09 Abr Comunicado del Obispo de Plasencia al hacerse público su nombramiento como Obispo de Jaén
1. Comparezco ante vosotros para daros una noticia que siento mucho tener que comunicar: el Santo Padre, el Papa Francisco, me ha nombrado Obispo de la Diócesis de Jaén. A esta hora se está haciendo pública en Roma y el Señor Nuncio se la ha comunicado a la Conferencia Episcopal Española, que también la está difundiendo. A partir de hoy soy Obispo electo de Jaén, pero permaneceré en la de Plasencia como Administrador Diocesano.
2. Lo que en estos momentos hago para vosotros, me evoca lo que viví el día 3 de Julio de 2003, en el palacio arzobispal de mi entonces diócesis de Mérida-Badajoz. Ese día se comunicaba que el Papa San Juan Pablo II me enviaba a la Diócesis de Plasencia como vuestro obispo. Lo recuerdo como un acontecimiento muy feliz, sobre todo porque me sentí muy querido por los que me enviaban: por el gran arzobispo Don Antonio Montero, por mis compañeros sacerdotes y por la diócesis de Mérida-Badajoz, que convirtió la noticia de mi nombramiento episcopal en una fiesta. Entre ellos crecí y entre ellos ejercí el ministerio sacerdotal. Me siento por eso orgulloso de ser hijo predilecto de Olivenza, aunque nacido en mi querida aldea de San Jorge de Alor. Por mi dilatada vida sacerdotal, también me siento muy emeritense y pacense.
3. Pero permitidme que hoy os diga que nada marca tanto el corazón de un obispo como ser el esposo de una Iglesia diocesana. Por eso, lo primero que hoy quiero deciros es que ser placentino es la huella más profunda que hasta el día de hoy tengo en mi corazón. Cuando llegué a Plasencia, el día 31 de Agosto de 2003, pude enseguida comprobar ese lazo afectivo, al comprobar que era acogido con mucho calor, sobre todo del corazón, como el que llegaba en el nombre del Señor. Así lo sentí entonces y así lo he sentido a lo largo de los más de doce años que voy a permanecer entre vosotros. Desde el primer día y cada día me he sentido maravillosamente en esta casa común de la fe en Jesucristo, que es para mí la diócesis de Plasencia; una diócesis maravillosa, en la que he sido muy feliz y de la que me he sentido siempre muy orgulloso.
4. Por todo eso, hoy tengo que reconocer que mis sentimientos son de pena por tener que dejaros. Espero que, por lo que os digo a vosotros, no se molesten mis nuevos diocesanos de Jaén. Estoy convencido de que no será así. A ellos les he dicho que mis sentimientos hacia vosotros no serán nunca un obstáculo para el afecto que ya les tengo. Quereros a vosotros será una fuerza y un acicate para querer a los diocesanos jiennenses, al menos tanto como he querido a los placentinos. La ilusión y la fuerza que me habéis ofrecido en esta mi querida diócesis me va a acompañar en el ministerio que ahora voy a renovar en mi ya muy querida también Diócesis de Jaén.
5. Muchas veces me habéis oído contar las excelencias de nuestra Diócesis de Plasencia; y sabéis que nunca me he callado a la hora de manifestar mi amor por esta tierra y por los hombres y mujeres que la habitáis en la diversidad y riqueza de sus comarcas, en cada una de sus ciudades y de sus pueblos. Le doy gracias al Señor que me envió a esta Iglesia, porque eso es lo que sois cuantos habéis caminado conmigo en la fe en Jesucristo, considerándome como vuestro Obispo y haciéndome crecer como un cristiano más. Os puedo asegurar que os quise desde el primer día y os he llevado en el corazón como un precioso tesoro que recibí y al que he procurado cuidar con todo esmero. En estas más de dos semanas que he tenido que vivir la noticia de mi traslado bajo secreto pontificio, he podido meditar y sentir todas las cosas buenas que he tenido la oportunidad de compartir con vosotros. Y, por supuesto, también me han venido a la mente las cosas que seguramente no he hecho bien. Tiempo habrá, porque no me iré hasta finales de mayo, para que haga un examen de conciencia ante vosotros.
6. Ahora me vais a permitir que no prolongue más mis palabras y que concluya con lo más sincero y auténtico que en este momento sale de mi corazón: os digo que os quiero, que os quiero mucho de Norte a Sur, de Sur a Norte, en esta geografía, demografía y ecología tan singular que el Señor nos ha regalado desde nuestros mismos orígenes como Iglesia. Quiero a mis salmantinos y con ellos quiero a la Virgen del Castañar; quiero a la franja cacereña de estas tierras bañadas por el Tajo y por las del Jerte Placentino, del que no me voy a olvidar por esos paseos matutinos, que tanto voy a echar de menos. Con todos los cacereños quiero a la Virgen del Puerto, de las Angustias, del Salobrar, de Sopetrán y de la Victoria. Me desvío un poco en mi camino hacia el sur para mirar hacia las buenas gentes de la Villuercas, con las que me paro en Berzocana para pedirle a los Santos Patronos, San Fulgencio y Santa Florentina que me acompañen en la tierra de San Eufrasio, a la que voy destinado. Quiero a mis entrañables pacenses, los de las vegas fértiles del Guadiana y, con ellos, quiero a la Virgen de las Cruces o a la de la Caridad.
7. Después de esta declaración de afecto, como seguramente tenéis una pregunta que hacerme, me permito responder, antes incluso de que me la hagáis. Durante estos días he pensado: algunos me dirán: ¿Y si tanto nos quieres, por qué te vas? Pues sencillamente porque os quiero, porque también renunciar es querer. Al Santo Padre Francisco, cuando ya por edad yo pensaba que me jubilaría entre vosotros y un día sería vuestro obispo emérito, le ha parecido bien fijarse en este humilde obispo, y me envía a vuestros hermanos los cristianos de Jaén. Seguro que él, que lleva la barca de Pedro, sabe por qué lo ha hecho. A mi me toca coger la maleta y ponerme en camino sin mirar atrás. Como hice cuando vine hacia vosotros. Ese es el servicio que ahora he de hacer. Por eso, me vais a permitir que termine haciéndoos también yo una pregunta, por si no he respondido bien a la vuestra: ¿A vosotros os gustaría que vuestro obispo no estuviera disponible para servir a la Iglesia allá donde el Santo Padre le envíe?
8. Gracias, queridos placentinos, por haberme hecho tan feliz y por haberme querido tanto. Yo al menos así lo he sentido en mi trato con tantos hombres y mujeres de bien. Que el Señor os bendiga siempre y la Virgen de Guadalupe, Patrona de Extremadura, os cobije bajo su manto.
+ Amadeo Rodríguez Magro,
Obispo electo de Jaén y Administrador Diocesano de Plasencia