Reino de Dios, de nuestro amor a los hermanos en todas sus necesidades. La misión es nuestra ofrenda, esa que ponemos en manos de Aquel que le da el incremento. Es verdad que los frutos mejores de lo que estamos haciendo quizás de momento sean desconocidos para nosotros, pero nuestra confianza en la Palabra del Señor nos dice que su amor siempre llega en fecundidad y gracia para el mundo al que servimos.

Eso no significa que no vayamos a celebrar el X Aniversario de un modo especial. Ahora, sin embargo, no toca. No conviene que nada nos distraiga en este tiempo de remates de la Misión Diocesana. Tiempo habrá para que, una vez más junto a la Virgen, que nos está acompañando como lo hizo en la Iglesia de los primeros tiempos, alabemos juntos al Señor y le demos gracias porque nos ha marcado un camino por el que hemos de transitar todos como discípulos misioneros. Ahora lo que nos toca es continuar descubriendo, por estas rutas complejas y difíciles de la misión, que lo que para nosotros es fuente de vida lo necesitan también aquellos con los que nos encontramos y vivimos. Anunciar a Jesucristo, que sigue siendo el esperado para muchos corazones, es nuestro gozo y nuestra responsabilidad en este momento.

Feliz Aniversario Sinodal, Feliz final de la Misión en estos días pascuales.

+ Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Plasencia